En el paraje rural La Bota, de Santiago del Estero, no hay cuadras, tampoco oficina pública, plaza, ni negocios, salvo algún almacén de ramos generales. En los senderos anchos de tierra van apareciendo, desperdigadas, humildes viviendas (la mayoría sin acceso a servicios básicos como agua de red, gas natural, conectividad). Lo que las une y nutre es la escuela N.° 530 Nueva Colonia, a la que asisten unos 40 chicos y chicas de entre 4 y 16 años, que cursan desde jardín de infantes hasta 9.° grado. Los y las estudiantes suelen recorrer varios kilómetros a pie o en bici para llegar a ese lugar de contención en el que, además de enseñanzas, reciben el desayuno y el almuerzo diarios.
Hasta esta escuela llegaron desde la Ciudad de Buenos Aires, hace 15 años, Patricia Guardone (64, profesora de educación física y abogada) y Gonzalo Portela (66, ingeniero civil) dispuestos a convertirse en sus padrinos. Se habían conocido y enamorado unos meses antes y entendían que como pareja necesitaban tener un proyecto en común. “No sería un hijo, yo ya tenía tres y Pato, cuatro, así que optamos por adoptar una escuela”, recuerda Gonzalo. El primer paso fue ir a Apaer, una asociación civil que implementa programas de padrinazgos, becas y proyectos para escuelas rurales de todo el país. Allí les dieron a elegir entre tres escuelas: una en Santiago del Estero, otra en Chaco y otra en Misiones. Sin pensarlo, se decidieron por la primera. Les informaron que “la tarea de un padrino es hacer por sus ahijados todo lo que esté a su alcance, apoyándolos con envíos de ropa, calzado, útiles, juguetes, etc. que ayudarán en su ciclo de aprendizaje obligatorio”. Tomaron nota del nombre de la directora, la dirección y la situación general de la institución y, aunque la nueva responsabilidad no implicaba viajar, en Semana Santa de 2009 Patricia y Gonzalo se subieron al auto dispuestos a conocer personalmente a su nueva ahijada. No solo desconocían el camino para llegar, sino que tampoco imaginaban que aquel sería el primero de muchos viajes, que crearían su propia fundación, Vida y Pizarrón, y que la escuela 530 sería la primera de las doce ahijadas que tienen al día de hoy.
Un viaje de ida
“Una vez que te vinculás con los chicos y entrás en contacto con esas realidades tan duras y diferentes a las que vivimos en la ciudad, es imposible claudicar. Las necesidades básicas insatisfechas que se ven son la punta del iceberg. Nos ha pasado de llegar a principios del año lectivo y ver que algunos chicos están mucho más flacos que el año anterior. ‘Son los chicos del verano’, así llaman a los que casi no tienen qué comer cuando no van a la escuela. Estamos convencidos de que la educación transforma vidas y es la única salida para cada uno de los chicos, para sus familias y las que formarán en un futuro”, dice la abogada con pesar. Y agrega: “Aprendimos que más allá de las ayudas materiales que podamos brindar, lo que más valoran las familias es la presencia, el encuentro, el afecto que pueden dar y recibir en cada uno de nuestros viajes. Para ellos, saber que hay gente en Buenos Aires que los conoce, a través de fotos o de las historias que contamos en las redes, que piensa en ellos, que se ocupa de ayudarlos es un montón, porque los que viven en estos parajes son los invisibles de la sociedad”.
En aquella travesía iniciática hasta La Bota, cuando finalmente dieron con la casa de la directora, en Villa Figueroa, a unos 100 km de la capital de Santiago del Estero, ella los guió hasta la escuela: había que tomar la ruta 2 y por un senderito de tierra recorrer 25 km más y luego por un senderito 3 km más, algo que la mujer hacía todos los días. “En ese entonces a la escuela no llegaba el cableado de luz, tenían unos paneles solares, un baño en el exterior, tres aulas con sala integradas para unos 40 chicos de 1.° a 7. º grado —cuenta Gonzalo—. Más una salita para el jardín. El personal era de tres maestras, la directora, una maestranza y algunas madres que se encargaban del comedor: desayuno y almuerzo, siempre insuficiente porque los aportes del Estado no alcanzan para darles una alimentación saludable, así es que comenzamos organizando colectas para tratar de sostener el comedor de la escuela enviando dinero a los responsables de la institución”.
La noticia corrió entre las directoras de la zona. Patricia y Gonzalo empezaron a recibir más pedidos de ayuda, por lo que fueron incorporando nuevas escuelas, más colaboradores y padrinos hasta que armaron la fundación Vida y Pizarrón, hace siete años. Su lema es “Transformar vidas a través de la educación”. “Recibimos aportes de un grupo del norte de Italia que, a través de un amigo nuestro residente de la zona de Lugano, tomó conocimiento de nuestra obra y anualmente nos transfieren 500 euros. También tenemos colaboración de un grupo de compatriotas que viven en EE.UU. y, obviamente, nuestros grupos de voluntarios que siempre colaboran con fondos para la fundación”, explica Guardone.
Campañas
Vida y Pizarrón organiza varias campañas anuales y cuenta desde hace tres años con el apoyo de Ford Argentina, que presta una camioneta Ford Ranger nueva para cada viaje a Santiago del Estero. A principio de año es la campaña de útiles para proveer de material didáctico y útiles a alumnos y alumnas y docentes para afrontar el año lectivo. “Llevamos útiles nuevos que compramos en una librería mayorista. En la segunda semana de marzo viajamos a repartirlos a las escuelas”, explica Portela.
