Una oleada de protestas en solidaridad con el pueblo palestino se está extendiendo por los campus universitarios. Hubo más de 400 manifestaciones de este tipo a finales de abril de 2024 sólo en Estados Unidos, a las que hay que sumar las de Canadá y otros países europeos.
Las reivindicaciones concretas varían de una ciudad a otra. Lo que les une es el llamamiento a las instituciones académicas para que utilicen su influencia financiera y de otro tipo para presionar a Israel.
Los manifestantes exigen la desinversión, es decir, la venta de activos financieros relacionados con empresas israelíes o de acciones en otras corporaciones que se considera que ayudan al ejército israelí.
Además, muchas protestas incluyen peticiones de revelación de esos vínculos financieros. También exigen que las facultades y universidades se distancien de Israel poniendo fin a los programas de estudios en el extranjero y a los intercambios académicos.
Las demandas son sobre todo una respuesta a los bombardeos de Israel y otras operaciones militares en Gaza que siguieron al ataque de Hamás contra Israel del 7 de octubre de 2023.
También se derivan de preocupaciones más amplias en torno al prolongado bloqueo israelí de Gaza y medio siglo de ocupación militar de Cisjordania y Gaza. Ambas preocupaciones han estado detrás del movimiento de boicot, desinversión y sanciones durante casi 20 años.
Llevo décadas enseñando e investigando las relaciones israelo-palestinas y la política mundial en torno a estas cuestiones. Por el camino, he aprendido que el discurso en torno al activismo relacionado con este conflicto de Oriente Medio es al menos tan relevante como los efectos directos del propio activismo.
Tácticas del movimiento estudiantil
En 2005, 170 grupos de la sociedad civil palestina se unieron para iniciar un llamamiento al boicot, la desinversión y las sanciones. Muchas organizaciones estudiantiles, asociaciones académicas y otros grupos abrazaron la iniciativa.
Los activistas piden a los consumidores de todo el mundo que boicoteen los productos fabricados en Israel y se abstengan de gastar dinero en películas, música y otros productos culturales israelíes. Disuaden a los grupos musicales no israelíes de actuar en Israel e instan a académicos y estudiantes a no estudiar en instituciones académicas israelíes ni colaborar con ellas.
El movimiento también promueve la desinversión en empresas que apoyan las operaciones militares de Israel. Y pretende imponer sanciones, que hipotéticamente podrían incluir embargos de armas, congelación de activos o barreras comerciales.
En otras palabras, el gobierno estadounidense tendría que participar para que las sanciones funcionaran. Debido a sus estrechos vínculos con el gobierno israelí, esto es extremadamente improbable. No obstante, Estados Unidos ha sancionado recientemente a ciertas entidades israelíes de extrema derecha.
Por esta razón, los activistas con sede en Estados Unidos se han centrado en el boicot y la desinversión más que en las sanciones.
Tres grandes objetivos
Junto con esas tácticas, el movimiento tiene tres objetivos o pilares.
El primero es poner fin a la ocupación israelí de Cisjordania y Gaza.
El segundo es desmantelar el muro de separación que serpentea por Cisjordania.
El tercero es lograr la plena igualdad de los ciudadanos palestinos de Israel y el derecho de los refugiados palestinos a regresar a sus ciudades y pueblos ancestrales en la Palestina histórica. Unos 750 000 palestinos huyeron o se vieron obligados a trasladarse a zonas circundantes antes y durante la guerra árabe-israelí de 1948.
Dos tercios de los residentes actuales en Gaza son refugiados y sus descendientes, que fueron desarraigados de sus hogares en 1948. Este derecho al retorno está consagrado en el derecho internacional.
Aunque Israel nunca ha permitido regresar a estos refugiados palestinos, sí mantiene un “derecho al retorno” para los judíos.
Respuesta en el mundo
El movimiento ha calado entre muchos palestinos y sus partidarios en todo el mundo. Pero ha habido un esfuerzo concertado en Israel y Estados Unidos para actuar en su contra.
Israel ha prohibido la entrada al país a algunos partidarios del movimiento Boycott, Divestment, Sanctions (BDS), con judíos entre ellos. Y 38 estados de EE. UU., hasta 2024, han promulgado leyes contra este movimiento. Dichas leyes exigen a los estados que no inviertan fondos en empresas que apoyen los objetivos del movimiento.
Para algunos judíos, el boicot a los productos israelíes evoca el boicot nazi a las empresas judías en Alemania en la década de 1930. Otros críticos creen que los vínculos académicos y culturales no deberían restringirse nunca por ningún motivo.
También hay críticos que consideran legítimas las tácticas pero se oponen a uno o más de los objetivos del movimiento. El objetivo menos controvertido de los tres pilares es la plena igualdad de los ciudadanos palestinos de Israel. Los críticos del BDS casi nunca se oponen a este objetivo. En cambio, el debate se produce sobre el grado en que diferentes personas consideran que los ciudadanos palestinos de Israel ya poseen la igualdad.
El segundo objetivo, poner fin a la ocupación israelí, suele suscitar la oposición principalmente de los partidarios de derechas de Israel. Estos partidarios más conservadores de Israel creen que la ocupación, incluida la barrera de seguridad que separa a los residentes palestinos de Cisjordania de los colonos israelíes y de los residentes israelíes en zonas no disputadas, es necesaria para mantener la seguridad israelí; o incluso que no hay ocupación en absoluto.
Otros israelíes afirman que los colonos israelíes merecen vivir en todas las tierras del antiguo Israel, incluida Cisjordania.
Conceder a todos los refugiados palestinos el derecho al retorno es el objetivo más controvertido por el temor a que los judíos se conviertan quizá en una minoría de ciudadanos de Israel, haciendo que el país deje de ser un Estado judío.
Otra preocupación común en relación con el movimiento y las reivindicaciones ligeramente diferentes que se escuchan hoy en los campus tiene que ver con la impresión de que se está señalando a Israel para criticarlo cuando hay muchos otros países que cometen violaciones de los derechos humanos.
Modestos éxitos
Las protestas en los campus universitarios en la primavera de 2024, incluidas aquellas con acampadas prolongadas, han tenido, en el mejor de los casos, un éxito modesto.
Por ejemplo, los manifestantes de la Universidad Brown consiguieron persuadir a la administración para que celebrara una votación sobre la desinversión en empresas relacionadas con el ejército israelí. A cambio, los manifestantes aceptaron desmantelar su campamento.
Y los administradores de la Universidad Estatal de Portland aceptaron interrumpir su relación con Boeing, que es un contratista militar y un fabricante de aviones civiles.
Pero quizá lo más importante es que las protestas han contribuido a que las reivindicaciones palestinas en materia de derechos humanos estén en el punto de mira de la opinión pública.
*Mira Sucharov, Professor of Political Science, Carleton University
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.