Como suele pasar con muchas iniciativas, la idea de este proyecto nació un poco por casualidad y justo en uno de los momentos más complicados de la historia de nuestro país. El Proyecto Catado a Ciegas fue creado por Dolores Lavaque, directora de Consultora Stg, quien desde hace más de 20 años se dedica a brindar soluciones estratégicas a la industria vitivinícola.
Todo comenzó un día en el que, en medio de un curso de vinos, cuando estaban en una “cata a ciegas” (una técnica que se usa cuando el catador desconoce información del producto para no estar condicionado), un alumno preguntó si ese nombre era porque la iban a hacer personas ciegas. A partir de ese comentario, Lavaque comenzó a investigar. “Entré en contacto con varias fundaciones para proponerles proyectos de inclusión laboral. Inicialmente fue con la Fundación PAR, que se dedica a la inserción laboral de gente con discapacidad; ellos me derivaron con la Biblioteca para Ciegos y de ahí, con el Ministerio de Trabajo de la Nación”, recuerda.
Lavaque organizó una capacitación inicial de cata de vinos para personas ciegas el 20 de diciembre de 2001, justo en plena crisis económica y social. Pero no resultó como esperaba: no todos los que asistieron resultaron ser buenos catadores y algunos no llegaron puntuales. “Desde el Ministerio de Trabajo y desde las fundaciones a las que contacté me enseñaron que tenía que buscar gente comprometida y que ya estuviese en esa sintonía. Tras esa capacitación inicial, nos sentamos con mi equipo a sacar conclusiones y entendimos, conociendo a la industria del vino, que iba a ser difícil vender el servicio”. Lavaque se refiere a que si bien se testea mediante el olfato y el paladar, en la industria del vino se requiere una metodología específica y más integral que incluye a algún sommelier con visión y/o enólogo.
Decidieron entonces aplicar la idea a otras alternativas con buenas perspectivas de salida laboral y se enfocaron en el rubro alimenticio, específicamente con los quesos. “La gente de la empresa familiar Piedras Blancas vino a ayudarme a capacitarlos y mientras tanto aprendimos detalles en el vínculo con las personas ciegas, como la importancia de no dejar cosas en el piso porque dentro de la oficina no usan el bastón”, cuenta Lavaque. Pero la salida laboral para la iniciativa aún no aparecía.
“Fue entonces cuando vi en la revista Ohlalá una noticia sobre una capacitación para ciegos sobre perfume de la empresa Unilever (responsable de marcas de limpieza y alimentos). Me contacté con una excompañera del colegio que trabajaba en el área de Marketing de la empresa y le conté mi idea. Ella organizó una reunión con el equipo de Análisis Sensorial, que justo sopesaba la posibilidad de tercerizar el análisis sensorial perfumístico de desodorantes y shampoo en un equipo que estuviera entrenado. Les conté que yo entrenaba un equipo de personas ciegas, pero expliqué que estaba capacitado solo en vinos hasta el momento, y les pedí ayuda”.
A partir de entonces se allanó el camino: con la asistencia de la perfumista principal de Unilever y otro perfumista más; junto al Ministerio de Trabajo de la Nación se hizo una selección de las personas ciegas con inquietud para determinar los perfiles que mejor detectaban los aromas. Se hicieron las capacitaciones y se armó un panel de 30 personas para la empresa, con quienes trabajaron durante casi diez años.
Al respecto, Marcela, integrante del panel que comenzó en 2002, asegura que esta oportunidad fue muy importante para su vida: “Sentí algo hermoso. No lo podía creer. Lo primero que dije fue gracias a Dolores por haber pensado en gente con nuestra discapacidad. Sentí orgullo y estoy muy agradecida por seguir formando parte del panel al día de hoy”.
Capacitación y amor
A partir de esta primera experiencia con Unilever, Lavaque participó de congresos de análisis sensorial, en los cuales presentó el caso. Y gracias a eso, conoció a gente de la empresa de productos lácteos Mastellone, quienes se mostraron interesados en trabajar con el panel que ya estaba consolidado con unas 30 personas. A partir de ese momento, en forma paralela al vínculo con Unilever, comenzaron a trabajar cinco veces por semana con este nuevo aliado.
Y con el desarrollo de esta propuesta llegaron también los reconocimientos: en 2003, el Ministerio de Trabajo de la Nación los premió por ser una empresa inclusiva. “En aquel momento, 20 años atrás, casi no se hablaba de inclusión. Como emprendedora, con un proyecto de menos de tres años, haber recibido el premio fue realmente un orgullo”, cuenta Lavaque.
