Con la velocidad que se consume un fósforo, miles de árboles nativos y especies implantadas se incendian cada verano en la Patagonia y la recuperación de los bosques demanda mucho tiempo.
Más del 90% de los incendios forestales tienen por origen la incidencia del ser humano. Por eso, la mayoría de estos focos se pueden evitar con acciones simples, preventivas, como respetar los lugares donde no está permitido hacer fuego, no arrojar colillas de cigarrillos o no tirar residuos que luego pueden terminar siendo conductores del fuego.
Las estadísticas oficiales no llegan a dimensionar la magnitud del daño que causan los incendios forestales. No solo se pierde vegetación sino también se provoca inestabilidad en los suelos, se afectan hábitats naturales de especies animales, se altera el ecosistema y también la vida de las personas que habitan la región.
Cifras alarmantes
“Los incendios son cada vez más violentos”. Ariel Amthauer sabe de lo que habla porque desde hace años es el titular de la Dirección de Lucha contra Incendios Forestales de Parques Nacionales. Y también pone el foco en la importancia de lo que hace la intervención humana: para mal, como las acciones que terminan provocando estas catástrofes ambientales en grandes extensiones de bosques nativos en la Patagonia; y para bien, como la tarea de los brigadistas que son los que “con la pala en mano” dan por terminado el fuego.
En los Parques Nacionales de la Patagonia, en el verano del 2024 se registraron varios incendios forestales y en simultáneo hubo tareas en Los Alerces (Chubut), Nahuel Huapi (Bariloche) y Lanín (San Martín de los Andes). Las características del origen fue distinta en cada uno. Allí estuvo la mano del hombre, con un foco intencional que terminó por devorar 6.924 hectáreas en el cerro Centinela que afectó tierras chubutenses y del área protegida; y con una fogata negligente que derivó en la afectación de 638 hectáreas de especies nativas en el prístino Brazo Tristeza. También el factor natural generó fuego este verano, porque los rayos de una tormenta eléctrica provocaron una cadena de 11 incendios en el sur neuquino.
Los registros pueden seguir sumando hectáreas porque hasta avanzado el otoño las condiciones pueden ser favorables para una nueva propagación del fuego en los bosques patagónicos.
Según registros oficiales de la Dirección de Lucha contra Incendios Forestales en 2023 en las áreas protegidas de la Patagonia se combatieron 10 incendios que consumieron 6.012,35 hectáreas; en 2022 fueron 8 siniestros con mayor superficie afectada: 8.364 hectáreas, entre las que se cuentan los cadáveres de árboles grises que hoy se pueden ver al cruzar el Cañadón de la Mosca por la Ruta Nacional 40 a mitad de camino entre Bariloche y El Bolsón, y transitar el sendero de ripio que llega hasta el lago Steffen.
A estas cifras alarmantes de las áreas protegidas, se debe sumar la afectación de jurisdicciones provinciales y municipales. Según Amthauer, “Argentina tuvo 3 años consecutivos de fuego, desde marzo de 2020 a abril de 2023. Recién en el invierno de 2023 se dio un respiro de semanas sin fuego”, puntualizó.
Factor humano
En Patagonia, la temporada de incendios -que tiene las condiciones más propicias para la propagación del fuego- va desde septiembre hasta abril. Por eso allí es cuando se debe tener más cuidado.
“Lo más peligroso es el descuido humano, la colilla del cigarrillo y los fuegos mal apagados y abandonados”, señaló el titular de la Dirección de Lucha contra Incendios Forestales que admitió que es poco probable que las personas evalúen el impacto del daño que pueden generar con sus acciones u omisiones.
Juan Carlos Salazar, brigadista y coordinador del área técnica y capacitación del Departamento de Incendios, Comunicaciones y Emergencias del parque nacional Lanín, consideró que “cada visitante que entra al parque es una probabilidad de que se genere fuego”. Dijo que muchos “están predispuestos” a cumplir indicaciones de cuidado e incluso admiten sus “torpezas”, pero hay otras personas que tienen otra actitud: “ahí es más complejo, tienen que intervenir otras instituciones como Gendarmería para que entiendan que en el lugar no se puede hacer fuego”.
