Los periodistas en 2020 van a tener que conversar directamente con sus audiencias, convencer a televidentes y lectores de que son imparciales, fiables y merecen apoyo cuando les atacan. La mayoría de los líderes digitales encuestados dice que los medios deberían hacer más para señalar frases engañosas o medias verdades de los políticos. Pero para hacer eso de manera eficaz, deben proteger su independencia y su conexión con el público.
Los gobiernos, irritables o empoderados, se sienten con derecho a atacar a los periodistas como nunca antes. Siguiendo el ejemplo del presidente de Estados Unidos, líderes políticos arremeten contra los periodistas asumiendo que tienen el apoyo del público para hacerlo.
Los periodistas reciben agresiones de activistas de todo el espectro político, con ataques online y acusaciones de sesgo y partidismo. Particularmente las mujeres deben soportar rutinariamente abusos y ven su trabajo tergiversado online.
Estos ataques se harán más comunes porque más y más líderes, envalentonados por lo que hace Donald Trump pero también Jair Bolsonaro en Brasil, Narendra Modi en India y varios gobiernos en la Unión Europea y en el resto del mundo, normalizan una cultura de crítica y desautorización a los periodistas en las redes sociales. En Europa los periodistas advierten sobre ataques particularmente virulentos provenientes de grupos de extrema derecha que combinan con campañas coordinadas de desinformación.
Cubriendo protestas y política polarizada
El rol de los periodistas que cubren grandes protestas y manifestaciones también se hará más complicado, ya que dejan de ser vistos como observadores neutrales y pasan a ser considerados participantes y activistas o de alguna manera aliados de las autoridades contra las cuales se protesta. En Hong Kong a los periodistas les lanzaron gases pimienta y lacrimógenos, la policía los detuvo y es probable que sufran más ataques en 2020 mientras continúen las protestas.
Los manifestantes a menudo apoyan a los periodistas pero también sospechan que tratan de revelar sus identidades a las autoridades. En Bolivia los reporteros recibieron ataques de la gente y de la policía: una tendencia que se verá en otros países.
Hasta en democracias liberales históricas los periodistas son atacados desde todo el espectro político. Políticos y activistas cuestionan la imparcialidad incluso de medios largamente fiables como emisoras públicas, entre ellas la BBC y NHK de Japón, y los populistas de diferentes creencias pintan a “los medios” como una élite intocable.
Autoridades limitan la libertad de expresión
Una larga lista de legislaciones ostensiblemente dirigidas a frenar la desinformación y el discurso de odio probablemente añadirá carga a los periodistas que ya vienen combatiendo irritantes difamaciones y demandas por calumnias. Durante 2019 Rusia y Singapur aprobaron leyes que aspiran a frenar la desinformación que pusieron presión a las plataformas para que controlen sus publicaciones. Y es probable que este año hagan lo mismo muchos otros países, incluyendo Nigeria.
También habrá una batalla por el acceso a la información pública y los datos. Los periodistas se preparan para una lenta erosión de las normas sobre libertad de información que limitan el acceso a datos que deberían estar ampliamente disponibles. Es probable que esto sea acompañado por el endurecimiento de leyes de seguridad nacional, lo cual facilitará que los gobiernos consideren que ciertos materiales son demasiado sensibles para hacerse públicos.
Sin embargo, la amenaza más grande es el silencio. Gobiernos de todo el mundo han empezado a apretar el botón de silencio cada vez que el ruido es alto e incluso cortan internet cuando las protestas escalan.
India domina los cortes de internet. Al empezar 2020, por ejemplo, Cachemira ya había pasado 150 días sin internet, y el gobierno mostró que está dispuesto a dejar sin conexión incluso a la capital Nueva Delhi en medio de las protestas contra la nueva ley de enmienda de ciudadanía y la propuesta de un registro nacional de ciudadanos.
Mientras tanto, los periodistas en varios países subsaharianos ven que los nuevos regímenes son tan propensos como los viejos a tratar de acallar la conversación nacional. En Sudán el presidente Omar al Bashir renunció tras las masivas protestas por el aumento del pan y el combustible, pero el régimen militar que ocupó el poder cortó internet para restringir las manifestaciones prodemocráticas que seguían incluso después de que cambiara el gobierno. Y puede ocurrir otra vez. El flamante presidente de Zimbabwe Emmerson Mnangagwa también cortó internet por unas protestas y dejó claro que está tan dispuesto a usar esta particular forma de cibercensura como su predecesor Robert Mugabe.
Hasta en una antigua democracia liberal como el Reino Unido la policía cerró el acceso al wifi en algunas partes del metro de Londres como intento para interrumpir la acción de manifestantes del cambio climático. Esto marcó un cambio significativo en la forma de pensar cómo resolver los conflictos.
Estos cortes de internet silencian las redes sociales que mucha gente usa para organizarse y recibir noticias, y que también son herramientas vitales para que los periodistas recolecten y diseminen información.
La respuesta de los periodistas
Los periodistas responden a estas amenazas con debates e introspecciones sobre cómo cubrir los movimientos populistas, cuándo darles a los líderes una plataforma para hablar y cuándo deben ser ignorados. Creen que la clave de la supervivencia es construir confianza con las audiencias y explicar públicamente cómo funciona el periodismo.
Las redacciones van a tener que aprender a apoyar mejor a sus periodistas que rutinariamente afrontan acosos y amenazas online y en la vida real. Tendrán que reconocer el peaje que el trabajo impone en la salud mental y en las vidas privadas de los periodistas.
Los medios deben hallar una forma de defenderse, defender sus principios y sus canales de distribución, sean redes sociales, quioscos físicos o espacios en el aire. Ya no alcanza con decir que el periodismo habla por sí mismo. Los periodistas deben construir, mantener y fortalecer su conexión con el público para poder llevar adelante su trabajo.
La autora es Directora del Programa de Becas para Periodistas del Reuters Institute.