Este es el segundo de tres capítulo de una investigación titulada #ParterasPresentes: claves para la reducción de la mortalidad materna. El primero es Traer y salvar vidas: ¿cuál es la importancia de las parteras? y el tercero cuenta ¿Cómo es parir en los bordes del sistema de salud argentino?*
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Por Andrea Romanos. Mentora: Nicole Martin
La Confederación Internacional de Matronas (CIM) y la Federación Internacional de Ginecólogos y Obstetras (FIGO) definen a la partera como aquella persona que, habiendo ingresado como alumno regular en un programa de formación en partería debidamente reconocido en el país en que se encuentra, ha completado con éxito el programa obligatorio de estudios y obtenido las calificaciones requeridas para registrarse legalmente para ejercer la partería”. Sin embargo, ¿qué ocurre cuando la ley impide a estas profesionales que desarrollen todas las funciones para las cuales su formación las capacita?
En Argentina, el ejercicio profesional de la obstetricia se enmarca en la Ley Nacional 17.132, sancionada en enero de 1967. El texto, redactado hace más de 50 años, establece que las obstétricas son meras “colaboradoras de la medicina” y que por tanto ofrecen tareas de apoyo en la atención del parto, embarazo y puerperio. Pero tanto las profesionales como diversos organismos internacionales de salud están de acuerdo en que la ley ha quedado obsoleta. Por ello, parteras argentinas se organizaron para dar reconocimiento a las competencias en las que fueron formadas, necesarias para su práctica profesional.
El Congreso Nacional dio en abril media sanción en diputados al proyecto de ley “Ejercicio Profesional de las/os Licenciadas/os en Obstetricia” con 167 votos a favor, 3 abstenciones y 1 voto en contra. Es el séptimo intento de que se apruebe en trece años, y ahora es el Senado el que deberá definirse al respecto. Mientras tanto, las parteras insisten para que exista una ley marco en todo el país para ampliar el alcance de sus competencias.
En el ámbito de la Capital Federal, las parteras están restringidas en sus acciones antes, durante y después del parto. En el día a día, por lo general, realizan su trabajo con un médico al lado, aunque esto a veces no es posible, por la falta de recursos humanos. “En los centros de salud, muchas veces la obstétrica está prácticamente sola y si hay un médico, rara vez es especialista”, explica Claudia Negri, directora de la Carrera de Licenciatura en Obstetricia de la UBA y agrega que el resultado es que el control prenatal no puede realizarse “como corresponde” debido a las limitaciones de las parteras. En realidad, sostiene, es una competencia “fundamental” el hecho de asistir y controlar el embarazo normal en el rol de la partera.
Lo mismo sucede a la hora de atender un trabajo de parto, interpretar análisis o en el momento de recetar algunas medicaciones. Todas ellas son cuestiones rutinarias para las cuales fueron instruidas pero no no pueden llevarlas a cabo bajo el marco legal actual. Además, la falta de recursos humanos y las limitaciones de la ley de de 1967 hacen que a veces se incurra en prácticas poco ortodoxas, como el hecho de que el médico deje un talonario firmado para que las parteras puedan recetar. Algo que las profesionales están de acuerdo en que “no corresponde”.
“Lo principal que se ganaría con la aprobación de la Ley de Obstétricas es una autonomía necesaria”, dice Negri y se queja de la “injusticia” que supone que dos licenciadas con formaciones prácticamente idénticas “vean coartadas sus competencias dependiendo del lugar donde ejerzan”.
Justamente, al cruzar el Riachuelo, en la provincia de Buenos Aires, las parteras cuentan con algunos beneficios en relación a sus compañeras. La PBA es una de las ocho provincias argentinas –junto a Formosa, Río Negro, Neuquén, Tierra del Fuego, Catamarca, Mendoza y Salta– que actualmente cuentan con un marco regulatorio que sí contempla nuevos alcances en el ejercicio profesional de las obstétricas. Desde 2015, la ley provincial Nº14.802 incluye entre sus competencias la colocación de Dispositivos Intrauterinos (DIU) y las habilita para “brindar asesoramiento, consejería e indicar métodos anticonceptivos”. Esta posibilidad es clave en la prevención de embarazos adolescentes.