En el Servicio Provincial de Lucha contra Incendios Forestales de Bariloche, Orlando Báez, aseguró que en esa jurisdicción la mayoría de los siniestros provocados por la mano del hombre “son intencionales, gente que prende” y un 97% de los fuegos que en los últimos años combatieron corresponden a los llamados de “interfase”, que es donde confluyen áreas urbanas y rurales.
“Todos los años pasa lo mismo en la región, este año en Los Alerces y en Bariloche… y es la mano del ser humano, no es natural”, se lamentó Marcelo Cárdenas, un poblador del paraje Las Golondrinas, en Lago Puelo, Chubut, que perdió su vivienda, su taller y todo lo que tenía el 9 de marzo de 2021 como consecuencia de un incendio forestal. Además apuntó a la falta de tareas de poda y limpieza de residuos forestales en época invernal que podrían mejorar las condiciones para evitar las tragedias que llegan con el fuego.
Alejandra Alaniz, también damnificada de los incendios más destructivos de la Patagonia, habló de responsabilidades de las personas comunes y de los Estados. “Una parte es la imprudencia de la gente, que hace un fuego, se va y no lo apagan. Eso ya queda en cada uno, pero también está la negligencia de los dirigentes de no controlar el cableado (del tendido eléctrico)”, dijo en alusión al origen de uno de los focos que afectó a la zona de la Comarca Andina de Chubut en 2021.
Educación
Para ayudar a la toma de conciencia desde hace muchos años de trabaja en campañas educativas desde todos los organismos que trabajan en la problemática, sin importar la jurisdicción porque el fuego no entiende de límites geográficos.
Hay ciudades, como Bariloche, que tienen en distintos puntos turísticos carteles con el nivel de riesgo de incendios forestales del día. En general en las localidades de la cordillera hay folletería, mensajes publicitarios y también trabajos en el ámbito escolar, especialmente en Nivel Primario, donde brigadistas de incendios forestales de Parques Nacionales u otros actores que intervienen en un siniestro de fuego llevan el mensaje de la prevención en busca de que los niños sean los multiplicadores de estas premisas en el hogar.
“Se trabaja mucho con las escuelas para buscar un efecto en la sociedad con el tiempo, no hacemos cargo a los niños de las torpezas de los adultos, pero le damos información, estamos sembrando algo para que en algún momento tenga efectos positivos”, dijo Salazar, del parque Lanín, que tiene un aceitado trabajo con instituciones y la comunidad en general.
“En el Splif vemos un cambio en la gente, denuncian, toman conciencia del índice de riesgo, todo va cambiando antes veíamos chicos que jugaban con fuego a modo de diversión, eso ya no ocurre”, valoró Báez quien remarcó que bajó la cantidad de incendios en jurisdicción de Bariloche donde supieron tener temporadas con 1950 focos y actualmente se llegó a 93 intervenciones.
Aún con estos avances, que destacan algunos organismos, se identifica que es necesario continuar con la tarea preventiva entre turistas y locales para concientizar. “El cambio es con educación, no hay otra, ese es el camino y es muy largo, hay que lograr que la persona piense en el daño que puede generar”, dijo Amthauer.
El avance de las poblaciones en el bosque
“La recurrencia de los incendios no creo que tenga que ver con el cambio climático, la conducta de la gente no cambia. Hay algunas regiones del país donde el uso del fuego está muy arraigado, desde la quema de desechos forestales, a la quema para limpieza de campos porque el pequeño productor se ahorra básicamente dinero. Pero en la Patagonia puede ser un tema de debate interesante si el cambio climático, que puede ser una cuestión natural, es un proceso natural, la tierra que se está calentando y cómo impactamos nosotros en acelerar ese proceso de calentamiento”, afirmó Ariel Amthauer, director de Lucha contra Incendios Forestales de Parques Nacionales, en una pausa de su agitada tarea de recorrer parques en todo el país y rodeado de planillas de cálculo de presupuestos, que se multiplican por varios millones para combatir cada incendio porque, por dar un ejemplo, movilizar un helicóptero con helibalde un día significan entre 40 y 60 millones de pesos.
