Soledad Deza: “Belén, criminalizada por sufrir un aborto espontáneo, me interpeló desde mi lugar de privilegio”

Soledad Deza: “Las mujeres vivimos cadenas de injusticias en todos los ámbitos”

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Es abogada y tucumana. Lucha por la legalización del aborto y contra las prácticas patriarcales. También carga sus contradicciones internas: tiene una posición económica acomodada y recibió una formación religiosa.

Soledad Deza: “Las mujeres vivimos cadenas de injusticias en todos los ámbitos”

Ilustración: Mana Le Calvet

Es abogada y tucumana. Lucha por la legalización del aborto y contra las prácticas patriarcales. También carga sus contradicciones internas: tiene una posición económica acomodada y recibió una formación religiosa.

Cuando se enteró del caso, Soledad Deza, abogada tucumana especializada en temas de género, fue corriendo al penal. Como no la recibieron dejó una tarjetita con sus datos. “Te quiero ayudar”, escribió al dorso. Era el 13 de abril de 2016. Más temprano ese día una psicóloga había ido a su casa porque necesitaba que la asesore para declarar en un tribunal. El juicio empezaba al día siguiente y la acusada era una joven de 26 años que había llegado a la guardia de un hospital con un dolor abdominal, había sufrido un aborto espontáneo de un embarazo de pocas semanas y cuando recuperó la conciencia la policía la acusaba del asesinato de un feto de ocho meses que había aparecido en el baño del hospital.

Belén estaba presa hacía dos años por ese aborto y sus abogados no apelaban a la excarcelación. Incluso le dijeron que podría recibir cadena perpetua. Finalmente le cayó una condena por ocho años por “homicidio agravado por el vínculo”. En una sociedad en donde se entremezclan la religión con el Estado, no tenía a quien rezarle. Quien la sacó de la cárcel y logró su absolución fue Deza. Para Belén, el momento más oscuro de su vida se partió así: AS y DS. Antes y después de Soledad.

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Deza tiene hoy 46 años y es férrea militante de los derechos de la mujer. Actualmente lucha por la legalización del aborto y contra las prácticas patriarcales pero también carga con sus contradicciones internas: de una posición económica acomodada, toda su juventud recibió una formación religiosa. Al momento de terminar el secundario no pensaba en el aborto e incluso su familia le había inculcado que para poder tener sexo debía estar casada. Cuando se anotó en la Universidad Nacional de Tucumán pudo romper, en parte, con esos condicionamientos. Estudió derecho, dejó atrás el dogma religioso e incluso se fue a vivir con su novio de ese momento.

Durante muchos años ejerció la abogacía en estudios que asesoraban a bancos y a privados que pudieran pagar sus honorarios. Se divorció cuando sus hijos eran chicos y no veía forma de poder mantenerlos si no era con ese tipo de trabajo. En 2009 finalmente, cuando su situación se acomodó realizó una maestría de género en la Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales (FLACSO) y conoció a referentes del feminismo. Empezó a hablar de aborto y se capacitó. En 2012 se unió a la agrupación Católicas por el Derecho a Decidir, una organización que respalda los derechos de la mujer y particularmente los asociados a la sexualidad y la reproducción. Desde entonces se aboca a asesorar y defender mujeres criminalizadas por abortar y mantiene su religión como algo personal. “Vivo de forma libre mi fe, creo que la espiritualidad es algo propio”.

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La mamá de Belén la contactó unos días después de encontrar su tarjetita. Luego de charlar durante tres horas con la joven, Deza se puso en campaña para organizar su defensa desde lo legal pero también mediáticamente: pactó la difusión del caso con la prensa independiente de Tucumán e instaló un estado de movilización en la calle. El caso recorrió con indignación el país, aunque le valió, en el proceso, varios insultos. “Me escribían personas de mi pasado por Facebook para decirme que no podían creer lo que estaba haciendo. En la facultad y en el colegio, a mis hijos los miraban mal. Copté muchas sobremesas con este tema. Fue un alivio cuando se revirtió la condena”, dice y un poco se ríe.

