El escritor y científico social estadounidense Arthur C. Brooks estudia las enseñanzas del budismo tibetano desde hace años y trabajó de cerca con el Dalai Lama varias veces. El año pasado viajó a la India, y en sus libros y columnas se especializa en técnicas para alcanzar la felicidad.
En su más reciente nota publicada en The Atlantic, Brooks hizo un resumen de cinco enseñanzas que aprendió del líder budista y que son fáciles de implementar en nuestra vida cotidiana. La clave que conecta a todas es que, aunque parezca que el mundo tiene problemas demasiado grandes que no podemos resolver, somos uno de entre 8 mil millones y cada pequeño acto de amor puede ser realmente significativo para el resto del planeta.
Servir el té
El escritor cuenta que cada vez que visitó al Dalai Lama en su casa, el líder comenzó la reunión sirviéndole un té, un acto común de generosidad y humildad entre los tibetanos. Un gesto tan simple inicia un ciclo de buena voluntad entre las partes. Las primeras veces, puede que nos cueste trabajo, pero es muy fácil convertirlo en un hábito.
Mostrar los dientes
“Puede sonar un poco aterrador, como si quisiéramos morder o estuviéramos en peligro”, dice Brooks. Pero en realidad, el Dalai Lama se refiere a sonreír auténticamente, con toda la boca. Para los budistas tibetanos, la sonrisa verdadera es contagiosa. Los neurocientíficos han estudiado este fenómeno: existen “neuronas espejo” que se activan en el cerebro cuando hacemos ciertas acciones como sonreír.
Ponerse en el lugar del otro
Cuando alguien nos está molestando, la clave, según la enseñanza que adopta el autor, es pensar en los problemas que tiene esa persona y mirarla con compasión. Al mismo tiempo, considerar que todos los seres vivos tienen bondad, contemplar sus virtudes y desearle lo mejor. Claro que no es fácil pero, con la práctica, se vuelve cada día más posible.
Pensar, no sólo sentir
Para alcanzar la iluminación, es necesario que aprendamos a manejar nuestras emociones negativas, no permitir que nos controlen. Y para esto, es útil usar la razón, la conciencia. Por ejemplo, recordar: “Si tiene solución, ¿de qué nos sirve frustrarnos? Y si no tiene remedio, también, ¿de qué nos sirve?”. La queja nos hace infelices y también anima a otros a quejarse, algo que en el Journal of Business Research se conoce como “efecto contagio de quejas”.
Dejar ir
La última herramienta que selecciona Arthur C. Brooks es “dejar ir” y se trata de no reaccionar mal ante el comportamiento del otro. La base es la no acción: no ofenderse es un acto positivo de bondad. Incluso cuando la intención de los demás es ofendernos, tenemos la oportunidad de hacer del mundo un lugar mejor negándonos a eso. Es una práctica difícil para nuestro orgullo, porque, cuando nuestra imagen se ve amenazada, solemos reaccionar. Pero, señala el budismo, ofenderse es como agarrar una brasa encendida y arrojarla al ofensor: somos nosotros mismos quienes tenemos más probabilidades de quemarnos.