Mariela Fumarola lleva 15 años recorriendo las calles de la Ciudad de Buenos Aires para asistir a quienes viven en la vía pública. Es la fundadora de Caminos Solidarios, una organización que acerca alimentos y ayuda en distintos puntos de la Capital Federal, y que percibió cómo en los últimos meses la crisis golpeó especialmente a estas personas en situación de vulnerabilidad.
—¿Qué recorridos están haciendo hoy?
—Los lunes estamos en Plaza de Mayo, en el marco de Frío Cero. Los martes en Almagro (Rivadavia y Castro Barros), los jueves en Paternal y Chacarita y los viernes en Parque Patricios. Estos últimos tres barrios tienen una parte donde los voluntarios se quedan en un lugar entregando la comida y otro grupo hace recorridas. Los lunes y los martes son puntos fijos. Son como comedores en la calle. En cada grupo hay alrededor de 15 voluntarios.
—¿Cómo impactó la crisis económica actual en la situación de calle?
—La crisis impactó duplicando la cantidad de gente que recibimos en cada zona. En las últimas semanas aumentó notablemente y estamos buscando de dónde conseguir más comida para que todos se puedan llevar un plato.
—¿Qué experiencias cuentan quienes viven en la calle en estos días de frío?
—Suele ser siempre lo mismo, hoy un poco peor. Lo difícil que está conseguir cualquier changuita y que lo que consiguen no les alcanza para nada. A lo que siempre han estado acostumbrados, lamentablemente está peor. El gran apoyo que tienen siempre son las organizaciones sociales, comedores, iglesias o voluntarios que preparan comida. Tienen agendado dónde comer cada día, si no, no podrían comer.
—¿Qué respuesta ves de la sociedad ante las personas que peor la están pasando?
—Por suerte siempre hemos recibido una mirada compasiva ante el dolor. Muchos de los voluntarios son personas que pasan por la calle y nos vienen viendo desde hace años. Hasta que un día deciden colaborar con algo. Un día traen una bolsa de pan. Otro día les pedís “teneme esto” y se suman como voluntarios. Ahora una mujer nos traía cajas de empanadas y kilos de banana. Era como que llegara Papá Noel: estábamos muy justos y con eso aseguramos la comida. Ahora ya la integramos al equipo. Esta situación genera dolor y respeto y siempre vemos que hay gente que acompaña. Muchas personas que pasan preguntan de dónde somos, cómo ayudar. Te piden un teléfono….
—¿Qué mirada hacen de los cambios anunciados por el Gobierno porteño para asistir a esta población?
—Para mí es doloroso, es hasta violento, porque saber que hay gente que con estas medidas las dañás… hay quienes ya estaban dañadas y las vas a dañar más… No es que se prevé una estructura para que las personas no se mueran. Siento que hay una indiferencia total. Los anuncios de mejorar la infraestructura los veo muy idealistas y poco concretos. Se podrían hacer otras cosas. No veo una intención del Gobierno de la Ciudad de mejorar la situación de las personas en situación de calle. Vemos que les sacan las cosas, pero no es que se las llevan a otro lugar, sino que se las tiran todo a la basura. “Váyanse de acá”, les dicen. Esto pasa hace años en la ciudad, pero ahora es más violento. Antes esto ocurría en la madrugada. Ahora se hacen a plena luz del día. Como que no hay intención de ocultarlo. Yo no veo realmente un futuro mejor para ellos.
—Participan desde hace años de la campaña Frío Cero. ¿Creés que en este tiempo se tomó más conciencia de estar atentos a que nadie duerma en la calle en épocas de frío?
—Esta campaña arranca para cuidar que nadie en situación de calle muera de frío. Estamos en una ciudad que hay gente por todos lados. No puede morir alguien que está rodeada de otras personas. Se hicieron campañas para que tomen conciencia. Me llegan mails para avisar que ven a personas en situación de calle. La gente tiene interés, esto fue aumentando año tras año. También se fueron perdiendo temor y prejuicios de que quien está en la calle te puede robar, que puede ser violento. Desde el voluntariado hemos alentado a esto: a preguntarles cómo se llaman a acercarse. Creo que todos estamos más cerca. No es solo gente joven y más sensible, sino que más personas mayores se acerca sin temor.
—¿Qué aprendiste en este tiempo asistiendo a personas en situación de calle?
—Ya hace 15 años estoy dedicada a acompañar a personas en situación de calle. Y ellas me han enseñado muchísimo. Me han enseñado que lo mío es suerte por estar de este lado, pero todo gira y puede cambiar. Por eso hay que mantener siempre el respeto para alguien que sufre y necesita algo. Hay que buscar las palabras correctas para quien está lastimado. Pensar cómo mirás a esa persona. Busco reflejarme en las personas que acompaño, porque no sabemos dónde vamos a estar mañana. Las personas que están en la calle podríamos ser cualquiera de nosotros si tuviéramos otra suerte.