Para el economista y sociólogo, el éxito en bajar la inflación y así generar empleo y mejorar la distribución del ingreso depende del compromiso de la dirigencia en forjar acuerdos a largo plazo.
–Si tuviera un semáforo: ¿a cuáles aspectos de la economía argentina lo identifica con luz verde, amarilla y roja?
–La luz verde es que hay en marcha un proceso que apunta a resolver varios de los nudos gordianos principales de la Argentina, como es, en primerísimo lugar el déficit fiscal. Después está la reforma impositiva, la relación con el mundo. Y con el objetivo mediato de reducir la pobreza, que a todos preocupa, a lo que yo le agregar la mejora en la distribución del ingreso.
–El amarillo: la lucha contra la inflación, por todo lo que pasó desde el último diciembre en adelante, está en zona de riesgo: este año esperábamos una inflación del orden de la mitad de lo que va a ocurrir. Pero si se persiste en este camino, en 2019 habrá una baja significativa.
–El rojo: viene directamente de la herencia. Un gasto público arriba del 40 % del PIB, una presión tributaria del 37% del PIB con un déficit fiscal de 6 puntos del producto, es una combinación que no tiene ninguna solución indolora. Se intentó la que tenía chances de ser la más tolerable en relación con la del shock (inviable e inequitativa), pero el contexto internacional jugó en contra.
–Si la economía no termina recuperando en 2019 la probable caída de este año, completaría 8 años (dos períodos presidenciales) sin crecimiento total. ¿Qué reflexión le merece esto?
–Está el riesgo de tener, otra vez, una década perdida. La más famosa fue la del 80, en toda América latina, con default y recesión. Pero al repetirse, revela que tenemos una gran capacidad para tropezar varias veces y no sólo dos, con la misma piedra: principalmente, la inflación y el déficit fiscal. En Argentina llevamos 73 años de militancia inflacionaria teniendo el gran mérito de haber derrotado todos los planes de estabilización que se ejecutaron, desde el primero de Perón, en 1952, a la fecha. Con gobiernos militares o civiles, radicales o peronistas; con planes ortodoxos o heterodoxos. Hemos barrido con todos.
–El presidente Macri había prometido que el nivel de pobreza sería el indicador más relevante del éxito de su gestión. ¿Por qué cree que aun queriendo cumplir con esta meta, es muy difícil cumplirla?
–La pobreza es muy dependiente de la tasa de inflación y del crecimiento del empleo. De hecho, el empleo fue espectacular en el segundo semestre del año pasado 2017, con 680 mil puestos nuevos, que dan los números bien calculados. Pero cuando tenés el accidente de este año, se frena el crecimiento, entrás en recesión y, además, se reactiva la inflación. Justo los dos componentes más gravitantes en la determinación de la pobreza. Igual sobre esto habría que trabajar mucho con su medición en la Argentina, un tema que viene arrastrándose por décadas..
–En los últimos 15 años, la participación del gasto público consolidado creció sustancialmente. ¿Esto es causa o efecto de los desequilibrios de la economía argentina?
–En el fondo es el resultado de una mentalidad populista que está arraigada en la Argentina y no sólo en el peronismo: también en muchas otras ideologías políticas. No es un adjetivo sino un sustantivo, que significa maximizar el presente despreocupándose de sus consecuencias futuras. La coartada para maximizar el consumo ha sido aumentar el gasto público.
–Hay consenso que la inversión (productiva) es el camino para aumentar la producción y crecer. ¿Qué hace falta para que la inversión aumente sustancialmente?
–Estamos en un nivel muy bajo, una inversión global de algo más del 15% del PIB y nos hacen falta, al menos 8 puntos para alcanzar un crecimiento aceptable. Eso implica 50.000 millones de dólares por año que tendría que saltar la inversión. Cuando Macri fue a Davos al iniciar su gestión, se trajo promesas de inversión por 15.000 millones. ¿Y qué pasó? Cuando empezaron a hacer las cuentas y al ver la estructura impositiva argentina, cambiaron de idea. La principal traba a la inversión no sólo es la altísima presión tributaria sino la pésima estructura impositiva. Hoy el fisco recauda 10,5% del producto en impuestos que castigan a la producción. Por eso fue buena la decisión del Gobierno de encarar una reforma impositiva, pero se hace muy despacio porque no hay margen fiscal. Yo creo que se podría acelerarla un poco licitando cupos al que ofrezca más inversión, por cada peso de rebaja impositiva, por ejemplo.
