Durante gran parte de 2019, los medios y las redes sociales se han llenado de imágenes de bosques en llamas y paisajes calcinados y estériles, casas destruidas y gente desplazada. Las imágenes de las selvas quemándose en Brasil y otros lugares han dado pie a potentes emociones y provocado reacciones en todo el mundo, dando un atisbo de las muchas maneras en que la humanidad ve y valora la naturaleza. Solo podremos lograr un futuro sostenible para nuestro planeta si las autoridades entienden y toman en cuenta esta pluralidad de visiones.
Como señala la Plataforma intergubernamental científico-normativa sobre diversidad biológica y servicios de los ecosistemas (IPBES) en su reciente Informe de evaluación global, “la naturaleza es esencial para la existencia y una buena calidad de vida de los seres humanos”. Y, sin embargo, las decisiones sobre los usos de nuestros cada vez más frágiles recursos naturales y su protección suelen no considerar todas las formas en que las diferentes comunidades la ven.
Afortunadamente, un grupo de destacados científicos del planeta se reunió hace poco en Vitoria-Gasteiz, País Vasco (la “capital ecológica” europea de 2012) para debatir un nuevo informe de la IPBES que se centrará en “los valores diversos de la naturaleza”. Esta próxima “Evaluación de valores” presentará los hallazgos más sólidos hasta la fecha sobre cómo las comunidades diversas ven la naturaleza de manera diferente, y cómo los sistemas naturales nos benefician a todos.
Consideremos las selvas tropicales que se han estado incendiando a lo largo de este año y que representan una parte desproporcionada de la biodiversidad mundial. Algunos podrían decir que tenemos una responsabilidad moral de proteger esos tesoros naturales por su valor intrínseco, con independencia de sus contribuciones a las personas. Pero las fuerzas del mercado tienden a predominar, y así el énfasis pasa a las oportunidades económicas: la madera, los derivados farmacéuticos, ecoturismo, minería y similares. Algunos políticos e intereses comerciales incluso ven los bosques como un obstáculo que se debe eliminar para permitir la expansión de la agricultura, la minería, la vivienda y la infraestructura.
El problema es que las decisiones de políticas tienden a reflejar estas inquietudes económicas sin prestar atención a los aportes más generales que ofrecen los sistemas naturales. Por ejemplo, los bosques ayudan a regular el clima, atrapando gases de invernadero y mitigando los efectos del calentamiento global. También actúan como “bombas de agua” globales que llevan lluvias a regiones distantes. Sin embargo, la mayoría de las decisiones de políticas pasan por alto estas valiosas contribuciones a las personas. Además, ignoran las necesidades de millones de habitantes de pueblos indígenas que dependen de los bosques para su sustento y bienestar.
Algunas de las razones por las que la gente valora la naturaleza son universales, pero otras son específicas de determinados grupos, por lo que pueden convertirse en fuentes de conflicto. Siempre que surjan conflictos entre partes con acceso desigual a los resortes del poder, las decisiones que tomemos sobre el manejo de la naturaleza deben reflejar esa asimetría.
Y, no obstante, los bancos del desarrollo, las organizaciones conservacionistas y los actores el sector privado a menudo explotan pedazos de áreas naturales protegidas de maneras que pasan por alto las necesidades de las comunidades que habitan en ellas.
En muchas áreas tropicales, las autoridades han permitido la ampliación de plantaciones de productos básicos, como las que producen aceite de palma y soja, para satisfacer la demanda global y dar sustento a los campesinos de menores ingresos y otros votantes que dependen de estas cosechan para su día a día. Pero con demasiada frecuencia esas plantaciones acorralan las viviendas de los pueblos indígenas y los hábitats de especies en peligro, incluidos primates como gorilas, orangutanes y monos aulladores.
Las diferentes culturas ven a la naturaleza de modos distintos, algunos de las cuales no siempre son evidentes para los observadores externos. Aun así, las autoridades deben tratar de considerar el complejo mosaico de valores humanos al tomar decisiones sobre nuestros sistemas naturales. Los incendios forestales y otros desastres naturales y ecológicos de los últimos años han puesto de relieve la fragilidad de estos sistemas y las comunidades que dependen de ellos.
Los gobiernos reconocen cada vez más la necesidad de una perspectiva mayor, y buscan maneras de considerar la naturaleza al diseñar políticas y trazar un camino hacia un desarrollo sostenible. Cuando en 2022 se publique la “Evaluación de valores” de la IPBES, esta será una base científica para fundamentar decisiones que reflejen la diversidad de valores en nuestras interacciones con la naturaleza.
Patricia Balvanera es docente del Instituto para el Estudio de la Sostenibilidad y los Ecosistemas de la Universidad Nacional Autónoma de México. Unai Pascual es profesor en el Centro Vasco para el Cambio Climático, España, y científico investigador asociado sénior del Centro para el Desarrollo y el Medio Ambiente de la Universidad de Berna. Mike Christie es director de Estudios de la Escuela de Negocios de la Universidad de Aberystwyth del Reino Unido. Brigitte Baptiste es rectora de la Universidad Ean de Bogotá.
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