El rugido del león - RED/ACCIÓN

El rugido del león

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Javier Milei dejó inauguradas las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso histórico que marca la cancha y obliga a la dirigencia política a recalcular su estrategia. El Presidente intenta fijar los términos de una nueva grieta: de un lado los que apoyan los cambios que él promueve y del otro los que no.

El rugido del león

Intervención: Marisol Echarri.

¡Buenos días! Javier Milei dejó inauguradas las sesiones ordinarias del Congreso con un discurso histórico que marca la cancha y obliga a la dirigencia política a recalcular su estrategia. El Presidente intenta fijar los términos de una nueva grieta: de un lado los que apoyan los cambios que él promueve y del otro los que no.

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Intervención: Marisol Echarri.

Texto y contexto. 70 minutos con los ojos clavados en los papeles, casi sin pausas. Por momentos, atropellando las palabras, como si quisiera asegurarse de poder decir todo lo que tenía escrito antes de que la carroza se convirtiera en calabaza. Así pronunció Javier Milei este discurso histórico en el que procuró no dejar nada afuera: herencia desastrosa —con complicidad de la “casta política”—, panorama desolador, primeros pasos del nuevo Gobierno, resumen de las propuestas libertarias y un llamamiento a la dirigencia a apoyar la “ley de Bases”. Y de remate, la sorpresa: una invitación a firmar el “Pacto de Mayo”, una especie de Moncloa criolla, con un compromiso de diez puntos innegociables. Épico.

No hay texto sin contexto: el discurso del Congreso sólo se entiende si se tiene en cuenta que Milei se siente llamado por las fuerzas del cielo (sic) a transformar la Argentina de raíz. Y cree que eso es lo único que importa. Reducir al Estado a su mínima expresión para liberar las fuerzas productivas del sector privado y promover “el respeto irrestricto del proyecto de vida del prójimo, basado en el principio de no agresión, y en defensa del derecho a la vida, la libertad y la propiedad privada...”. Sin importar su pedigree, serán aliados quienes lo ayuden en esa transformación y enemigos quienes pongan palos en la rueda. Sin grises ni matices. No hay negociación posible. En ese sentido, según él mismo lo define, es un “animal distinto”. Y tiene razón.

El discurso del 1 de marzo tuvo particularidades de interés, desde el punto de vista de la comunicación política:

  • Framing. Desde unos días antes, fuentes del Gobierno recordaban una y otra vez cuál era el sentido del discurso, según lo expresa la Constitución en el artículo 99, inciso 8: inaugurar las sesiones del Congreso y, sobre todo, dar cuenta “del estado de la Nación” y proponer “las medidas que juzgue necesarias y convenientes”. Menos de lo primero y más de lo segundo y lo tercero.
  • Puesta en escena. A las 9 de la noche, en el prime time televisivo, cuando la mayoría de la gente, ya en sus casas, dispone de tiempo y tranquilidad para escuchar un discurso. El resultado: récord absoluto de rating, con 50 puntos: 15 más que el de Cristina Kirchner en 2014. Y con un atril en el hemiciclo, debajo del estrado: más cerca de los legisladores. In their face. Todo lo expuesto que se puede al aplauso, que fue abundante, o a la agresión, que nunca llegó.
  • Estructura. Un hilo implacable: descripción del desastre y señalamiento de sus culpables (la casta); lo que ya viene haciendo el Gobierno y su propuesta de transformación a futuro; la invitación a apoyar el cambio y el marco de esa invitación: no se negocia. Se está adentro o se está afuera. Y el remate: el Pacto de Mayo, que pondrá de manifiesto quién queda de cada lado. Más blanco y negro no se consigue.
  • Oferta. En las formas, inflexibilidad. En el fondo, una mano tendida: “Quiero que me demuestren que estoy equivocado”. Y algo para ofrecer: sin rencores, súbanse a la historia y vengan a Córdoba a firmar este pacto histórico. A cambio de este honor, voten a favor de la ley de Bases. Antes, tendrán un pacto fiscal que los favorezca. Principismo en los fines, pragmatismo en los medios. Teoría de los juegos le llama Milei.
  • Centralidad. Si el discurso de apertura de sesiones ordinarias del Congreso le da siempre protagonismo al Presidente, en este caso, el fondo y las formas lo multiplican por mil. Impone agenda. Hace que la política y sus comentaristas no vayan a hablar de otra cosa por semanas: nuevo acuerdo fiscal con los gobernadores, ley de Bases, Pacto de Mayo. Combo poderoso.

Hay que decirlo, pensarlo bien y volverlo a decir: se trata de un “animal distinto”. Parece dispuesto a todo en su intento de cumplir la misión que cree que le tocó: la de transformar la Argentina de raíz. Ni él mismo sabe si tendrá éxito. Pero hay quien jura que, por las noches, en la soledad de Olivos, a veces repite, emocionado: “Coronados de gloria vivamos o juremos con gloria morir”.

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Tres preguntas a Mario Vargas Llosa. Escritor peruano, considerado uno de los más importantes novelistas y ensayistas contemporáneos. Ganó el premio Nobel de Literatura en 2010, el Cervantes en 1994 y el Príncipe de Asturias de las Letras 1986, entre otros reconocimientos importantes.

