La escasez de recursos y la baja disponibilidad en obtener bienes de consumo ha supuesto que el arte de reparar a lo largo de la historia fuese una virtud destacada. Recuerdo nítidamente una conversación al terminar una jornada laboral en el mar y acercarnos a los talleres navales porque la estación de radio había dejado de funcionar:
-¿Por qué no cambiamos sencillamente la estación de radio?
-Eso lo hace cualquiera, la sabiduría está en arreglarla y en que vuelva a funcionar.
Sin embargo, en los últimos 50 años se ha impuesto una economía lineal desmesurada, bajo un falso lema de progreso basado en “extraer-producir-consumir-desechar”. Así, se prevé que la generación de residuos a nivel mundial aumente notablemente, pasando de 185 kg anuales per cápita en 2010 a 350 kg anuales per cápita en 2050, con una creencia en el carácter ilimitado de los recursos asociada a una fe inquebrantable en el desarrollo científico para su gestión correcta.
Frente a esta tendencia, cada vez son más las iniciativas enfocadas a implantar una economía circular que promueva el aprovechamiento de los recursos y ponga de nuevo en valor la reparación.
Sin ir más lejos, el pasado 23 de abril de 2024, el Parlamento Europeo aprobó por una clara mayoría nuevas medidas para reforzar el derecho a reparar de los consumidores, con vistas a la adopción de una directiva comunitaria por la que se establecen normas comunes para promover esta práctica.
Las múltiples “erres” de la economía circular
Desde la publicación del Informe Meadows sobre los límites del crecimiento, encargado por el club de Roma en 1972, ha ido madurando paulatinamente la conciencia sobre la necesidad de conseguir un desarrollo sostenible de la sociedad, compaginando recursos y bienes de consumo.
Este axioma se ha materializado en diversas estrategias, como el impulso de la economía circular o sistema multi-R, esto es, se ha evolucionado del clásico concepto 3R (reducir, reutilizar y reciclar) de la economía del reciclaje a un enfoque consecuencial de una estrategia priorizando diferentes “erres”: repensar, rediseñar, reutilizar, reparar, reducir, recuperar y reciclar.
Reparar tiene como misión principal ampliar el ciclo de vida de utilización de los bienes de consumo y luchar contra la obsolescencia programada, esto es, establecer el final de la vida útil de un producto desde el momento de su fabricación.
Ecoetiquetas que facilitan la reparación
Una de las herramientas para facilitar la consecución de una economía circular son las ecoetiquetas. Estas buscan informar al consumidor mediante un logo o sello que garantiza o certifica la consecución de buenas prácticas ambientales en base al cumplimiento de una serie de parámetros o indicadores ambientales que varían en función de cada ecoetiqueta.
En 2019, el Gobierno francés aprobó una ley que regula la obligatoriedad de mostrar información clara a los consumidores sobre la reparabilidad de los aparatos eléctricos y electrónicos. El objetivo era animar a los ciudadanos a elegir productos más reparables y a los fabricantes a mejorar la reparabilidad de sus productos.
Desde enero de 2021 ya está disponible. Se puede obtener esta ecoetiqueta en cinco categorías de productos (por ejemplo, portátiles, televisores o lavadoras). La ecoetiqueta establece un rango entre 0-10 desde el menos reparable al más reparable.
El índice de reparabilidad establecido en Francia evalúa principalmente estos criterios:
- Desmontaje y disponibilidad de piezas de recambio.
- Precio de las piezas de recambio.
- Aspectos específicos del producto. En el caso de los móviles, portátiles y televisores, se incluyen aspectos de software.
Otra iniciativa interesante es el indicador Eco Repair Score para aumentar la vida útil de los vehículos y sus componentes considerando la evaluación del ciclo de vida en la reparación de los daños causados por un accidente. Se trata de un elemento muy importante teniendo en cuenta que el parque móvil europeo supera los 400 millones de vehículos.
Fomento del derecho a reparar
Las nuevas medidas incluidas en la propuesta aprobada recientemente por el Parlamento Europeo permiten hacer realidad el hecho de que reparar sea más fácil y barato que comprar nuevos productos.
Por un lado, se extiende la garantía, de manera que una vez expirada la garantía legal, el fabricante seguirá obligando a reparar productos domésticos comunes como lavadoras, aspiradoras o teléfonos. Además, la garantía de los bienes reparados podrá ampliarse un año más.
También se revitaliza el mercado de la reparación, de manera que los fabricantes tendrán que poner a disposición de los consumidores piezas de recambio y herramientas a un precio razonable.
Finalmente, los Estados deberán llevar a cabo diversas acciones como ofrecer cursos de reparación, realizar campañas de información o apoyar espacios de reparación comunitarios. Todo ello destinado a fomentar la cultura de la reparación.
Los recursos del planeta son limitados y, por tanto, debemos optimizar su uso y conseguir una circularidad de estos. Reparar debe tener una alta prioridad, pues nos garantizará extender el ciclo de vida de los bienes de consumo, siendo una pieza clave para alcanzar una economía circular sostenible.
*Gumersindo Feijoo Costa, Catedrático de Ingeniería Química. Centro Singular CRETUS, Universidade de Santiago de Compostela
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.