Incluso antes de que la comunidad internacional comenzara a unirse detrás del líder opositor de Venezuela, Juan Guaidó, Nicolás Maduro se estaba quedando sin muchas opciones. Ahora está claro que el régimen chavista no puede sobrevivir y que el país necesitará un apoyo humanitario y financiero masivo después de que caiga.
El mundo ha sido testigo de muchas catástrofes económicas a lo largo de los años, pero Venezuela es seguramente una de las peores de la historia moderna.
El país ha experimentado una pérdida del PBI real (crecimiento) mayor que la de la mayoría de los países azotados por la guerra durante la Segunda Guerra Mundial, y se espera que su tasa de inflación alcance 10,000,000% este año.
En estas condiciones, los alimentos, el 90% de los cuales se deben importar, son tan escasos que se estima que el venezolano promedio ha perdido 10.9 kilos; y se estima que tres millones de venezolanos (que representan alrededor del 10% de la población) han emigrado. Los cortes de energía, la escasez de agua y medicamentos, y la casi hambruna han sido características persistentes del reinado brutal e incompetente del presidente Nicolás Maduro.
Hasta la década de 1960, el PBI per cápita de Venezuela era el más alto de América Latina, alrededor del 80% del de Estados Unidos. Hoy en día, está muy por debajo el de Chile, Brasil, México y Colombia. Solo para comparar, en 1990, el PBI per cápita de Colombia era aproximadamente la mitad del de Venezuela.
Con las reservas de petróleo más grandes del mundo, Venezuela cuenta con hidrocarburos para más del 90% de sus ingresos de exportación. Pero su producción de petróleo ha caído desde un máximo de alrededor de 3.5 millones de barriles por día a fines de la década de 1990 a alrededor de 1.3 millones en 2018, y se espera que la producción disminuya a 700.000 en los próximos dos años.
De hecho, incluso cuando el precio del petróleo ha estado subiendo, la producción venezolana ha caído debido a la falta de mantenimiento e inversión, el robo de material, el nombramiento de Maduro de aliados militares inexpertos como gerentes y la emigración de los trabajadores petroleros que pueden ganar mucho más en otros países.
Un trabajador petrolero en Petróleos de Venezuela, S.A. (PDVSA), la compañía petrolera estatal, recientemente le dijo al Wall Street Journal que gana alrededor de US$ 8.00 por mes, ajustado por paridad de poder adquisitivo.
Una crisis autoinflingida
La situación de Venezuela es en gran parte autoinfligida. A pesar del aumento de los precios del petróleo, el régimen chavista permitió que los déficits fiscales se incrementaran al 24% del PBI en 2014.
Y como los precios del petróleo todavía estaban cerca de su punto máximo ese año, esos déficits se financiaron imprimiendo dinero, lo que llevó a acelerar la inflación. Para empeorar las cosas, el gobierno ha impuesto controles de precios tan severos que los minoristas están obligados a vender sus productos con pérdidas.
Más allá de estos intentos torpes de regular la actividad económica, la represión cada vez más brutal del régimen contra la disidencia y la erosión de las instituciones democráticas del país ha empeorado las cosas. Bajo la vigilancia de Maduro, los servicios básicos han dejado de funcionar. En 2016, se les dijo a los empleados del gobierno que se presentaran solo dos días a la semana para conservar la electricidad; el país sufrió cortes de energía masivos de todos modos.
En enero, Maduro comenzó su segundo mandato, luego de ganar una elección presidencial fraudulenta en mayo pasado. En respuesta, muchos países latinoamericanos, junto con Canadá, los Estados Unidos y algunos estados miembros de la Unión Europea, han reconocido al presidente de la Asamblea Nacional, Juan Guaidó, como presidente legítimo de Venezuela, de acuerdo con la línea de sucesión constitucional del país.
Además, EE. UU., un importante mercado para las exportaciones petroleras venezolanas, ha sancionado al régimen de Maduro, congelando sus cuentas bancarias y ordenó que los pagos de las compañías estadounidenses por el petróleo venezolano se hagan a una nueva cuenta que se pondrá a disposición de Guaidó.
Ante las protestas masivas, Maduro ha continuado recurriendo a la intimidación, el encarcelamiento y el hambre de figuras de la oposición. Al mismo tiempo ha estado sobornando a los líderes militares para mantener su apoyo.
Sin embargo, la pregunta no es si Maduro puede resistir, sino durante cuánto tiempo. Su régimen no puede durar indefinidamente, y cuando caiga, Venezuela tendrá necesidades apremiantes.
Hay que pensar en un programa de reconstrucción
Para empezar, el país requerirá ayuda humanitaria en gran escala. Los hospitales deben ser reabastecidos, reabrir las escuelas y restablecerse el transporte público y otros servicios vitales. Y la comida debe estar disponible para una población gravemente desnutrida.
Al mismo tiempo, Venezuela necesitará reformas para terminar con la inflación, restaurar la estabilidad macroeconómica y reactivar la actividad económica. También requerirá apoyo financiero para importar suministros y reparar maquinaria y equipo. Esto se aplica no solo a la producción de petróleo, sino a todos los sectores económicos.
La reconstrucción de Venezuela será un proceso largo. En tiempos de guerra, la producción tiende a disminuir debido a que el enemigo deshabilita infraestructura clave como las conexiones ferroviarias y las instalaciones de generación de energía. En Venezuela, es como si el país hubiera estado librando una guerra total: los centros operativos vitales están funcionando mal porque se ha descuidado el mantenimiento de rutina y se ha desestimulado la inversión durante más de una década.
El desafío, entonces, es restaurar un entorno macroeconómico estable y un clima de negocios que mejore rápidamente la vida de los venezolanos, para que continúen apoyando las reformas políticas. Esto no será fácil.
Esperamos que los próximos líderes de Venezuela y la comunidad internacional comprendan la naturaleza del desafío y tomen las medidas necesarias para mantener la paz social durante la reconstrucción. Se vienen días difíciles.
Anne O. Krueger es ex economista en jefe del Banco Mundial y académica de la Universidad de Stanford.
© Project Syndicate 1995–2019