“A los 6 años ya sabía que era transgénero”, recuerda Sofía Moreno, quien desde esa temprana edad se preguntaba “¿Por qué el pene te define como sos?”. A los 17 años, cuando decidió comenzar la transición de hombre a mujer con hormonas y cirugías, se fue a vivir sola y cayó en la prostitución. En busca de un espacio de contención y educación, encontró el Bachillerato Popular Trans Mocha Celis, una de las únicas secundarias públicas y gratuitas para personas trans y travestis del mundo y, según sus fundadores, la primera. “Gracias a la escuela hoy puedo volver a vivir”, dice hoy a sus 21 años.
El Bachillerato Mocha Celis, o el “Bachi”, como lo llaman cariñosamente sus alumnas, funciona desde finales del 2011 en el quinto piso de un edificio en el corazón del barrio Chacarita, en la Ciudad de Buenos Aires. Sus fundadores, Francisco Quiñones Cuartas y Agustín Fuch, abrieron la escuela con el objetivo de crear un espacio educativo inclusivo para las personas trans, travestis, transexuales y transgénero.
“El sistema de educación argentino, si bien es público y gratuito, no habla de la realidad de las personas trans. Lo que veíamos nosotros era que la mayoría de las personas trans querían terminar sus estudios secundarios pero no lo podían hacer porque no tenían un espacio donde poder hacerlo”, dice Quiñones Cuartas.
La lucha contra la discriminación
Una de las principales barreras educativas para las personas trans es la discriminación. Según una encuesta realizada por la Asociación de Travestis, Transexuales y Transgéneros de Argentina (ATTTA) y Fundación Huésped, la gran mayoría de mujeres trans dicen haber sido discriminadas en las escuelas: 7 de cada 10 por sus compañeros de clase, y 4 de cada 10 por sus directores y profesores.
Esto impacta directamente sobre las tasas de nivel educativo alcanzado por las personas trans. Según la misma encuesta, más del 50% de las mujeres trans mayores de 18 años no terminaron el secundario.
“En otros colegios yo sufrí de mucho bullying, me hacía no querer ir a estudiar. Pero cuando llegué al Mocha Celis me sorprendí muchísimo. Te emociona saber que hay un colegio donde te podés integrar tal como vos sos”, cuenta Analí Díaz, una de las actuales estudiantes del bachillerato. “Este colegio es como una casa, te enseñan muchas cosas que no sabes, acá nadie te discrimina”.
En 2012, tras la sanción de la Ley 26.743 de Identidad de Género, el bachillerato logró conseguir el apoyo de los ministerios de educación de la Nación y Ciudad para que los egresados de la escuela tuvieran un título oficial. Hoy, el Mocha Celis opera como una escuela pública y gratuita bajo el modelo de Unidad de Gestión Educativa Experimental, a través del cual recibe apoyo estatal para cubrir los salarios de una planta orgánica funcional de docentes.
Según destaca Quiñones Cuartas, el bachillerato es un espacio educativo inclusivo pero no excluyente. Aunque la mayoría de las más de 100 personas que actualmente asisten a la escuela son mujeres trans, también asisten a la escuela madres solteras, mujeres mayores, afrodescendientes, migrantes, y personas heterosexuales.
Durante un plan de estudios de 3 años, las estudiantes cursan las mismas materias propuestas en el diseño curricular del Nivel Secundario de las escuelas de la Ciudad, pero atravesadas con una perspectiva de género.
“En Argentina se han logrado grandes conquistas como la educación pública, gratuita y laica. Nosotros le venimos a agregar perspectiva de género, diversidad cultural y diversidad sexual”, dice Quiñones Cuartas. “Por ejemplo, este año hicimos una modificación de algunos de los contenidos de las clases de Historia, para abordar la materia con una mirada feminista o transfeminista”.
Trascender el aula
Es una tarde lluviosa de marzo y Sofía se encuentra en la biblioteca de la escuela conversando una de sus maestras, Luly Arias. Entre mate y mate, comparten consejos sobre en qué hospital público conseguir hormonas, o cuentan historias de los varios tratamientos quirúrgicos a los que se sometieron ambas. El tono de la conversación es relajado, incluso hay risas. Pero ambas saben que, para muchas mujeres trans como ellas, poder hablar sobre estos temas puede ser de vida o muerte.