Lo que detectan los brigadistas es que los incendios son más violentos. Orlando Báez, del Splif Bariloche, dijo que hay un “cambio por varios factores climáticos: menos lluvias, sequías más prolongadas, tormentas eléctricas que antes no se registraban en la cordillera. “En cuestiones de minutos abarca superficies más grandes, nos dejan de funcionar los ataques rápidos, la primera intervención, y debemos prepararnos para uno ampliado que incluye más equipo y personal”.
La experiencia de un brigadista en el terreno
A fines de marzo, dos turistas franceses prendieron una fogata en Bahía Los Troncos, en el parque municipal Llao Llao, donde estaban acampando, pese a la prohibición de hacer fuego en ese sector.
«El fuego se desmadró y por suerte, no pasó a mayores, pero podría haber sucedido algo grave por la complejidad del lugar. La gente no respeta las normas», resumió Gustavo Quilodran, un brigadista del Departamento de Incendios, Comunicaciones y Emergencias del parque nacional Nahuel Huapi.
Tiene 39 años y empezó a trabajar en el combate de incendios forestales en 2002, cuando tenía apenas 18.
Con tantos años de experiencia, reconoce que el comportamiento del fuego ha cambiado muchísimo en los últimos años no solo en la Patagonia. Los incendios en las proximidades de lago Martin y en Brazo Tristeza son un claro ejemplo de la intensidad y la severidad del fuego.
«El comportamiento es tan extremo que le da pocas oportunidades a las brigadas de incendios para poder contenerlos rápidamente y hacer la tarea de extinción. Entonces, se dificulta mucho el trabajo. Todo esto viene aparejado con el cambio climático», señaló Quilodran.
Recordó que el alerta del último incendio en Brazo Tristeza se recibió a las 3.30 de la madrugada. «Nos avisan que se veía un resplandor desde el refugio Otto Meiling en el cerro Tronador. Automáticamente avisan a los jefes de cuadrilla y ahí, activamos al resto de los combatientes», relató.
Los brigadistas se congregaron de inmediato en el Varadero de Parques aunque el arranque del operativo debió esperar hasta las 5, cuando empezó a amanecer. «Ya a esa hora, veíamos la columna de humo sobre la ciudad. Se despachó a la gente hasta Bahía López, donde los combatientes y las cuadrillas se embarcaron y salieron hacia el lugar para tener un primer panorama», precisó.
Lo más complejo de la labor que realizan, advirtió, es planificar en el momento en que se arriba al incendio, evaluar el tipo de trabajo que se requiere y la seguridad del personal. «La tarea de combate normalmente es la misma: o con herramientas manuales o con líneas de agua. Podemos contar con la colaboración de helicópteros o aviones, pero en sí lo complejo es planificar la estrategia de trabajo y darle seguridad a las cuadrillas en el terreno», especificó.
Admitió que las tormentas eléctricas que antes solían producirse en la estepa, hoy son más frecuentes en distintos puntos del parque nacional. También son más severas.
Un rayo fue el causante del incendio en lago Martin, uno de los más complejos de los últimos años por su duración (se extendió por casi tres meses) y por el lugar inaccesible en que se produjo, que complicó en gran medida la tarea operativa y logística. «Fue difícil implementar la logística que permitiera acercarnos al incendio. El fuego estaba en un lugar intangible, donde no circula gente. Si bien hicimos un primer sobrevuelo con la cuadrilla para hacer el ataque inicial, no teníamos lugar donde bajar. Entonces eso ya complicó la tarea inicial», acotó Quilodran.
