La consultora política Ana Iparraguirre trabaja desde hace 15 años en el diseño de estrategias de campaña desde su consultora, Dynamis Consulting, asesorando a presidentes, gobernadores y alcaldes candidatos en América Latina. Ahora pasa su tiempo entre Buenos Aires y Washington, como socia de la consultora GBAO, desde donde desarrollan estrategia e investigación para el partido demócrata. En esta entrevista, la también columnista habitual de diversos medios, señala que “no existe ‘la nueva derecha global’”, que la IA jamás podría haber anticipado un presidente como Javier Milei, y explica por qué Kamala Harris puede representar para el electorado estadounidense un cambio máyor que el que representa Donald Trump.
—Más allá de sus particularidades ¿Qué tienen en común los líderes de las llamadas “nuevas derechas” como Meloni en Italia, Bolsonaro en Brasil, Marine Le Pen en Francia, Trump en Estados Unidos o Milei en Argentina?
—Lo primero que hay que decir es que no son la típica derecha a la que estamos acostumbrados, porque no se anclan en la historia de la derechas históricas. Encarnan nuevos arquetipos de lo que significa la derecha.
—¿En qué sentido?
—Meloni hace una conexión más directa con el señor de los anillos que con el fascismo anterior. Trump es una derecha populista muy diferente del republicanismo histórico conservador, y Milei aparece con rasgos de una ideología libertaria que plantea algunos inconvenientes para esta derecha populista. Es cierto que todos incorporan un importante uso de la disrupción.
—¿En su comunicación?
—Sí, pero no solo. En esa disrupción hay que incluir su apariencia física, la pelea exacerbada con el wokismo, el estilo políticamente incorrecto, el lenguaje agresivo que busca dividir. La curiosidad es que algunos conceptos conservadores clásicos suenan nuevos bajo ese prisma.
—¿Hay algo en particular que haya favorecido el fenómeno?
—Aunque algunos de éstos líderes son anteriores a la pandemia, creo que la pandemia los potenció a todos, porque todos aprovecharon la reacción a la intromisión del Estado. Además, marean a sus opositores, que se debaten entre invitarlos a participar del juego democrático y denunciar que son un riesgo para la democracia.
—Sin embargo, la denuncia de que representan un peligro para la democracia no parece encontrar eco en la mayor parte de los votantes.
—Lo que ocurre es que hoy la democracia significa muchas cosas diferentes para distintas personas. Palabras que uno cree tienen un significado en la cabeza de la gente, se perciben de manera muy diversa.
—¿Por qué?
—Porque el significado de la democracia se ve muy afectado por su pérdida de capacidad para resolver los problemas de la gente. Esas demandas son cada vez más inmediatas, más impacientes, de ahí que lo que vemos es el voto inconformista, por el cambio. Ganan las oposiciones al oficialismo: donde estaba la izquierda viene la derecha, donde estaba la derecha viene la izquierda. En el parlamento europeo ganó la derecha, pero en Inglaterra, el laborismo.
—¿Cuáles son las particularidades de Javier Milei, qué lo diferencia del resto de los líderes de la nueva derecha global?
—Primero te diría que no existe algo articulado como “la nueva derecha global”, hay coincidencias, pero no articulación. Se miran, en algunos casos se retroalimentan, pero no juegan en equipo. Respecto a Milei, se pueden apuntar algunas particularidades muy importantes. Primero, que es el más outsider de los outsiders.
—Un primerizo al poder, dice Andrés Malamud.
—Exacto. Bolsonaro viene de la corporación militar, Trump de la corporación económica, pero Milei llega en paracaídas, sin partido, sin recursos propios, sin corporaciones. Me gusta citar un libro de David Grohl, el baterista de Nirvana, en donde cuenta que aprendió a tocar la batería sin ningún tipo de instrucción. Su aprendizaje fue un proceso creativo, autodidacta, sin instrucción formal, de modo que tocó la batería como creyó que había que tocar la batería. Nada más.