En Argentina, la expectativa de vida promedio para mujeres trans es de 35 a 40 años. Muchas de ellas mueren asesinadas o por causa de enfermedades prevenibles que se agravan por falta de tratamiento médico, según los últimos datos recolectados por el Observatorio Nacional de Crímenes de Odio LGTB (coordinado por ATTTA, la Federación Argentina LGTB, y la Defensoría del Pueblo de la Ciudad de Buenos Aires).
Es por esto que, además de implementar una mirada transversal de género en distintas materias como Historia y Lengua, el Mocha Celis también ofrece clases especialmente pensadas para acompañar a personas trans en los desafíos que enfrentan por fuera de la escuela. En “Proyecto Formativo Ocupacional” las alumnas tratan temas de inclusión laboral de las personas trans, mientras que en “Educación Para la Salud” trabajan sobre problemáticas de salud particulares a la población trans, como las hormonas y las operaciones con silicona.
Además, la escuela cuenta con una unidad de Bienestar Estudiantil, que asiste a alumnas en situación de calle a conseguir un subsidio habitacional, o a aquellas que todavía no cuentan con un DNI a tramitar uno. En todos estos procesos, están acompañadas por docentes trans que empatizan con la realidad de las alumnas.
“La escuela no solo es un espacio educativo, sino que es un espacio de contención, donde yo como mujer trans y travesti puedo entender que una chica puede venir cansada o malhumorada porque tuvo una mala noche con los clientes, o porque fue expulsada de su casa. Porque yo también lo viví”, cuenta Arias.
Arias, quien además de docente es pedagoga y enfermera, dice que es fundamental que las estudiantes trans puedan tener modelos de mujeres trans profesionales.
“Lo que siento y veo es que se forma un efecto espejo. Las alumnas trans se ven reflejadas en mi, dicen “si ella puede ser docente, yo también puedo”. Ahí se les abre un abanico de posibilidades, que antes no estaba, porque la sociedad les hizo creer que solo servían para la prostitución”.
Un cambio estructural
A pesar del apoyo estatal que consiguió la escuela en 2012, según cuenta Quiñones Cuartas, los costos del sostenimiento cotidiano del espacio, así como los salarios de las trabajadoras sociales y psicólogas, lo asumen los docentes a través de recaudaciones, eventos, y aportes propios.
“Mocha Celis es una excepción, no es una política pública, por lo cual es difícil que el modelo se replique en otros lados”, dice Quiñones Cuartas.
Entre otras políticas, la Ley Identidad de Género sancionada en 2012 garantiza que las personas trans puedan cambiar su identidad de género libremente, que se las reconozca por su género autopercibido, y que puedan acceder a una salud integral gratuita a través de hormonas e intervenciones quirúrgicas.
Esta ley, según la encuesta realizada por ATTA y Fundación Huésped, ha tenido un impacto positivo en la integración de personas trans en el sistema educativo, reduciendo significativamente las tasas de estigma y discriminación en el entorno educativo.
Sin embargo, para Quiñones Cuartas, todavía queda un largo camino por recorrer hasta lograr una integración total de las personas trans en la sociedad Argentina.
“Hay que hacer una transformación muy grande, que no solo tiene que ver con la educación, sino con el trabajo, la salud, la seguridad”, dice Quiñones Cuartas. “Necesitamos que el modelo educativo que nosotros proponemos se replique en todas las provincias, para que desde el conocimiento, podamos reclamar nuestros derechos pero también al mismo tiempo construirlos”.
Por su lado, Arias destaca la importancia de darle visibilidad a otras iniciativas como la Cooperativa ArteTrans, que utiliza el teatro como plataforma para tratar diferentes temáticas trans, y la cooperativa textil Estilo Diversa, que fue fundada a partir de la falta de oportunidades laborales para personas trans, así como la falta de tallas de ropa para el colectivo.
“Hay que seguir visibilizando este tipo de acciones, y de a poco va a cambiar la mentalidad. Cada uno desde su lugar va abriendo camino para las nuevas generaciones. Eventualmente, va a cambiar el promedio de vida y vamos a poder envejecer, con dignidad”.