A menos de dos semanas del comienzo de los Juegos Olímpicos de 2024 en París, activistas y defensores ambientales continúan planteando preguntas sobre el compromiso del Comité Olímpico Internacional (COI) sobre uno de los tres pilares de la Agenda Olímpica: la sustentabilidad.
A pesar de la retórica optimista del COI este año, una de las tendencias principales históricas de los Juegos Olímpicos es la explotación ambiental en los países sede. El evento en sí genera incrementos sustanciales de emisiones de dióxido de carbono, residuos, consumo de energía e incluso contaminaciones extremas. En el 2000, en los Juegos de Sydney, fueron vertidos desechos tóxicos en la bahía de Homebush. En Sochi, para las Olimpiadas de Invierno 2014, desechos de construcción contaminaron el río Mzymta, al igual que durante los Juegos en Río 2016. La evidencia para justificar las preocupaciones de los activistas es abundante.
Bajo la sombra de la crisis climática, el COI se comprometió a medir la huella de carbono del evento y compensar el impacto negativo colaborando en proyectos medioambientales y sociales. De hecho, este año los Juegos se publicitaron como los más verdes y sostenibles de la historia, pero, a pocas semanas de comenzar, se detectó que el nivel de la bacteria Escherichia coli en el río Sena, donde se practicará natación en aguas abiertas y una parte del triatlón, es 10 veces superior al aceptable. La semana pasada las autoridades parisinas destacaron con preocupación que las muestras del agua todavía no cumplen con los estándares necesarios para la competencia, indignando a los competidores nadadores como Ivan Puskovitch, quien dijo que la falta de un plan B es “extremadamente irresponsable”.
Si bien los activistas son comúnmente caracterizados como aguafiestas, su dedicación por la causa no claudica. A principios de año, una docena de activistas hicieron un die in (en español, hacerse el muerto) en frente a un local oficial de las Olimpiadas para denunciar la contaminación del evento. Los protestantes se acostaron en la calle vestidos con ropa de deporte sosteniendo carteles con eslóganes criticando los juegos.
Los parisinos incluso amenazaron con defecar en el río para protestar por la cantidad de dinero –$1,49 mil millones de dólares– que la ciudad destinó a prepararlo para el evento, en lugar de abordar problemas sociales más urgentes. “Es su turno de sumergirse en nuestra mierda”, decía el eslogan de los protestantes.
A pesar de estas protestas, los activistas son conscientes de que su voz está generando poco efecto. La manifestación más reciente fue el 2 de abril, en la estación de tren Gare d’Austerlitz, en contra de los helicópteros que se usarán de taxis desde los aeropuertos parisinos durante el evento, y se trató de un grupo de personas muy pequeño. “Pensamos que iba a popularizarse, pero por el momento no hay lugar”, comentó Julien Moisan, de Secours Catholique en Marseille, organización que está intentando generar conciencia del daño ambiental, a Le Monde.
“Solo podemos ejecutar pequeños logros individuales sin ningún tipo de representación en los medios”, denunció Gilles Sabatier, un activista parisino, al mismo medio. “Hay una sensación de derrota, de ‘para qué sirve’, porque estamos enfrentados a un evento gigantesco”, añadió.
Los activistas también resaltan la dificultad de movilizar a la gente en contra de los juegos cuando este año fueron publicitados como los más sustentables de la historia. París prometió organizar un evento accesible, sin construcciones masivas y con un presupuesto contenido para minimizar la contaminación. La narrativa es difícil de deshacer.
El ministro del Interior francés, Gérald Darmanin, se ha tomado muy en serio la protección del evento ante activistas. Ha dicho que el riesgo de disrupciones nace de “ecologistas de ultra izquierda”, refiriéndose a los grupos activistas Earth Uprising y Last Renovation. Darmanin contó en abril que algunas de las personas que se anotaron para ser voluntarios del evento fueron rechazados porque tenían alianzas con estos grupos. El ministro dejó claro que no habría protestas durante los Juegos Olímpicos.