Es una figurita difícil para entrevistar. No porque tenga aires de diva, aunque podría: compartió mesa con Mirtha Legrand y almuerzo con la entonces primera dama norteamericana Laura Bush. Es ciudadana ilustre de Estados Unidos, dio conferencias en la India, Marruecos y Japón. Pero no, el tema es otro: Cristina Lescano no tiene tiempo para dar notas ni para otra cosa que no sea la Cooperativa El Ceibo, que fundó en 1989, cuando vivía en una casa tomada y salía a cirujear para llenar con algo la panza de su hijo más pequeño. A los otros dos debió dejarlos con sus padres en Trelew.
El Ceibo nació de la necesidad de un puñado de mujeres cartoneras con grandes carencias y un único objetivo: trabajar. “Revolvíamos la basura buscando cartón, plástico, lo que llamamos PET”, recuerda Cristina. “Cada una juntaba lo suyo y lo llevaba a vender individualmente. Nos dimos cuenta de que nos explotaban, fue necesario juntarnos para pelear el precio. Uno solo jamás puede conseguir lo que logra el grupo”.
El grupo fue creciendo e incorporaron hombres. “No somos tontas, sabemos que no podemos igualarlos en fuerza, nos necesitamos”, dice. Hoy son 300 miembros los que conforman una empresa social de recicladores urbanos. Cuentan con un centro operativo en Palermo y un Centro Verde ubicado al costado de la villa 31, sobre la colectora de la autopista Arturo Illia: es un galpón donde se clasifica y se enfarda el material que luego es entregado a las empresas que lo reciclan.
La presidenta de El Ceibo es Cristina Lescano, “la jefa”, como la llaman todos, la que se divierte al ver la cara de incomodidad de los empresarios que vienen a negociar y se encuentran con ella, una mujer; la que de niña soñaba con ser bombero, la que ha sobrevivido a tremendos fuegos desde muy joven y salvado de incinerarse con drogas y alcohol a muchos de sus actuales compañeros.
“Mi motor es la inclusión social”, dice. “La cooperativa les ofrece la posibilidad de acceder a un trabajo formal para poder tener una casa digna, para sostener la educación de sus hijos o conseguir un crédito. El Ceibo representa la oportunidad de mejorar sus vidas y las de sus familias. ¡Pero ojo, hay que esforzarse! ¡Vagos afuera!”.
La enervan la victimización y la lástima. “Cuando empezamos, nos sentíamos discriminados”, sigue. “Los vecinos nos miraban con lástima o con miedo. Nos dimos cuenta de que nosotras mismas nos marginábamos y empezamos a cambiar nuestra imagen. Comenzamos a ‘emprolijarnos’, nos compramos chalecos para que nos identifiquen, ofrecimos un teléfono de referencia. Hicimos volantes instructivos para enseñar a clasificar la basura. Así, sin darnos cuenta, nos convertimos en las primeras promotoras ambientales.”
Por ser pionera, el Banco Mundial la llevó a Washington para contar su experiencia. “Imaginate”, dice, “de una casa tomada me fui directo y sin escalas a una habitación cinco estrellas. ¿Sabés?, no pude disfrutarlo. Me sentía fatal pensando cuántas familias podían vivir en esa habitación.”
El nosotros conjuga toda su vida. Piensa, siente y habla en primera persona del plural. “Vamos a la peluquería, nos cuidamos, somos mujeres, es importante estar bien”, dice, luciendo su larga y lacia cabellera.
Su día arranca a las 4 de la mañana. Unas 300 personas esperan sus instrucciones y su guía. La jubilación no es una opción para ella: “Que se la den a otro que la necesite más”, prefiere. Ha luchado toda su vida por los derechos de las mujeres, pero no la llames “feminista”. Tampoco “ecologista”, aunque con su trabajo protege el medio ambiente. Se autodefine como coordinadora de una cooperativa con inclusión social, e inevitablemente vuelve al “nosotros”. “No queremos depender de nadie”, dice. “Si alguien nos quiere dar una mano, que nos dé herramientas: máquinas, vehículos. No queremos plata. La plata la hacemos trabajando.”
Nombre: María Cristina Lescano.
Edad: “Sin cuenta. Los años no son los del DNI”.
Profesión: presidenta de la cooperativa El Ceibo.
Sector en el que se destacó: separación en origen de la basura.
Lugar de nacimiento: Arrecifes, Buenos Aires.
Lugar en el que desarrolla su actividad: Ciudad de Buenos Aires.
1. ¿Cuál es tu motor interior? ¿Qué te inspira a hacer lo que hacés?
Me inspira todo lo que me pasó, ver que se puede ser mejor y que otros tengan oportunidades para ser mejores.
2. ¿Qué te hace feliz?
Ver a la gente bien, que tiene ilusiones. Poder ayudarla con la inclusión social.
3. ¿Qué no te deja dormir?
La corrupción. Que usen a la gente pobre.
4. ¿Qué te gustaría cambiar del mundo?
Volver al valor de la palabra y de tantos principios que se perdieron.
5. Cuando eras chica, ¿qué querías ser de grande?
Bombero. O construir casas en el campo.