Este contenido contó con participación de lectores y miembros de RED/ACCIÓN
En la Argentina, en un domingo cualquiera, 2 de cada 10 familias están sentadas alrededor de una parrilla comiendo un asado. Y más de la mitad (55%) dice que come asado al menos una vez al mes.
Las cifras vienen de un sondeo de la consultora de Jaime Durán Barba sobre cómo somos los argentinos. Hay historiadores y sociólogos que dicen que en la Argentina el asado es un aspecto central de construcción de comunidad. Si esto no es suficiente para convencerlos de que la vaca es sagrada en nuestro país, presten atención a estos datos:
- En 2018, la cría de ganado representó un 2% del PBI, según cifras de la industria.
- Un estudio de la Fundación Agropecuaria para el Desarrollo de Argentina muestra que el agro y la ganadería en la Argentina genera 1 de cada 6 puestos de trabajo, 1 de cada 10 pesos de recaudación tributaria y 7 de cada 10 dólares por exportación. Este año Argentina volvió al top 10 del ranking de los mayores exportadores de carne.
- Más del 70% de la tierra cultivable está dedicada al pastoreo extensivo o semi-extensivo.
- El 72% de los argentinos dice que sabe preparar un asado.
- Somos el segundo país donde más se come carne después de Uruguay. A pesar de la crisis, entre enero y diciembre del año pasado el consumo per capita en el país fue de 56,37 kilos de carne vacuno.
Todas estas cifras son evidencia de que si la Argentina quiere jugar su parte en el combate global contra el cambio climático, habrá que tomar decisiones difíciles y en un futuro no muy lejano.
En abril de este año las Naciones Unidas publicó el resultado de un extenso estudio en el que advierte que para poder salvar el planeta, el consumo de alimentos como la carne roja deberá reducirse en un 50%.
La ONU plantea que las personas deberían adoptar una dieta basada en alimentos vegetales con el fin de proteger el ambiente, y sugiere además pechar con impuestos las carnes rojas, como medida que ayudaría a actuar ante el cambio climático. Pero eso representa un enorme desafío: la cría de ganado y su alimento ocupan el 77% de la tierra cultivable del mundo. En 20 años esto va a ser un problema grave, especialmente en América Latina, teniendo en cuenta que para un kilo de vegetales se necesitan, en promedio, 320 litros de agua.
Además, en la Argentina la ganadería tradicional proporciona medios de vida a muchas comunidades rurales indígenas y locales.
Esta madrugada el grupo de expertos del Panel Intergubernamental sobre Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en Inglés) publicó un informe muy esperado sobre el vínculo entre el cambio climático y los usos que hacemos del suelo. El informe confirma que tenemos que modificar cómo producimos lo que comemos para salvar al planeta.
¿A qué están dispuestos los argentinos?
Entonces, la pregunta que hay que hacer es si los argentinos estamos dispuestos a abandonar la carne vacuna para salvar el planeta.
La pregunta no es trivial. La semana pasada la discusión se metió en la agenda pública a raíz de la polémica que se desató en Exposición Rural y que tuvo como protagonistas a veganos, gauchos y al propio presidente Mauricio Macri.
En ese contexto quisimos saber qué pensaban ustedes, nuestra comunidad de miembros y lectores. Hicimos una consulta y 128 personas respondieron las preguntas. Esto es lo que nos dijeron:
La gran mayoría de los lectores que respondieron, (8 de cada 10) no está dispuesto a dejar de comer carne y tampoco tiene contemplado hacerlo en el corto o mediano plazo.
Dato curioso: del 22% que sí cambió su dieta, salvar el planeta fue lo menos importante. Ahora, para aquellos que sí tienen contemplado abandonar el asado, la principal razón es por cuidar el planeta. Mientas que dos tercios de los que sí cambiaron su dieta, lograron crear conciencia en otras personas para que sigan su ejemplo.
Y una gran mayoría estaría dispuesto a cambiar el asado por carne vegetal o de laboratorio.
Ante la pregunta sobre qué evidencia tendrías que tener para estar dispuesto a abandonar el consumo de carne vacuna, el argumento de que el cambio de habito contribuye a actuar ante el cambio climático fue la respuesta favorita, seguida por “mi hábito contribuye a evitar el sufrimiento animal”.
Cómo cambiaron sus hábitos los que dejaron de comer carne vacuna
Muchos de ustedes, casi un tercio de quienes contestaron la encuesta, compartieron con nosotros cómo fue la experiencia de dejar de comer carne. Estos son alguno de sus testimonios:
“Primero dejé de comer una de las dos comidas principales del día (en general el almuerzo), luego de unos dos o tres meses me tiré el lance de dejar de comer y a la par arranqué control médico. Actualmente no consumo nada que tenga derivados animal que impliquen la muerte del individuo (leche y queso sigo consumiendo) y a veces como carne cuando son situaciones donde es inevitable (será 2 o 3 veces al mes)” .
“Paulatinamente. Tampoco nunca fui muy carnívora, pero primero dejé la carne roja y embutidos, luego el pollo, hasta por último dejar el pescado”.
“Tuve que dejar hace 30 años por un problema de salud y fue de las mejores cosas que me pasó. Pero no por ello intenté cambiar el hábito de nadie, ni siquiera a los cercanos”.
“De a poco. Primero fue difícil, más que por el sabor, sino porque la mayoría de nuestros rituales sociales incluye la carne. Además, hay muchas cosas que implican explotación animal pero indirectamente”.
“Primero dejé la carne roja y al mes el pollo y el pescado. Siempre mantuve una actitud de tratar de entender la cultura alimenticia en la que fui criado y no culparme por tener ganas de comer carne. Afortunadamente en los 3 años que soy vegetariano nunca me costó la ausencia de carne, igual nunca fui muy fanático del asado o cosas por el estilo”.
“De a poco, algunas cosas me empezaron a dar impresión y me dejó de gustar”
"Progresivo: primero una semana, luego un mes, así hasta el día de hoy (5 años)"
“No dejé del todo, pero sí consumo cada vez menos”
“De un día para otro, casi sin pensarlo”
Las respuestas de ustedes confirman que cambiar una tradición centenaria como el asado argentino es todo un desafío. Yo tengo la intuición de que en 20, 30 o 50 años, hablaremos de comer carne vacuna como hoy hablamos de fumar: como una especie de enfermedad social y de los que fuman, como una excepción y no la norma.
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