“Lo de Belén me marcó y me interpeló desde mi lugar de privilegio. No tenía dudas de que estaba injustamente presa pero sabía que iba a tener que remontar todo el peso del poder policial. Tuve miedo de no lograrlo. Sentía mucha angustia por la situación, cada vez que iba a la cárcel a explicarle que no habíamos avanzado, que todavía faltaba, sentía el encierro en carne propia”, cuenta.

Después de cuatro meses en el caso, Deza logró la excarcelación de Belén. En el proceso demostró que se había violado el secreto profesional, que la joven había sido encarcelada sin probar su vínculo con ese feto de ocho meses -que desapareció antes de poder practicarle una autopsia- y que no le correspondía estar presa por un proceso del cual no había sido responsable. El año pasado, Belén fue absuelta por la Corte de Tucumán y ahora vive en Buenos Aires, tratando de rehacer su vida. Le pidió al Estado un trabajo y una casa como compensación pero nunca se la dieron. 800 días estuvo en el penal.

Deza escribió luego un libro: “Libertad para Belén. Grito nacional” en donde cuenta todas las particularidades del caso. Hoy sigue trabajando en Católicas por el Derecho a Decidir y milita intensamente por la despenalización del aborto. Cree que la victoria del movimiento feminista está en que sea más pragmático y político. Que no caiga en los dogmas que ella siempre quiso dejar atrás.

SoledadDeza

Nombre: Soledad Deza
Edad: 46 años
Profesión: Abogada
Sector en el que trabaja: Justicia
Lugar de Nacimiento: Tucumán
Lugar en el que desarrolla su actividad: Tucumán

1. ¿Cuál es tu motor interior, qué te inspira a hacer lo que hacés?
La injusticia y la desigualdad que vivimos las mujeres en esta sociedad. Tengo una hija de 18 años a quien quisiera legarle una vida más justa. En todos los ámbitos vivimos cadenas de injusticias: en lo laboral, en la salud, en la educación y en nuestra propia autonomía. Esa sensación de que todo nos cuesta el doble, que tenemos que demostrar el doble, posicionarnos más fuerte. Eso me parece injusto.

2. ¿Qué te hace feliz?
Mis hijos, mi familia. La lucha feminista me hace muy feliz, me realiza plenamente y no quiero que pierda fuerza. A veces creo que nos radicalizamos un poco y que queremos ganar batallas exclusivamente en nuestros términos, tenemos que volvernos más pragmáticas. El feminismo es un movimiento político y como tal tiene sus reglas y las tenemos que saber manejar. El feminismo no puede ser un dogma, tiene que ser flexible para que seamos cada vez más. También me realiza la docencia. Siento que es un espacio para incidir a futuro. Para meter cuestiones de género en la facultad, enseño gratis. Me gustaría que mi facultad fuera un poco menos dogmática la verdad.

3. ¿Qué cosa no te deja dormir?
Cuando tengo casos en donde se que las mujeres están en peligro. Duermo muy poco la verdad.

4. ¿Qué te gustaría cambiar del mundo?
Los estereotipos en los que nos han encasillado a las mujeres. El mundo tiene que deponer a esa mujer monolítica al servicio exclusivo de la reproducción social. Esa es una mujer sometida. Aprendí mucho del movimiento feminista, de otras compañeras, de gente sobre la que leí y que pude conocer. El feminismo es muy horizontal y creo que hoy es un valor reconocerse así, cuando hasta hace poco no lo era. Todavía estoy aprendiendo y me reconozco en algunas prácticas patriarcales como decirle a mi hija “no podés vovler sola, yo te voy a buscar”, cosa que no hago con mi hijo varón. Quiero legarle a mis hijos que que luchen, que tengan una mirada crítica de las cosas, que no se conformen y que le devuelvan al mundo lo que a ellos no les costó.

5. Cuándo eras chica, ¿qué querías ser de grande?
Quise ser médica, luego psicóloga. Cuando terminé el colegio me quise inscribir en esa carrera pero se me venció el plazo y entonces decidí ser abogada. Igual algo de mandato hay: mi mamá es abogada y mi abuelo era abogado. Mi ex marido también. Mi padre es médico. Con lo que estoy haciendo ahora logré juntar un poco las dos cosas.