—¿Cómo caracterizarías al liberalismo?
—El liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergencia y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño pero inequívoco de convicciones. Por ejemplo, que la libertad es el valor supremo y que ella no es divisible y fragmentaria, que es una sola y debe manifestarse en todos los dominios —el económico, el político, el social, el cultural— en una sociedad genuinamente democrática. Por no entenderlo así fracasaron todos los regímenes que, en las décadas de los sesenta y setenta, pretendían estimular la libertad económica siendo despóticos, generalmente dictaduras militares. Esos ignorantes creían que una política de mercado podía tener éxito con Gobiernos represivos y dictatoriales. Pero también fracasaron muchos intentos democráticos en América Latina que respetaban las libertades políticas pero no creían en la libertad económica —el mercado libre—, que es la que trae desarrollo material y progreso.

—¿En qué consiste la flexibilidad que creés que debe tener siempre el liberalismo?
—El liberalismo no es dogmático, sabe que la realidad es compleja y que a menudo las ideas y los programas políticos deben adaptarse a ella si quieren tener éxito, en vez de intentar sujetarla dentro de esquemas rígidos, lo que suele hacerlos fracasar y desencadena la violencia política. También el liberalismo ha generado en su seno una “enfermedad infantil”, el sectarismo, encarnada en ciertos economistas hechizados por el mercado libre como una panacea capaz de resolver todos los problemas sociales. A ellos sobre todo conviene recordarles el ejemplo del propio Adam Smith, padre del liberalismo, quien, en ciertas circunstancias, toleraba incluso que se mantuvieran temporalmente algunos privilegios, como subsidios y controles, cuando el suprimirlos podía acarrear en lo inmediato más males que beneficios. Esa tolerancia que mostraba Smith para el adversario es quizás el más admirable de los rasgos de la doctrina liberal: aceptar que ella podría estar en el error y el adversario tener razón. Los liberales no somos anarquistas y no queremos suprimir el Estado. Por el contrario, queremos un Estado fuerte y eficaz, lo que no significa un Estado grande, empeñado en hacer cosas que la sociedad civil puede hacer mejor que él en un régimen de libre competencia. El Estado debe asegurar la libertad, el orden público, el respeto a la ley, la igualdad de oportunidades.

—¿La igualdad ante la ley y la igualdad de oportunidades implica promover la igualdad en los ingresos y en la renta?
—No. Un liberal jamás propondría algo que sólo se puede obtener en una sociedad mediante un Gobierno autoritario que “iguale” económicamente a todos los ciudadanos mediante un sistema opresivo, haciendo tabla rasa de las distintas capacidades individuales, imaginación, inventiva, concentración, diligencia, ambición, espíritu de trabajo, liderazgo. Esto equivale a la desaparición del individuo, a su inmersión en la tribu. Nada más justo que, partiendo de un punto más o menos similar, los individuos vayan diferenciando sus ingresos de acuerdo a sus mayores o menores aportaciones a los beneficios del conjunto de la sociedad. Sería estúpido ignorar que entre los individuos hay inteligentes y tontos, diligentes o haraganes, inventivos o rutinarios y lerdos, estudiosos y perezosos, etcétera. Y sería injusto que en nombre de la “igualdad” todos recibieran el mismo salario pese a sus distintas aptitudes y méritos. Las sociedades que lo han intentado han aplastado la iniciativa individual, desapareciendo en la práctica a los individuos en una masa anodina a la que la falta de competencia desmoviliza y ahoga su creatividad.

Las tres preguntas a Mario Vargas Llosa se tomaron de un artículo publicado en Ethic bajo el título “La llamada de la tribu”, extracto de un libro del mismo nombre. Para acceder al artículo completo podés hacer click acá.

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Guerra cultural. El discurso del 1 de marzo de Javier Milei admite múltiples ángulos de análisis. Este artículo de Claudio Jacquelin pone el foco en lo que significan, en términos de guerra cultural, las reacciones que produjo: aceptación inédita de un lenguaje directo, muchas veces agresivo en su intención acusatoria; aplausos de políticos hasta hace poco dubitativos; adhesiones públicas a los “10 mandamientos” que propone Milei para el Pacto del 25 de Mayo. Una primera batalla ganada por el libertario en una guerra larga que, si bien se mira, no termina nunca.

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Academia. El interés de la gente común por la economía de un país o una región no se basa en la mera curiosidad intelectual: la administración de los bienes y servicios escasos impacta en la vida diaria de las personas y sus familias. Por eso la prensa económica cumple una función social determinante: la de ayudar a entender lo que pasa (y lo que podría pasar) en la micro y la macro, y dar elementos para la toma de decisiones. Este libro de Arrese y Vara-Miguel, ya referido en otra oportunidad, ofrece una excelente selección de ensayos sobre el periodismo económico desde una perspectiva múltiple que incluye la historia, la ética, los efectos en la opinión pública, entre otras.

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Oportunidades laborales

¡Hasta el próximo miércoles!

Juan

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