La importancia de la detección temprana del fuego
La detección temprana del fuego es uno punto determinante para evitar que los focos se propaguen rápidamente, insiste Juan Carlos Salazar, brigadista, técnico forestal y coordinador del área técnica y de capacitación del departamento de Incendios, Comunicaciones y Emergencias del parque nacional Lanín, un férreo defensor también del equipo profesionalizado de las áreas protegidas que cumple un rol importante en toda la cadena de intervención ante un incendio forestal.
En materia de capital humano, los Parques Nacionales transitan actualmente un complejo panorama por la precarización contractual de los brigadistas, técnicos y profesionales de diversas áreas.
Sin embargo, en los últimos 4 años se realizaron inversiones en tecnología al servicio de la misión de detectar lo más rápido posible los focos para atacarlos de inmediato. Hay torres con cámaras para detectar columnas de humo, estratégicamente ubicadas en zonas con buena visión; estaciones meteorológicas, para elaborar el índice de peligrosidad de incendios (que tiene una escala de bajo, medio, alto y extremo) y se difunde por diversos canales de comunicación y a las partes operativas e instituciones.
Salazar coordina esa tarea logística abocada a la detección temprana y prevención. “Cuando tenemos un índice extremo, el personal ya está preparado para salir en cualquier momento”, señaló y remarcó que “es fundamental la meteorología en el combate del incnedio”.
Además, se trabaja con una aplicación móvil de descargas eléctricas que permite detectar la zona de caída de rayos y si eso ocurre en una tormenta, destinar personal a recorrer la geografía o desplegar drones de manera posterior para visualizar y detectar lo más pronto posible el fuego que se pueda originar.
Incendios de sexta generación: más severos y recurrentes
Los datos de las últimas dos décadas no son para nada alentadores. Las estadísticas dan cuenta de incendios forestales más recurrentes en los últimos años y de mayor intensidad que terminan afectando miles de hectáreas en el noroeste de la Patagonia.
Los incendios en lago Mascardi en 1999, el del lago Cholila en 2015 (que afectó 30 mil hectáreas), el del lago Steffen-Martin, Los Alerces y Brazo Tristeza son un claro ejemplo en la región. En lugar de ocurrir una vez por década, los especialistas pronostican que podrían repetirse cada cinco o dos años dependiendo del escenario climático.
Atribuyen este fenómeno al cambio climático: las recurrentes olas de calor, las intensas sequías y tormentas eléctricas, cada vez más frecuentes, son prueba de ello.
Si los combustibles acumulados se encuentran en una condición extremadamente seca, esto favorece que un incendio adquiera grandes dimensiones. El parámetro de la humedad del combustible es clave además para determinar el comportamiento del incendio.
«Cuando hacemos relevamientos satelitales o de terreno, observamos que esos incendios están ocurriendo en intensidades y severidades muy altas. En general, los ecosistemas, las plantas y los animales no logran las adaptaciones necesarias para poder sobrevivir a esos eventos», señaló Thomas Kitzberger, investigador del Conicet, biólogo especializado en Ambiente, Conservación y Sustentabilidad.
Aseguró además que, en los últimos años, el comportamiento de los incendios forestales ha cambiado. Por eso, se habla de incendios de quinta o sexta generación. Se trata de incendios extremos en términos de tamaño, comportamiento o impacto. «Estos incendios generan condiciones microclimáticas para propagarse, rompiendo las reglas de la meteorología. Generan corrientes de aire, corrientes convectivas que hacen que aumenten su intensidad por sí mismas. Son como monstruos, que se retroalimentan a sí mismos haciéndose más fuertes y rompen un poco con las reglas generales de los incendios más pequeños», definió este especialista en la ecología de los bosques.
Se sabe, ejemplificó, que si un incendio pequeño se produce en una ladera de una montaña, subirá esa montaña y va a generar determinados comportamientos de acuerdo al viento dominante y la humedad relativa del ambiente. Los incendios de sexta generación generan una meteorología propia y condiciones propias que dificultan el combate y hacen que el comportamiento sea impredecible.