–¿Se puede decir que una mejor distribución del ingreso recién viene luego de que la economía esté en un crecimiento?
–No necesariamente. Argentina tiene una reserva para explorar y mejorar la distribución que es el impuesto al ingreso de las personas, que se cobra poco y muy mal. No está integrado con los aportes previsionales que son como un impuesto ya que es un sistema de reparto. Así, un pibe que empieza a trabajar tiene que aportar 14% de su sueldo aunque esté por debajo de la canasta básica. El Gobierno, tiene una limitación política: hay sindicatos que representan a asalariados con ingresos relativos altos que se oponen tenazmente a cualquier reforma del mal llamado impuesto a las ganancias . El día que la sociedad, a través de su dirigencia, se decida a hacer un impuesto único a los ingresos que incluya los aportes a la seguridad social y que empiece a cobrar alícuotas desde el 1%, se habrá resuelto buena parte del dilema entre poder crecer y una distribución del ingreso más equitativa.
–El consenso suena atractivo. ¿Cuánto pesa el no alcanzarlo para cuestiones básicas en el desarrollo de la Argentina?
–Consenso es una palabra que no me gusta del todo porque podría entenderse como unanimidad y siempre hay diferencias. Yo diría más bien acuerdos. Argentina podría avanzar más rápido con acuerdos, sobre todo en tres cuestiones básicas: educación, nutrición y creación de empleo. Una educación pensada para el siglo XXI, un mercado de trabajo que incorpore el impacto del cambio tecnológico y sobre nutrición, usar la UAH, gradualmente, como una herramienta de política nutricional..
–Considerando nuestra trayectoria pendular, ¿se puede proyectar un futuro?
–Con Martín Lagos escribimos un libro: El país de las desmesuras, donde contamos que Argentina ha cometido errores comunes a otros países, pero en sobredosis. Déficit fiscal, inflación, violento cierre y luego apertura de la economía… y siempre a los bandazos: es una de las principales causas por la que Argentina ha crecido menos que el resto de los países comparables en las últimas siete décadas.
–¿Sobre qué cuestiones debería esforzarse la sociedad a través de sus dirigentes para alcanzar estos acuerdos?
–Sorpresas te da la vida. España o Sudáfrica, que partían de situaciones de conflictos muy intensos, lograron salir con acuerdos. Argentina podría lograrlo con un antecedente que se olvida con facilidad: el Diálogo Argentino, del año 2002. Allí fueron escuchadas como 2500 personas, me tocó participar como asesor de la Conferencia Episcopal y se produjo en documento que aún hoy tiene vigencia, acordado por la gran mayoría de los participantes. Era una situación crítica, se logró un acuerdo y fue hace muy poco tiempo. Es posible.
Perfil
Juan José Llach (Buenos Aires, 1944) es sociólogo (UCA) y economista (UBA). Consultor, docente universitario e investigador, luego de su paso por la función pública como virtual viceministro de Economía (1991-1996) y ministro de Educación (1999-2000), encontró en la Educación su objeto de estudio y pasión actual.
- ¿Sociólogo o economista?
- Me veo en la intersección: tengo una visión económica de la sociología y una social de la economía, con el enfoque de Max Weber.
- ¿Cómo es la economía canalla?
- La pasión en Rosario Central se hace presente en las buenas y en las malas (cuando estuvimos tres años en la B). Para un economista, es un buen entrenamiento de inteligencia emocional.
- ¿Modelo vs. realidad?
- Ahora en pleno auge de lo que se denomina “economía del comportamiento” se supera la visión del Homo Economicus, incorporando actitudes y valores “no racionales”.
- Un hombre público al que admire.
- Dorrego. Trató de encarnar el federalismo desde Buenos Aires.
- Sarmiento. A medida que me fui metiendo en la educación, valoré lo que hizo.
- Frondizi. Aún con todos sus defectos, creo que se empeñó en buscar acuerdos, supo entender muy bien los tiempos y lo que precisaba el país..
- Un orgullo.
- Ahora que está de moda, nunca me ofrecieron una coima..
- Una frustración.
- La estadía más larga en el Gobierno (secretario de Programación Económica del 91 al 96), terminó mal porque no se aprovechó lo bueno.
- Un sueño.
- Poder ver el punto en que la Argentina empiece un cambio de verdad.
Esta entrevista se incluyó en la edición de septiembre de 2018 de MONO, la edición impresa para los miembros de RED/ACCIÓN.