Como plantea una amenaza existencial para la humanidad, el cambio climático representa el tipo negativo de disrupción. Pero se lo puede –y debe- combatir con el tipo positivo de disrupción: la innovación. Desde la Revolución Industrial, la innovación disruptiva ha generado crecimiento, ha creado empleos y ha abierto nuevas vías para la inversión. Y en el caso del cambio climático, podría salvar a la humanidad, al acelerar los esfuerzos globales por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). De hecho, la innovación será absolutamente necesaria para una transición exitosa a una economía verde que no deje a nadie rezagado. Sin ella, tenemos menos posibilidades de alcanzar una sustentabilidad genuina.
La alternativa, por supuesto, es impensable. Para entender la magnitud de la amenaza planteada por el cambio climático en el caso de que no hagamos nada, consideremos dónde estamos parados hoy. Las temperaturas globales promedio ya han aumentado casi 1°C por encima de los niveles preindustriales, debido a la acumulación de GEI en la atmósfera; y dos tercios de ese aumento ha ocurrido desde 1975. Si la tendencia continúa, las temperaturas globales promedio podrían aumentar 4°C para fines de este siglo.
Si eso no parece mucho, recordemos que nuestro clima es frágil. Pequeños cambios en las temperaturas superficiales causarán grandes problemas. Cuando las temperaturas promedio eran 4°C por debajo de los niveles preindustriales, gran parte de Europa estaba enterrada debajo de varios kilómetros de hielo. Imagínense cómo sería un mundo 3°C más cálido que hoy.
De todos modos, confío en que hay ideas disruptivas efectivas dando vueltas por ahí. Las granjas eólicas flotantes, por ejemplo, pueden generar energía eólica limpia para las decenas de países cuyas aguas costeras son demasiado profundas para instalaciones offshore tradicionales. Y los progresos en tecnologías basadas en bacterias bioluminiscentes que comen desechos prometen iluminar nuestras calles y fábricas. Para llevar estas soluciones a escala, necesitamos colocar más financiamiento en las manos correctas. También necesitamos alentar a las industrias a ser más creativas, y buscar más tecnologías de vanguardia. Por ejemplo, el Banco Europeo de Inversiones (BEI), la Comisión Europea y Breakthrough Energy Ventures crearon un fondo de 100 millones de euros (110 millones de dólares) en 2019 para respaldar las inversiones disruptivas en energía limpia.
La disrupción innovadora tiene que suceder rápido. Según la Agencia Internacional de Energía, sólo siete de las 45 tecnologías y sectores energéticos evaluados en su informe Seguimiento del Progreso de la Energía Limpia más reciente van camino a cumplir con su Escenario de Desarrollo Sostenible, que está alineado con los compromisos globales encumbrados en el acuerdo climático de París de 2015. Por lo tanto, para los responsables de las políticas, los tecnólogos, los ejecutivos y los empresarios, la pregunta es la siguiente: ¿y de ahora en más qué?
Los ciudadanos en toda la Unión Europea y el mundo exigen medidas que enfrenten el cambio climático. La creciente conciencia de los riesgos climáticos se está filtrando en el debate público. Es más, en el mandato de su nueva presidenta, Ursula von der Leyen, la Comisión Europea ha propuesto un Trato Verde Europeo que convierta las metas de neutralidad de carbono de 2050 en ley, con el objetivo de posicionar a Europa como un líder en la economía circular y en tecnologías limpias del futuro. Europa podría recoger enormes beneficios económicos siendo un pionero en materia de acción climática.
Pero las industrias europeas primero deben demostrar que quieren ser parte del esfuerzo. Necesitan innovar, crear nuevas soluciones, aportar nuevos productos al mercado y ponerse a trabajar en tecnologías de vanguardia. Se necesitan inversiones con urgencia para bajar el costo de las nuevas tecnologías, aumentar las eficiencias, respaldar a los pioneros y crear nuevos mercados.
Por supuesto, aún si el sector privado se comprometiera plenamente con la acción climática, los líderes empresarios no pueden ignorar las conclusiones. Invertir dinero en tecnologías y modelos de negocios novedosos es riesgoso, y los resultados nunca están garantizados.
Es allí cuando los bancos de inversión públicos pueden desempeñar un papel esencial. En su calidad de banco climático de Europa y líder global en finanzas verdes, el BEI planea expandir su respaldo a la transición de Europa hacia una economía sustentable y de carbono cero. Cuando se trata de innovación, instituciones como el BEI pueden adoptar una visión de largo plazo que no siempre es factible para los actores del sector privado. Al reducir los riesgos y permitir múltiples senderos tecnológicos, podemos crear oportunidades nuevas y más verdes para todos los sectores.
Identificar proyectos verdes prometedores y canalizar el capital hacia ellos es un desafío importante. Sin embargo, al actuar como incubadoras, los bancos de desarrollo como el BEI pueden movilizar al sector privado detrás de estas inversiones. Al ofrecer instrumentos financieros innovadores, experiencia y especialización a socios de inversión en todo el mundo, las instituciones públicas pueden empoderar a inventores, empresarios y grandes compañías para asumir el desafío climático.
Al mismo tiempo, no debemos olvidar a quienes se van a ver más perjudicados por el cambio climático, o a aquellos que podrían quedar rezagados en el giro hacia una economía de bajas emisiones de carbono. Para garantizar una transición justa, debemos aumentar el respaldo a las regiones y comunidades vulnerables. El apoyo a la innovación también debe incluir un respaldo a la educación y la capacitación, para que la próxima generación tenga las capacidades necesarias para contribuir a una economía de bajas emisiones de carbono. Deberíamos cultivar los talentos y la inteligencia de nuestros jóvenes, porque son ellos los que desarrollarán las tecnologías y crearán los empleos necesarios para el futuro.
El BEI estará trabajando estrechamente con las empresas europeas y otros socios en todo el mundo para fomentar las innovaciones disruptivas. La economía verde ofrece muchas vías para los inversores y las empresas, y las instituciones financieras internacionales del mundo deberían estar preparando el terreno para más oportunidades.
Ambroise Fayolle es vicepresidente del Banco Europeo de Inversiones.
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