Modelos de simulación
Los investigadores han desarrollado un modelo que permite simular hacia dónde se va a propagar el fuego teniendo en cuenta el punto de ignición. Este software se empleó durante el incendio del Brazo Tristeza ya que se sabía exactamente el lugar donde se había producido. «Son modelos que toman como ejemplos incendios pasados. El software simula cómo se propagará el fuego en un determinado paisaje natural y usa el pasado para predecir», especificó.
Y agregó: «Esa simulación se contrasta con el comportamiento real. Claro que incide la dirección del viento en esos días. El modelo funciona muy bien y muchas veces, Parques Nacionales y otros organismos acuden a nosotros para emplearlos y tomar decisiones en el combate».
No fue la única herramienta que se desarrolló. En 2022, un equipo del Instituto de Investigaciones en Biodiversidad y Medioambiente (Inibioma), que depende de la Universidad Nacional del Comahue y el Conicet, presentó un algoritmo de aprendizaje artificial denominado Random Forest. Este modelo permite analizar la probabilidad de incendios en el futuro y la vulnerabilidad de los bosques tomando en cuenta las condiciones meteorológicas actuales y las predicciones climáticas para mediados y fines del siglo XXI.
«Lo que nos están diciendo estos modelos es que, bajo estas condiciones de cambio climático (dos grados de aumento de la temperatura global; hoy ya estamos en un grado y medio más), nuestros bosques en la Patagonia a mediados del siglo XXI se van a quemar con una probabilidad de 2 a 3 veces mayor a la que se queman hoy«, puntualizó. Añadió que para fines del siglo XXI, «ese número se multiplicará por seis o siete. No quiere decir que va a haber seis o siete veces más fuego, sino que va a haber seis o siete veces más probabilidades».
Kitzberger consideró que «dependerá de nosotros y cómo nos comportamos. Si podemos reducir esas igniciones, aunque haya condiciones climáticas desfavorables, vamos a reducir los incendios efectivos». En este sentido, el docente universitario es terminante: el 95% de los incendios forestales en la región son antrópicos, generados por la acción del hombre. Las igniciones naturales a causa de rayos no son muy frecuentes.
En el primer caso, la mayoría de esos incendios terminan siendo pequeños y al estar cerca de poblados, se combaten rápidamente. Los incendios que se producen por agentes naturales, como los rayos, por ejemplo, suelen producirse en lugares remotos y suelen ser difíciles de detectar; por lo que terminan afectando miles de hectáreas.
Tiempo atrás, las tormentas eléctricas solían producirse de tanto en tanto; hoy todos los veranos hay tormentas en la región. Otro claro ejemplo del cambio climático. Ya no sólo se producen en la estepa sino que ingresan al bosque y cruzan a Chile. «Siempre vienen del este y descargan toda su humedad del lado argentino. Ahora están cruzando a Chile, cruzan la cordillera con suficiente energía y los chilenos están empezando a darse cuenta que los rayos son un problema».
Repasar el pasado ayuda
Kitzberger recalcó que observar el pasado ayuda a comprender el presente y el futuro. Los estudios muestran que, desde la llegada del hombre a la Patagonia, siempre hubo eventos de fuego ya sea por la acción antrópica o la ocurrencia de rayos. «Si miramos los últimos 12.000 años, siempre hubo eventos de fuego. Pero era un régimen de fuego poco frecuente y de menor severidad«, acotó.
Con el paso de los años, hubo cambios muy fuertes. Con la llegada de los colonos a las zonas boscosas entre 1890 y 1920, se empezó a usar el fuego para abrir áreas destinadas a la agricultura y ganadería.