A diferencia de las parteras de Capital y de otras provincias, la ley de la PBA las posibilita para llevar a cabo tareas como conducir la preconcepción, hacer la captación temprana de las embarazadas, recetarles medicamentos como hierro y ácido fólico para prevenir una anemia o indicar glóbulos a una mujer con flujo para evitar el parto prematuro. Actualmente, pueden prescribir algunos medicamentos específicos dentro de un vademécum muy acotado, en el marco de tareas de prevención.
Además, tienen la posibilidad de hacer las pruebas para prevenir y estimar el alcance cérvico-uterino, lo que se traduce en la prueba ginecológica más básica: el papanicolau. “Eso lo puede hacer cualquier técnico de salud y una prueba de las acciones que deben dejar de ser cuestionadas a las parteras dentro de la ley nacional”, sostuvo Alicia Cillio, presidenta de Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires. En la institución que dirige, la carrera de Obstetricia dura más de 4 años y en algunas universidades hay más de 40 materias. Eso sin contar la residencia posterior, de unos 3 años, que hacen la inmensa mayoría de los graduados.
Profesionalización e integración en el sistema de salud
“El objetivo en cualquier país es que exista y se proporcione el acceso al profesional mejor preparado para las necesidades de la mujer en cada momento. Así que si una mujer está sana, decide transitar un embarazo y el desarrollo del embarazo es normal, la mejor profesional competente es una partera”, explica Joyce Thompson, doctora en Obstetricia por la Universidad de Columbia y expresidenta del Colegio de Enfermeras y Parteras en Estados Unidos.
En la Argentina, la obstetricia se ejerce profesionalmente, pero no siempre fue así. Durante parte del siglo XX, numerosas comunidades, especialmente aquellas con mayor presencia de población indígena, confiaban los partos a las denominadas “parteras tradicionales” o “empíricas”, mujeres de la misma comunidad que aprendieron o heredaron el conocimiento de atender alumbramientos. En algunos países de la región muchas comunidades siguen recurriendo a las parteras empíricas.
“Los ministerios de Salud en Latinoamérica han trabajado muchísimo en los últimos 30 años en la vinculación entre el sistema de salud y la partera”, afirma la médica Virginia Camacho, asesora Regional de Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA) sobre Salud Sexual y Reproductiva para América Latina y el Caribe. Agrega que hay normas y estándares muy claros sobre cómo vincular a la partera en el sistema sanitario.
“En los años 80 se hizo una capacitación masiva para asegurar los partos limpios, y se les proporcionó material a las parteras tradicionales para asegurar la mayor higiene y seguridad posibles”, continúa Camacho. “En los últimos 20 años se han hecho enormes avances en términos de cobertura y hemos logrado reducir la mortalidad materna en un 40% en toda la región. Ahora cada vez hay menos parteras tradicionales, pero no hay más remedio que recurrir a ellas en los casos en los que el Estado no llega”, concluye.
“La realidad en la Argentina es que las colegas de San Luis me contaban que a veces tienen que hacer 250 kilómetros que llegar a un médico” apunta Cillo, desde el Colegio de Obstétricas de la Provincia de Buenos Aires. “Para evitar esos desplazamientos, hay mucha atención que las profesionales obstétricas podemos hacer”, añade.
El foco y la especialización son otras formas de brindar atención. Cillo cuenta que una de sus compañeras que atendían a mujeres en cárceles empezó especializarse en la prevención del cáncer cérvicouterino. “Nadie se había ocupado nunca de hacer a esas mujeres la prueba del papanicolau”, dice. “Así que ahora ella se dedica a realizar los análisis, interpretar los resultados y, si son adversos, derivar a la paciente al médico ginecólogo para que realice la consulta correspondiente”. Esta atención la puede hacer en Buenos Aires gracias a la ley que las ampara, pero no es así en la mayoría de provincias argentinas.
