Las mujeres componen un 70% de la nómina de este y otros sectores de la salud en todo el mundo. Y, sin embargo, un nuevo informe de Global Health 50/50, publicado en vísperas del Día Internacional de la Mujer de este año, muestra que los hombres siguen detentando un poder desproporcionado en el sector sanitario y, además, ganan una parte desproporcionada de los salarios.
Tras haber destinado parte de nuestras carreras a reunir una fuerza de trabajadoras de la salud que lograron reducir a la mitad los fallecimientos por SIDA, la malaria y la tuberculosis en Etiopía. sabemos lo que pueden aportar las mujeres a la salud pública.
Por eso, durante el mandato de Ghebreyesus como director general, la Organización Mundial de la Salud tiene por primera vez en su historia un gabinete con equilibrio de género. Y, una vez lograda la paridad de género en los puestos altos de la institución en la sede central, nos esforzaremos por asegurar que lo hagan también las oficinas regionales y por país.
La paridad de género es un tema tanto práctico como moral. Tener más mujeres en puestos de liderazgo tiene un efecto de cambio positivo en una organización, mejorando el desempeño, la innovación, la creatividad, la resiliencia y la moral. Proporciona modelos de rol y sistemas de apoyo informales de los que las mujeres han carecido históricamente en el lugar de trabajo. Asimismo, reduce la tolerancia hacia conductas masculinas tóxicas en el trabajo como el acoso sexual.
Pero el género es también un determinante social clave de la salud, lo que convierte a la paridad de género en el sector de la salud en un ingrediente necesario para alcanzar los objetivos de los “tres mil millones” de la OMS. La meta es lograr que para 2023 mil millones más de personas que en la actualidad puedan tener pleno acceso a atención de salud, disfrutar de una mayor protección frente a emergencias sanitarias, y gozar de mayor salud y bienestar en general.
Entre otras cosas, sabemos que el género (es decir, las normas, roles y expectativas socialmente construidos sobre hombres y mujeres) tiene un profundo efecto sobre si uno se expone a lugares y productos dañinos, o si se comporta de modos que busquen y protejan la salud. También sabemos que la discriminación basada en género puede tener un efecto importante sobre la prestación de servicios de salud.
Y, no obstante, si bien poner énfasis en el género como un determinante social de la salud y establecer una paridad de género en los altos niveles gerenciales de la OMS podría parecer una obviedad, el informe Global Health 50/50 muestra que somos la excepción a la regla. Tras revisar las políticas y prácticas de cerca de 200 organizaciones de salud que emplean a más de cuatro millones de personas en 28 países, el informe señala vastas asimetrías de poder e ingresos entre hombres y mujeres.
Por ejemplo, en el informe de Global Health 50/50 se ve que más de un 70% de las organizaciones de salud son dirigidas en la actualidad por hombres, y que en un 40% de ellas, las mujeres ocupan menos de un tercio de los altos cargos. Y a pocos les sorprenderá que en estas organizaciones las trabajadoras del género femenino ganen, en promedio, un 13,5% menos que sus contrapartes varones.
Por desgracia, son cifras que están en línea con las que se puede hallar en las salas de juntas de los sectores corporativos y las organizaciones sin ánimo de lucro. Y son disparidades tanto más preocupantes cuando aparecen el sector de la salud mundial, dado su papel en la protección del bienestar y los derechos de toda la humanidad.
Desde la experiencia de la OMS, somos conscientes de que la paridad de género no surge de manera orgánica. Para lograrla es necesario un cambio organizacional deliberado y dirigido. Así, la nueva estrategia corporativa de la OMS apunta a la misión de la Agenda de Desarrollo Sostenible de “no dejar a nadie atrás” y pone un gran acento en la medición de las distribuciones de género, equidad y derechos en todos los programas de la institución. Eso significa que cada departamento tendrá la responsabilidad de mantener la paridad de género.
Pero, si bien poner la paridad de género al centro de las operaciones de la OMS es un importante primer paso, el objetivo mayor es dar soporte a nuestros estados miembros en prestar servicios a personas cuyas vidas, salud y bienestar dependen de los esfuerzos colectivos de sanidad pública. Para ello, tres prioridades deberían guiar nuestro enfoque hacia la salud mundial en todos los niveles, desde la clínica local que entrega atención esencial a los ministerios de salud nacionales y las instituciones multilaterales.
Primero, tenemos que asegurarnos de que el análisis de género esté presente en todas las estrategias de salud y misiones de los programas. Si no entendemos del todo los factores de género que afectan la salud humana, no podremos lograr resultados universales y justos.
Segundo, necesitamos con urgencia cerrar la brecha de poder e ingresos entre hombres y mujeres en el sector de la salud, impulsando para ello estrategias deliberadas para nivelar el terreno para las mujeres.
Y, tercero, tenemos que volvernos a comprometer con la transparencia y la rendición de cuentas en las organizaciones de la salud, incluida la igualdad de género. Solo entonces podremos erradicar culturas de administración tóxicas, mejorar la calidad de la atención y fomentar la apertura y la inclusión en todos los niveles.
Cuando gente de diferentes géneros y trasfondos colabora, trae sus propias experiencias y saberes, y el resultado es más que la suma de sus partes. Las organizaciones con diversidad toman mejores decisiones porque pueden considerar los problemas desde una amplia gama de perspectivas y esbozar potenciales soluciones desde múltiples contextos.
Las organizaciones de salud mundial, los ministerios de gobierno y las instituciones sanitarias nacionales deberían adoptar la igualdad de género no solo por su valor intrínseco, sino también porque funciona.
Traducido del inglés por David Meléndez Tormen
Tedros Ghebreyesus es Director General de la Organización Mundial de la Salud y Senait Fisseha es Profesora de Obstetricia y Ginecología en la Universidad de Michigan.
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