Soy matrona, pero no atiendo partos. No todas las matronas atendemos partos: algunas investigamos. Yo, concretamente, me dedico a estudiar cómo mejorar la salud de las mujeres embarazadas.
Mi trabajo consiste en analizar la influencia del estrés, la ansiedad y el miedo en la salud de las mujeres gestantes y ver el impacto de la resiliencia y el apoyo social en esa salud. Todo esto está muy estudiado en la población general, pero las embarazadas son un grupo muy especial y realmente poco analizado.
Estar embarazada en la pandemia fue especialmente duro
Desde que la covid-19 entró en nuestras vidas, la incertidumbre se volvió una compañera de viaje para muchos de nosotros. En el caso de las mujeres embarazadas, esta compañera fue especialmente odiosa, pesada y dura de soportar.
Ya no solo tenían que estar preocupadas por la salud propia y la del bebé: también les afectaba la combinación de las restricciones sociales y la falta de apoyo, que puede elevarles los niveles de ansiedad y estrés. Sabíamos que podía pasar: no ha sido la primera pandemia que ha sufrido la humanidad.
Para comprender mejor esta situación, varios investigadores del grupo SALBIS de la Universidad de León nos sumergimos en la experiencia de las mujeres embarazadas en la provincia leonesa durante la pandemia. No fue nada fácil empezar, por la falta de tiempo de las embrazadas y los profesionales. Sin olvidar que el coronavirus andaba pululando a nuestro alrededor.
La solución nos la dieron las nuevas tecnologías. Parecía la única opción posible para explorar con detenimiento, más allá de un contacto fugaz en la consulta, las necesidades y el estado emocional de las gestantes. Esas mujeres eran las mismas que hasta hacía unos días hacían cola en las consultas de los especialistas esperando su turno con alegría y felicidad por su situación.
Altos niveles de estrés y miedo a lo desconocido
Nos asociamos con mujeres que asistieron a consultas de obstetricia durante el primer trimestre de gestación y utilizamos cuestionarios para evaluar su ansiedad relacionada con el embarazo, su percepción de estrés y el nivel de apoyo social que recibían. Se les enviaba un mensaje con los cuestionarios por WhatsApp o por correo electrónico para que contestaran desde su casa, con una muy buena acogida.
Así pudimos observar que las participantes experimentaban unos altísimos niveles de ansiedad, estrés y miedo a lo desconocido. Fue sorprendente comprobar que consideraran desconocido algo como un parto, que se estudia en el colegio y está documentado en vídeos al alcance de un clic.
Además, las mujeres que vivían su primer embarazo mostraron más miedo al parto, aunque menos temor por la integridad del bebé que quienes ya habían estado embarazadas. Curioso, ¿no?
Adicionalmente, descubrimos que cuanto más apoyo social percibían las mujeres, menos estrés experimentaban, y al contrario. Estos resultados subrayan la importancia de dicho apoyo durante el embarazo, especialmente en tiempos de crisis como la pandemia de covid-19.
Hasta ahora no había mencionado a las parejas de las gestantes, pero no es por casualidad. Durante los meses más duros de la pandemia, los acompañantes estuvieron vetados tanto en las consultas como en los hospitales. La persona más importante para una embarazada, quien la acompaña en la vida, no estaba, privando a las gestantes de su fuente primaria de apoyo en esas circunstancias.
En conclusión, las mujeres con mejores redes de apoyo y con más resiliencia estaban menos estresadas y menos ansiosas. Tenían mucho miedo al parto, pero permanecían relativamente tranquilas. De todos modos, ¿cómo es que temían tanto al parto? Y todo esto en el primer trimestre, ¿qué pasaría según avanzara la gestación?
Las redes de apoyo funcionan
La incertidumbre generada por la pandemia creó un entorno desafiante para las mujeres embarazadas. La falta de certezas, el distanciamiento social y las preocupaciones sobre la salud contribuyeron significativamente a los niveles de ansiedad y estrés. Sin embargo, nuestros hallazgos sugieren que el apoyo social puede ser un factor protector clave en su salud mental.
Todo esto nos hizo pensar que igual le estamos dando poca importancia al apoyo social. Quiero creer que hemos aprendido de nuestros errores: las mujeres gestantes no solo necesitan un buen sistema de salud que les de una amplia cobertura sanitaria, con buenos profesionales, sino también un colchón afectivo y emocional. Que tengan quien las ayude, las comprenda y les proporcione apoyo ante los desafíos de la maternidad.
La conclusión de todo esto sería que es crucial reconocer y abordar las necesidades específicas de las embarazadas. Fortalecer las redes de apoyo social y proporcionar recursos para manejar el estrés pueden ser medidas fundamentales para garantizar su bienestar emocional y promover un embarazo saludable en medio de la incertidumbre.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.