Las profesionales obstétricas, claves para la reducción de la mortalidad
Las causas obstétricas directas -los trastornos hipertensivos del embarazo, las hemorragias e infecciones en el puerperio y el parto obstruido- son la primera causa de mortalidad materna, presentes en el 55,1% de las defunciones. Le siguen enfermedades que complican el embarazo o se agravan con él, llamadas causas indirectas (27,3%) y las complicaciones del aborto (responsables del 17,6% de las muertes), tal como recoge la Dirección de Estadísticas e Información de Salud (DEIS).
Según los últimos datos de la Dirección Nacional de Maternidad, Infancia y Adolescencia, en 2016 fallecieron en Argentina 245 mujeres estando embarazadas o dentro de los 42 días siguientes a la terminación de la gestación, por causas relacionadas con o agravadas por el embarazo. Con 728.035 nacidos vivos en el mismo año, representa una Tasa de Mortalidad Materna de 3,4 por 10.000 nacidos vivos.
Quienes trabajan en UNFPA no se cansan de repetir que “hay evidencia que demuestra que en los lugares donde tenemos la presencia de una partera competente, desciende la mortalidad materna”. Según Camacho, esto se debe a que la partera “hace un acompañamiento y provee atención de calidad de todo el proceso reproductivo normal, detecta complicaciones y refiere”. Además, incide en que la mujer la tenga como referente, para que de esta manera se empodere con la información adecuada que le permita el autocuidado y tomar decisiones informadas sobre su salud sexual y reproductiva.
Un informe sobre el Estado Mundial de la Partería que UNFPA publicó en 2014 concluye que cuando las parteras están formadas y cuentan con el apoyo de un sistema de salud funcional, pueden ayudar a evitar más de dos tercios de las muertes y discapacidades maternas y neonatales. Y no sólo eso, sino que también pueden prestar el 87% de todos los servicios esenciales de salud sexual, reproductiva, materna y neonatal.
“De que las parteras salvan vidas ya no queda ninguna duda”, asegura la doctora Thompson: “Primero porque tienen las habilidades y las competencias esenciales para hacerlo –por nombrar algunos ejemplos, pueden lidiar con las causas inmediatas de una hemorragia o iniciar reanimaciones–. Y segundo por el vínculo que crean con la mujer, de forma que hay mutua confianza y respeto”.
¿Cómo se da esta relación? “Si yo veo a la mujer que estoy tratando como alguien merecedor de todos los derechos humanos y le hago saber que realmente me preocupo por ella como persona –no sólo como mujer embarazada–, es probable que ese sienta mejor a la hora de cuidarse”, explica Thompson. “La partera sabe que el conocimiento es poder, y como profesional licenciada y competente debe hacer entender a la mujer que suya es la decisión de cuidarse, hacer ejercicio y comer bien”.
Este modo de proceder se integra en el modelo de atención de partería, siempre centrado en la mujer, ejercido con un enfoque de derechos humanos y desde la perspectiva de género. Así se busca prevenir y manejar o referir las complicaciones a los niveles de atención adecuados, siempre apuntando a trabajar sobre la capacidad de las mujeres para el parto y el parto fisiológico. Según este modelo, las intervenciones sólo se llevan a cabo cuando están clínicamente indicadas y cuando los beneficios superan claramente los riesgos asociados.
Para la doctora Thompson es importante que se difunda esta filosofía y que eso ayude a que las mujeres “formen parte del requerimiento del servicio de partería”. En este sentido, la presidenta del Colegio de Obstétricas Provincia de Buenos Aires por el distrito de Bahía Blanca, Silvia Sonaglioni, opina que la Ley de Obstétricas que se debate ahora mismo en la Argentina “no sólo da autonomía a las profesionales”, sino que además “proporciona el derecho a las mujeres de tener una mejor atención”.
“Esta es una ley que viene a poner justicia en la salud sexual de las mujeres, a contribuir a que cada embarazo sea deseado, que cada parto sea seguro y que cada niño sea sano. Nosotras tenemos las las competencias y las habilidades para que eso suceda”, agrega Sonaglioni.
*Este reportaje fue realizado durante el Mediatón #EnResistencia de Chicas Poderosas Argentina, donde 100 mujeres que trabajan en medios se reunieron para crear proyectos colaborativos multimedia, con el apoyo de Google News Initiative. Para ver los otros 12 proyectos creados en la Mediatón, visita este link.