Este trabajo no solo significó una oportunidad laboral para los integrantes del panel, sino que los ayudó a desarrollar habilidades. Luis es miembro desde el 2002 y cuenta: “Me cambió la percepción de la vida cotidiana. Hay cosas de las que no me daba cuenta y ahora las siento y las puedo describir. Es como aprender a reconocer la información sobre los sabores que tenés grabada en tu computadora, y así hilar más fino”, reveló.
Para Lavaque y el grupo el lazo construido es eterno. “Muchos de los integrantes del equipo vivieron el nacimiento de mis hijos y hoy les reconocen el olor y la voz y se emocionan —cuenta—. En una peregrinación a Luján, mi hija reconoció a una integrante del equipo y se acercó a saludarla y, para su sorpresa, ella también la reconoció rápidamente. Esa persona ciega luego me dijo que se sentía como si integráramos una familia y que se había emocionado con el saludo de mi hija. Siento que todos crecimos juntos. Dos miembros han formado pareja y tuvieron una hija que hasta hoy nos visita. Estamos muy integrados y hemos logrado un clima muy familiar”.
Al servicio de la industria
El análisis sensorial es una forma de identificar, analizar e interpretar los atributos de un producto, que se perciben a través de los sentidos; y así determinar su aceptación por el consumidor. En el caso de las personas ciegas, ellas hacen la apreciación y otra integrante con visión de la consultora toma nota en las planillas.
A través de este mecanismo se logra obtener información sensorial fiable que respalda decisiones importantes para las empresas, como estudios de vida útil, control de calidad, ajustes de producto, aceptabilidad o reformulación de producto.
La forma de realizarlo es con una especie de cuestionario que se rige bajo tres apartados distintos: discriminación, descripción y preferencia. En el primero, se busca conocer si existen diferencias entre dos o más productos; en la descripción, se intenta describir y medir las diferencias; mientras que en el apartado de preferencia buscan conocer el grado de satisfacción o aceptabilidad.
En cuanto a las empresas, el servicio que brinda el panel apunta al control de calidad en alimentos y bebidas y productos para el cuidado y la limpieza del hogar y su análisis de propiedades organolépticas (olor/aroma, sabor, textura y consistencia) utilizando escalas y descriptores de acuerdo al objetivo de cada testeo.
Pero además, con la experiencia que adquirieron a lo largo de todos estos años, los integrantes del panel formaron parte del jurado de certámenes como el de la Feria Caminos y Sabores, donde eligieron los mejores dulces de leche, quesos de vaca, de cabra, aceite de oliva y yerba mate. También participaron en un concurso de té de Misiones.
“Testear es un arte, el arte de describir, de encontrar las notas gustativas, los diferentes aromas y diferenciar los defectos y las cualidades del producto”, revela Patricia, que trabaja en el panel desde 2015.
Entre las empresas para las que han trabajado se encuentran La Serenísima, Cepas Argentinas, Maroni, Givaudan, Unilever, Fratelli Branca Destilerías, Quilmes, Firmenich, La Suipachense, Tregar, Smirnoff, Carrefour, Calsa, Piporé, Marinaro, Cosalta. También lograron ingresar en la industria vitivinícola, trabajando para Bodegas Salentein, Callia, Luigi Bosca, entre otras.
Más allá de estos grandes nombres, cada integrante gana confianza ante los nuevos desafíos. “En su momento, lo pensé como una nueva experiencia, no tenía ningún conocimiento en el área y me gustó mucho la capacitación. Hoy sigo disfrutando de esta experiencia, me gusta lo que hago”, revela Carlos, miembro del panel desde 2005.
Proyecto pionero
Según cuenta Lavaque, no había registro de ninguna experiencia similar al panel realizada en otro país. “Fue después de la creación de nuestro panel que empecé a escuchar que lo imitaron, y es más, participamos en la formación de un panel para aceites de oliva en Catamarca y otro de alimentos en la Universidad de Talca, Chile”, señala.
Acerca del método de reclutamiento y de formación, comenta: “Aprendí que sí o sí hay que tener salida laboral para ofrecerles, no entrenar a gente ciega para análisis sensorial si no hay posibilidades de darles trabajo. El resto es parte de un entrenamiento más desde lo profesional o estrictamente de protocolos más allá de que sean personas ciegas o no”.
En 22 años, unas 50 personas pasaron por el panel, en general con edades de entre 40 y 60 años. Hoy son 10 sus integrantes: “Es innumerable la cantidad de productos que han testeado en más de mil proyectos de más de 20 empresas en estos años”, resume Lavaque.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.