En mayo es la campaña de medicamentos para las salitas sanitarias de cada comunidad y entre junio y julio se lleva a cabo la campaña de juguetes para el Día del Niño. Cierran el año con la campaña de Navidad. Para eso, se suman al Movimiento Crisitiano para Gente de Rugby (MCGR). “Desde hace seis años nos invitaron a participar de ese movimiento nacional con comunidades nuestras y nos sumamos con cinco escuelas —cuenta Guardone—, todas en Santiago del Estero. Los directores nos envían el listado de las familias completas de alumnos de cada escuela. Se incluyen los maestros y maestranza con sus familias. Nosotros convocamos a los que quieran armar una caja navideña, con un listado preestablecido para que sea parejo para todos. Comenzamos con 70 voluntarios y en esta última campaña tuvimos 120 familias/grupos de amigos/grupos de trabajo, que armaron las cajas para las 140 familias. Esta campaña de Navidad es muy esperada en los parajes. ¡Ellos jamás recibieron semejante regalo personalizado, con alimentos, artículos de perfumería, juguetes, cartas!”.
En cada viaje la fundación lleva también ropa usada en buen estado que las escuelas clasifican para vender a la comunidad. Esto es un aporte enorme porque con el dinero recaudado pueden organizar un viaje de estudios o una fiesta de egreso. También es la oportunidad que tiene la comunidad de adquirir ropa y calzado a precios accesibles.
Zoila del Castillo, docente desde hace treinta años, es la directora de la Escuela N.° 614 del paraje Quimilioj, en el departamento de Figueroa. “Desde hace cinco años la Fundación Vida y Pizarrón nos brinda apoyo con útiles, mochilas para los alumnos de Nivel Inicial, Primario y Secundario, además aporta mercadería para el comedor escolar y ropa para organizar ferias, en las que las familias pueden compran ropa a precios accesibles y cuyas ganancias se destinan al mantenimiento del edificio. En nuestra escuela tenemos 20 niños entre 3 y 4 años que asisten al jardín de infantes y 47 chicos del Nivel Primario entre 6 y 13 años que asisten diariamente de 7 a 12 y 30 horas”.
Continuar los estudios
La mayoría de las escuelas rurales de Santiago del Estero tiene solo hasta segundo año del secundario y si quieren seguir estudiando deben recorrer unos 30 km por caminos de ripio hasta la escuela secundaria más cercana. No hay transporte público ni escolar, solo unas combis cuyo costo resulta inaccesible para la mayoría de las familias, motivo por el cual abandonan la escolaridad.
“Hace 15 años que venimos haciendo una tarea de concientización con los padres y con los chicos, incentivándolos a que terminen sus estudios y definan qué quieren ser en la vida, insistiendo en que la educación es transformadora de vidas. Y ellos escuchan y toman conciencia de ello… ¡y ven un futuro mejor!”, enfatiza Guardone. Aunque se lamenta: “Llegamos a la conclusión de que no hay voluntad política para que la educación sea el pilar fundamental para que estos chicos invisibles a la sociedad tengan igualdad de derechos respecto a los de la ciudad. No tienen materiales para estudiar, no hay transporte para que puedan asistir, no tienen suficiente presupuesto para que el comedor funcione todos los días.... Aquellos chicos que tienen el sueño de ser profesionales se ven impedidos de cumplirlo ya que se enfrentan con la dura realidad de tener que pagar un alquiler en la capital y vivir en una ciudad donde no hay oportunidad laboral ni ningún beneficio para que los chicos de las áreas rurales accedan a la universidad y a la vida en la ciudad. Sin una ayuda comprometida y a largo plazo, no hay manera de que los niños de los parajes rurales accedan a un futuro mejor”.
Así es que la fundación promueve el padrinazgo para costear el dinero del traslado. Al día de hoy son 15 los chicos que han terminado el secundario gracias al apoyo de sus padrinos, cuenta Portela.
Entre ellos, destaca la historia de Judith Aranda (22), oriunda del paraje La Bota. “Gracias a Vida y Pizarrón pude pagar el traslado diario para terminar el secundario. Y me impulsaron a seguir una carrera. Estaba cursando Enfermería en Santiago cuando llegó la pandemia y tuve que abandonar a mitad del primer año por no tener internet en casa. Patricia y Gonzalo me dieron la oportunidad de retomar en la UBA, para lo cual Patricia me envió el pasaje y me recibió en su casa. Hoy estoy trabajando y cursando mi segundo año de Enfermería. Mi gratitud es infinita. Sin ellos hubiera sido imposible terminar el colegio y seguir estudiando”.
Con todo lo vivido en estos 15 años, sustentando acciones solidarias para cubrir las necesidades sociales y educacionales de los chicos y chicas de parajes santiagueños en situación de vulnerabilidad social, Patricia y Gonzalo han redefinido el significado de apadrinar. “Desde la fundación, es ser agente transformador de vida apoyando a los niños y jóvenes en la educación. Para mí, apadrinar es hacer visibles ante la sociedad a aquellas personas invisibles”, concluye Guardone.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.