Desde la masacre de la Plaza de Tiananmen hace 30 años, China ha logrado un desarrollo económico extraordinario. Sin embargo, y opuestamente a lo que esperaban muchos líderes y analistas occidentales, el país no ha adoptado gradualmente la libertad de prensa ni el respeto de los derechos humanos. Por el contrario: un informe reciente de Reporteros Sin Fronteras (RSF) muestra que China está trabajando activamente para construir un “nuevo orden mundial mediático”, una iniciativa que plantea un peligro claro y presente a las democracias del mundo.
La libertad de prensa, una de las principales exigencias de los manifestantes de Tiananmen, está oficialmente garantizada por el Artículo 35 de la Constitución china. Sin embargo, el Partido Comunista de China (PCC) y su aparato estatal lo siguen incumpliendo rutinariamente.
De hecho, China es uno de los países que más periodistas tienen encarcelados, y ocupa el lugar 177 de 180 en el Índice Mundial de Libertad de Prensa 2019 de RSF. El “Gran cortafuegos de China”, un ultrasofisticado sistema de filtros de Internet, limita el acceso de la mayoría de los 830 millones de usuarios chinos de la red, y el PCC no tiene reparos en presionar a las editoras y plataformas de redes sociales a autocensurarse. Hoy China rechaza abiertamente la Declaración de Derechos Humanos con una retórica acerca de la “armonía social” y la “relatividad de los valores”.
La confianza en sí mismos ha pasado a reemplazar la cohibición que algunos líderes chinos sentían después de la masacre de Tiananmen. Hoy el régimen promueve con orgullo su modelo autoritario por el mundo. El nuevo orden mundial mediático que intenta construir es menos conocido que su iniciativa “Belt and Road”, pero es igual de ambicioso.
Con su campaña de represión de los medios, China se aprovecha de las divisiones existentes al interior de las democracias del mundo. Busca encontrar fisuras en el compromiso de las sociedades con los valores democráticos como la tolerancia y la apertura, y las intenta abrir con propaganda sobre sus propias doctrinas políticas. Sus líderes saben que cuando se silencia a los periodistas se extinguen gradualmente las alternativas al autoritarismo. Después de todo, es muy difícil alentar un debate político constructivo cuando es un delito punible cuestionar la visión oficial.
El PCC ya ha comenzado a exportar sus métodos represivos a través de importantes conferencias internacionales, como la Cumbre Mundial de Medios y la Conferencia Mundial de Internet. En el sudeste asiático, las reformas legislativas orientadas a restringir la libertad de prensa siguen el patrón de las leyes chinas, y se está invitando a muchos periodistas a aprender “periodismo con características chinas”.
Incluso en lugares donde se sigue protegiendo la libertad de prensa por ley, China está interfiriendo la capacidad de sus ciudadanos de tomar decisiones informadas sobre políticas públicas. Desde Suecia hasta Australia, las embajadas chinas presionan a los medios occidentales a censurar sus propias piezas noticiosas. Mientras tanto, las autoridades compran contenidos auspiciados en publicaciones occidentales de referencia, y han seguido invirtiendo en su aparato de propaganda global.
Las democracias del mundo deben ir más allá de su miope competencia por el favor de China y aunar esfuerzos para resistirse a su visión alternativa de corte autoritario. Esto significa organizar una respuesta ambiciosa, persistente y coordinada que defienda el espíritu de la Declaración Universal de Derechos Humanos.
No debemos dudar en la lucha contra quienes atacan la libertad de prensa. Tenemos que elevar nuestras voces para condenar los abusos que agreden nuestros valores. Y debemos hacerlo ahora.
Los días 10 y 11 de julio, los principales defensores de la libertad de prensa del mundo se reunirán en Londres en la Conferencia Mundial por la Libertad de Medios. Deben aprovechar esta oportunidad no solo para reafirmar principios básicos, sino también para organizarse en la construcción de barreras a la influencia mediática de China, y poner fin a la impunidad de las violaciones a la libertad de prensa.
Esa resistencia coordinada sería un gesto de homenaje a quienes pagaron el más alto precio por defender la libertad de información en China, como el Premio Nobel de la Paz Liu Xiaobo, a quien el gobierno chino dejó morir en su arresto domiciliario. También a los más de 100 periodistas que se encuentran detenidos en condiciones muy difíciles, como Huang Qi, premiado por RSF, y el fotógrafo Lu Guang, que ha recibido numerosos reconocimientos por su trabajo sobre asuntos sociales y ambientales en China.
Este mes se cumplen treinta años de la masacre de miles de manifestantes pacíficos en Beijing y toda China por resistir valientemente ante un régimen autoritario. Las democracias del mundo les deben el gesto de mostrar un coraje similar hoy para defender la libertad de prensa, y la democracia misma, en todo el planeta.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Wu’er Kaixi, miembro del Consejo Emérito de Reporteros Sin Fronteras (RSF), fue uno de los líderes de la protesta de la Plaza Tiananmen en 1989. Christophe Deloire es Secretario General de RSF.
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