—Cómo Milei…
—...Que es presidente como él cree que tiene que ser, sin referencias, ni formación, ni expectativas. Además tiene importantísimas diferencias ideológicas con otros líderes de derecha. Le gusta llamarse el primer presidente libertario de la historia de la humanidad, muy distinto a los clásicos populismos de derecha de tarifas subsidiadas y beneficios sociales extendidos. Este es un experimento realmente nuevo.
—¿Hasta dónde el fenómeno de estos liderazgos se apalanca en las redes sociales?
—Son esenciales para traspasar fronteras, para crear espacios en donde se pueden decir cosas consideradas tabú. Son un lugar en donde los políticos se comunican directamente con sus votantes. Por supuesto, los medios de comunicación siguen siendo importantes en su rol de validadores, pero el alcance y la multiplicación, se da en las redes sociales. Y este fenómeno se va a exacerbar con la inteligencia artificial.
—¿Con impactos positivos o negativos?
—Con ambos. Por un lado, la IA permite la hipersegmentación, es decir, una comunicación todavía más directa. Para quienes nos dedicamos a las campañas políticas puede hacer elástico el recurso más escaso en una campaña, que es el tiempo del candidato. Por el otro, es un modelo que aprende del pasado, con lo cuál sólo puede proyectar desde lo conocido. En Argentina la IA jamás podría haber imaginado un presidente como Milei.
—¿Qué ocurre con los sesgos “políticos” de los algoritmos?
—Existen y son muy claros: privilegian las posiciones de izquierda y de derecha más extremas, relegando a los candidatos moderados. Por eso alientan y alimentan la hiperpolarización. Además está la forma en que la IA acelera la creación y circulación de la desinformación: vamos a ver cada vez más videos de candidatos que son fake news, y videos reales que los candidatos dirán que son fake news.
—¿Cómo se construye una campaña entre tanto “ruido” comunicacional?
—Es mucho más difícil alcanzar un mensaje pulido. Por eso se trabaja distinto: se lanzan varios mensajes, se estudian las reacciones, y desde ahí, los mensajes se articulan con lo que la sociedad te devuelve. Con la siguiente complejidad: la audiencia tiene cada vez menos capacidad de atención. James Carville, gran estratega político en los EE.UU., decía que él era muy bueno en campañas porque tenía ADD (un trastorno por déficit de atención), es decir, la misma capacidad de retención de mensajes que un votante promedio. Así podía simplificar el mensaje a su mínima expresión para que la gente lo pudiera retener.
—En los últimos 15 días la campaña en los EE.UU. atravezó el intento de asesinato de Donald Trump y la renuncia a la candidatura de Biden.
—Una campaña en cámara rápida, donde pareciera que una cosa tapa rápidamente a la otra.
—¿El impacto de la casi segura candidatura de Kamala Harris por el partido demócrata?
—Les permite a los demócratas resetear la campaña, y volver a empezar. Se recuperó el entusiasmo, se recaudaron más de 100 millones de dólares en 24 horas, y subieron las cifras de ciudadanos demócratas registrados para votar, entre otras cosas. Y cambia la oferta para los votantes que buscan un cambio.
—¿En qué sentido?
—Kamala renueva la oferta electoral para quienes quieren un cambio. Biden era continuidad, Trump era cambio, pero ahora Kamala puede ser más cambio que Trump.
—¿Por qué?
—Porque es una mujer afroamericana con ascendencia asiática, sin ejercicio de la presidencia. Por eso es posible que cuando sea efectivamente nominada la campaña cambie dramáticamente. De todas maneras, seguirá siendo una elección muy peleada en los siete estados competitivos.
—Última pregunta. El Gobierno argentino intérpreta que el futuro apoyo de los EE.UU. depende de qué candidato gane en esas elecciones. ¿Coincidís con esa expectativa?
—Yo creo que es una lectura un poco barrial de la situación. El Gobierno puede soñar con que un Trump presidente lo ayude con el FMI, pero me parece que a Argentina lo que más le conviene es un mundo ordenado, sin conflicto. Un mundo en donde haya más oportunidad para que las inversiones vayan a la Argentina. Ese mundo es más posible con Kamala Harris que con Donald Trump.