«Si uno presta atención a las fotos históricas, se ven un montón de árboles quemados. La vegetación no pudo adaptarse a esa cantidad de fuego, entonces se produjeron grandes cambios: se generaron los matorrales que hoy vemos en las laderas en las montañas, los lengales se retrotrajeron hacia altas elevaciones. Cada especie hizo más o menos lo que pudo durante ese período. Después de 1920, 1930, nació la era de los Parques Nacionales y la conservación», señaló.
El fuego ya no fue considerado como una herramienta de manejo sino todo lo contrario. Se implementaron los programas de lucha contra el fuego y ese paradigma en el que el fuego tiene una connotación negativa persistió en los últimos 100 años.
«Hoy entran en juego otros parámetros: nos enfrentamos a un cambio climático, a una mayor cantidad de gente en la región que no se condice a cuando Bariloche era un pueblito de 5000 habitantes y a un exceso de biomasa con gran cantidad de especies muy inflamables, como las coníferas exóticas y rayos».
Cuándo prevenir
Un incendio forestal tiene dos fases: una inicial de ignición (a veces es natural; otras, generada por la mano del hombre) y una fase de propagación que es la capacidad del fuego de autorreplicarse en el espacio.
Thomas Kitzberger, investigador del Conicet, biólogo especializado en Ambiente, Conservación y Sustentabilidad, explicó que solo es posible prevenir la fase de ignición. «En el caso de la propagación, desde el ambiente académico y de manejo del fuego coincidimos en que bajo estas condiciones meteorológicas del combustible, los incendios son muy difíciles de combatir. En el mundo se está generando un cambio de paradigma: ya no se habla más de lucha sino que se enfatiza más en la prevención, mitigación y adaptación», planteó.
La prevención se lleva a cabo desde la educación, a través del manejo y reducción de los combustibles y la necesidad de proteger las ciudades.
«Cuando el incendio ya se desató, se puede intervenir en la fase inicial, en la llamada propagación temprana. Luego, al final del evento. En el Brazo Tristeza, por ejemplo, cuando el fuego ya tiene poco combustible para quemar, sumado a que estamos entrando en condiciones otoñales, los servicios de lucha cumplen un rol importante en la extinción final del evento», señaló.
Un equipo dedicado a investigar el origen del fuego
Parques Nacionales trabaja con un protocolo diseñado en conjunto con el departamento jurídico mediante el cual cada área protegida tiene la obligación de hacer la denuncia ante la Fiscalía Federal que corresponda a la jurisdicción.
A partir de allí la Justicia da intervención al único equipo especializado para investigar incendios forestales: División de Investigación de Siniestros de la Superintendencia Federal de Bomberos de la Policía Federal. Se procura que solo se dé intervención en casos puntuales porque son pocos los recursos en esta área que viaja a todo el país, pero que muchas veces llegan demasiado tarde, cuando la “escena del crimen”, por llamar de alguna manera al espacio donde se inició un foco de manera intencional, fue afectada por el paso de brigadistas, por las tareas propias del combate del fuego que pueden borrar evidencias.
Aún con esas falencias, que desde Parques Nacionales admiten, el equipo especializado en el incendio del parque Los Alerces, que luego se propagó a tierras de la provincia de Chubut, llegó con sus canes y tecnología y detectó que en el punto de origen de ese fuego que consumió más de 6.000 hectáreas este verano, había rastros de hidrocarburos, por lo tanto se certificó que el incendio tuvo un origen intencional.
También ocurre que no se detecten estos indicios que determinen un origen antrópico (por intervención humana) y esa incertidumbre engrosa los “factores desconocidos”, que en 2023 significó el 63,6% de los focos en áreas naturales del país. Ese año, un 30,7% fue calificado por su origen “antrópico” y 5,7% “factores naturales”.
“A nivel mundial, más del 90% de los incendios es de origen antrópico. Puede ser intencional, negligencia o imprudencia”, aclaró Amthauer que dijo que se necesita formar a los propios brigadistas en la “preservación de la escena para que el equipo de investigadores después pueda tratar de obtener o levantar información más certera del origen del fuego”.
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