El 11 de febrero AMIA cumple 130 años. La mutual israelita nació el 11 de febrero de 1894, cuando los primeros inmigrantes judíos del país fundaron un cementerio comunitario. Fue la primera acción mediante la cual buscaron, como conjunto, vivir sus tradiciones y cultura milenaria en la nueva tierra que los acogía. Pero con el correr de las décadas (y con la llegada de más y más inmigrantes) se fueron sumando actividades y diversificando las áreas de trabajo. Así, la institución se convirtió en el espacio de articulación y participación de los judíos de la Argentina.
Hoy, AMIA impulsa e implementa proyectos solidarios para acompañar y brindar respuestas en el ámbito de la asistencia alimentaria, de salud, vivienda, ropa, apoyo escolar y socialización.
“Tenemos un rol subsidiario al Estado”, señala Daniel Pomerantz, director ejecutivo de la organización.
—¿Qué lecciones aprendió la AMIA a lo largo de su historia?
—La AMIA fue creada hace 130 años con el espíritu y la misión de promover la equidad y la inclusión. El primer aprendizaje es la constancia, el tener en claro las convicciones y diseñar las mejores respuestas para los destinatarios de nuestras acciones. En sus comienzos, esos destinatarios fueron integrantes de la comunidad judía que venían a estas tierras buscando un futuro mejor. Con el tiempo, siguieron llegando al país sucesivos contingentes migratorios, la comunidad creció, y las actividades de AMIA aumentaron y se diversificaron. A lo largo de las décadas se han ido incorporando otros colectivos a los cuales la institución sirve, que alcanzan a toda la sociedad argentina.
—¿Qué papel juega AMIA hoy en la comunidad en medio de la crisis que atraviesa la Argentina?
—Organizaciones como la AMIA tienen un rol subsidiario al del Estado. La Constitución y todo el marco legal argentino establecen la responsabilidad que tiene el Estado nacional, y los Estados subnacionales en la atención de su población. Sin embargo, en la comprensión de que la vocación innata del ser humano de asociarse para buscar el bien del otro, el rol de la AMIA es justamente complementar esa acción del Estado y llegar a los hogares que lo necesitan brindando los programas que mejoren sus condiciones de vida.
Por supuesto que, en ese sentido, las iniciativas vinculadas con lo social son preeminentes, y por eso tenemos un conjunto importante de proyectos que atienden a las personas que se encuentran en situación de vulnerabilidad. La entidad impulsa e implementa programas solidarios en el ámbito del servicio social, la educación, la cultura, la creación de empleo, la responsabilidad social empresaria, la integración de personas con discapacidad, la promoción de los derechos de las personas mayores, de la infancia, etc.
—¿Dónde está puesto hoy el foco de AMIA?
—La adaptación al contexto y a las circunstancias es una de las características que forman parte de la AMIA. No hay organización que pueda tener un recorrido de décadas, e inclusive superar los cien años como es el caso nuestro, sin ese gen que forma parte de nuestra identidad y que nos permite adaptarnos a los desafíos que propone la agenda en cada momento.
En ese sentido, y atendiendo a la situación argentina actual, nuestro foco está puesto, en principio, en la promoción del desarrollo humano, y más en particular de grupos que pueden estar afectados, y que integran la población que ya venimos atendiendo.
Estamos permanentemente estudiando, junto con otras organizaciones argentinas de la comunidad judía y fuera de la comunidad, el impacto que tienen los indicadores actuales de inflación y demás, en el deterioro de la vida de las familias y hogares que atendemos. Lo social es un foco central.
El mantenimiento de nuestras tradiciones y nuestra identidad es un segundo foco. La educación, el sistema de escuelas de la comunidad judía, para la AMIA es una prioridad permanente. Estamos constantemente debatiendo y considerando nuevas formas de mejorar lo que allí se lleva adelante.
Nuestro quehacer no se agota en las necesidades primarias. El foco también está puesto en el desarrollo integral del ser humano y en la atención de sus derechos no solo económicos y sociales, sino también culturales. Es por ello que diariamente ponemos en práctica aquello que hace a nuestra definición, a nuestra identidad, que es el sentido de comunidad.
—¿Y qué rol tiene AMIA en un contexto en el que vuelve a hablarse de antisemitismo?
—El antisemitismo es un flagelo que no es nuevo, tiene milenios. Pero que hemos visto crecer en las últimas décadas, y muy en particularmente luego de los horrorosos hechos terroristas que sucedieron en el sur de Israel con el ataque de Hamas el 7 de octubre pasado. Un antisemitismo que no está alojado en un solo lado del aspecto ideológico, hay antisemitismo de izquierda, hay de derecha, que se unen a tantos otros antisemitismos a lo largo de la historia.
Afortunadamente, nuestro país se diferencia de otros países del continente americano y del mundo, a través de una tradición más vinculada al respeto por la diversidad, al trabajo en común y al diálogo interreligioso. Entendemos que el rol de nuestra institución es, en ese sentido, tender puentes con diferentes colectivos de la sociedad, atender justamente las necesidades de aquellos que están más vulnerables a las circunstancias económicas, sociales y culturales. Eso nos genera un mayor acercamiento.
—¿Cuál cree que es la principal causa de este antisemitismo?
—Una de las mayores razones del antisemitismo es el desconocimiento, la duda, el rechazo a lo desconocido y, por supuesto, la educación es un pilar central en la lucha contra el antisemitismo y cualquier otra forma de discriminación.
— Sin dudas, AMIA es un referente no solo en la comunidad judía, sino en la sociedad argentina. ¿Cómo creen que influye la tarea que hacen en otras organizaciones de la sociedad civil?
—La AMIA es una institución referente dentro del sector por su trayectoria y por el alcance de su accionar que se despliega en numerosas y muy diversas áreas. Es muy difícil encontrar otra institución que se destaque en disciplinas tan distintas, con un abordaje profesional dirigido a transformar realidades. Es por estos motivos que la AMIA ha sido fundadora, junto con otras organizaciones argentinas, del Foro del Sector Social, a mediados de la década del 90, de la Red Argentina para la Cooperación Internacional (RACI) en el año 2005, convocada a participar de numerosos consejos consultivos y a otros espacios, tanto públicos como privados. Ha forjado alianzas con organizaciones internacionales como Naciones Unidas o el BID.
La vinculación permanente con otras instancias abarca diferentes campos. Compartir experiencias, hacer incidencia en los temas que el sector considera relevantes y, por supuesto, para tener una voz escuchada dentro de un sector que trabaja todos los días para proveer soluciones a miles de personas.
Esta entrevista fue publicada originalmente en la newsletter OXÍGENO del 6 de febrero de 2024. Podés suscribirte acá.