La discapacidad no es un impedimento para practicar cualquier actividad deportiva. De hecho, el deporte suele ser muchas veces una herramienta para que las personas con discapacidad alcancen su máximo potencial. Así lo entienden Miguel Ángel Gavilán, un español de 62 años que ama escalar montañas. Y que ha hecho cima en algunas de las más altas del mundo pese a que está amputado de una mano.
Cuando tenía 29 años e integraba las fuerzas armadas, Gavilán perdió su mano izquierda en un accidente (le explotó encima una granada). A partir de eso, se alejó del montañismo, que había sido su pasión desde chico. Sin embargo, tiempo después, descubrió que podía escalar incluso pese a la amputación.
“Pensé que jamás volvería a escalar”, contó en un reportaje a Servimedia. Pero ocho años más tarde llevó a su hijo a La Pedriza, una montaña de más de 2.000 metros cerca de Madrid. Fue ahí donde él mismo había aprendido a escalar de pequeño. Dice que en esa montaña desarrolló “una técnica de pies” que le ayudó a escalar con la mano amputada.
En su reencuentro con La Pedriza, alguien le sugirió intentar subir aun sin una mano. Y ya no hubo vuelta atrás. “Con una mano he escalado más montañas que cuando tenía las dos”, dijo Gavilán en distintas entrevistas. Desde que volvió a escalar, hizo cima en picos como el Mont Blanc, el Kilimanjaro, el Aconcagua o el McKinley.
Resultó clave para Gavilán que no se le amputara la muñeca izquierda, lo que era necesario en caso de que eligiera usar una prótesis.
Hoy, Gavilán considera que arriba de la montaña se “libre”. “Cuando estás subiendo una pared te olvidas de tu discapacidad”.
A partir de su experiencia, fundó hace 12 años la Asociación Montañeros sin Barreras. También creó una escuela de montaña adaptada, en la que enseña a 52 alumnos, de entre cuatro y 14 años, con y sin discapacidad.