«2024 empieza totalmente abierto, marcado por un mundo cada vez más diverso y (des)ordenado, definido por alianzas e intereses cambiantes en cuestiones como la competición geopolítica, las transiciones verde y digital o la seguridad internacional. Arranca un año en el que estaremos pendientes del resultado de las urnas, así como de los límites de la impunidad con que actúan, cada vez más desacomplejadamente, las armas». Este es el resumen del análisis que realiza el CIDOB (Barcelona Centre for International Affairs) para el año que está a punto de comenzar. El organismo pone el foco en estos diez temas que marcarán la agenda global en 2024 y que presentan así:
1. Más conflictividad, más impunidad
2023 ha sido uno de los años más conflictivos en el mundo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. En solo doce meses, la violencia política ha aumentado un 27%. La guerra en Gaza ha marcado el final de 2023, con sus más de 18.000 víctimas mortales contabilizadas hasta el momento, las advertencias por parte de Naciones Unidas del riesgo de colapso humanitario y de genocidio de la población palestina atrapada en la Franja, así como el pulso entre el primer ministro, Benyamín Netanyahu, y el secretario general de la ONU, António Guterres, para intentar lograr un alto el fuego. En esta crisis continuada del orden liberal y en plena discusión sobre la validez del derecho internacional, Israel ha asestado un golpe profundo a la credibilidad de Naciones Unidas.
Este año ha sido violento. Se estima que 1 de cada 6 personas en el mundo ha estado expuesta a un conflicto en los últimos doce meses. La sensación de impunidad y de menosprecio por la legislación internacional se ha agravado. No solo en Gaza. El enquistamiento de la guerra en Ucrania; la expulsión de la población de origen armenio de Nagorno Karabaj; o la sucesión de golpes de estado vividos en seis países africanos en los últimos 36 meses dan buena cuenta de este momento de «desregulación del uso de la fuerza», que se ha ido fraguando durante años de erosión de las normas internacionales.
2. La democracia, a examen
Más de 4.000 millones de personas están llamadas a las urnas en 76 países, casi el 51% de la población mundial. Mientras la mayoría de la ciudadanía de estos países votará en democracias plenas o con imperfecciones, uno de cada cuatro votantes participará en comicios en regímenes híbridos y/o autoritarios (22 de 76). Países como Rusia, Túnez, Argelia, Bielorrusia, Rwanda o Irán instrumentalizarán estos procesos electorales para tratar de fortalecer a los liderazgos en el poder y ganar legitimidad ante sus ciudadanos, mientras que casi la otra mitad del electorado ejercerá su derecho a voto en países que, en los últimos años, han mostrado una erosión democrática o tentaciones iliberales, como en Estados Unidos o India. El intenso ciclo electoral de 2024 será decisivo para saber si se consolida la contestación, la fragmentación y el auge del extremismo político que han transformado las democracias a nivel global, o bien si el sistema resiste.
El mayor desafío en esta carrera electoral es, probablemente, la presencia de Donald Trump, no solo porque su futuro inmediato está en manos de los tribunales, sino también porque, si su candidatura llegara a materializarse, significaría que el Partido Republicano habría decidido entregar su futuro al hombre que intentó revertir los resultados electorales de hace cuatro años y que el propio comité del Congreso, que investigó la toma del Capitolio en enero de 2020, acusó de «insurrección». Un retorno de Donald Trump a la Casa Blanca modificaría por completo la posición de Washington en cuestiones como el suministro de armamento a Ucrania, el apoyo a Israel o la confrontación con Rusia o China.
También el futuro de la Unión Europea, que afronta este invierno con dos guerras en su vecindario, se decidirá en las urnas. Además de las elecciones al Parlamento Europeo, que se celebrarán entre el 6 y el 9 de junio de 2024, 12 Estados miembro también tienen comicios. Las elecciones generales en Bélgica, Portugal o Austria serán un buen termómetro para medir la fuerza de la extrema derecha, que aspira a salir reforzada de las elecciones a la Eurocámara.
Aunque según su Constitución, Ucrania debería celebrar elecciones en marzo de 2024, es muy probable que Volodímir Zelenski aplace estos comicios hasta después de la guerra. Rusia, en cambio, sí acudirá a las urnas el 17 de marzo de 2024, unas elecciones a las que Vladimir Putin se presenta a la reelección y cuyo resultado alberga pocas dudas. En África, se celebrarán 16 elecciones, entre ellas en Sudáfrica 30 años después del fin del apartheid, en las que el Congreso Nacional Africano (ANC), en el poder desde las primeras elecciones libres y generales de 1994, aspira a revalidar el poder, aunque el principal partido opositor, la Alianza Democrática, podría dar una sorpresa. En México, las presidenciales de junio de 2024 elegirán, por primera vez en su historia, a una mujer como presidenta del país: Claudia Sheinbaum versus Xóchitl Gálvez. Finalmente, está por ver qué grado de participación podrá tener la oposición venezolana en las elecciones presidenciales pactadas por Nicolás Maduro para la segunda mitad del año.
3. De la saturación informativa a la desconexión social
Nos encontramos ante unas sociedades cada vez más abrumadas por la saturación de contenidos, y exhaustas por la velocidad de los cambios que deben digerir. La incertidumbre política y electoral, así como la multiplicidad de conflictos que marcarán el 2024 alimentarán todavía más el desfase entre sociedad, instituciones y partidos políticos. Los cambios demográficos relacionados con el uso de la tecnología y el contexto de volatilidad permanente también se han traducido en una menor fidelización del voto, lo que ha contribuido a la crisis de los partidos tradicionales. El elemento identitario de pertenencia a un partido ha mutado entre los más jóvenes. La identificación se construye desde el posicionamiento en cuestiones como el cambio climático, la inmigración, el racismo, los derechos de las mujeres o el colectivo LGTBI+. Para los jóvenes, los partidos políticos tradicionales han sido incapaces de articular una forma de comunicación directa, aumentando la sensación de desconexión entre sociedad, políticos e instituciones.
Con el auge y la consolidación de la Inteligencia Artificial (IA), la desinformación será uno de los retos adicionales de este superaño electoral, ya que su rápido progreso puede proyectar una sombra todavía mayor sobre la confianza en la información y en los procesos electorales. El perfeccionamiento de los deepfakes, la rápida y sencilla creación de imágenes, textos, audios o propaganda por IA, así como la creciente dependencia de las redes sociales para informarse de la realidad, representan un caldo de cultivo para la desinformación en un momento en el que aún no existe un control efectivo de estas tecnologías.
4. Inteligencia artificial: explosión y regulación
2023 fue el año de la presentación en sociedad de ChatGPT que solo dos meses después de su lanzamiento ya contaba con 100 millones de usuarios. La revolución también trajo consigo una nueva consciencia de los riesgos, aceleración y transformación que supone esta tecnología. Por eso, 2024 será un año fundamental para la regulación de la IA. La más ambiciosa es la de la UE, que está decidida a convertirse en la primera región del mundo que se dota de una ley integral para regular la inteligencia artificial. Pero el debate de la gobernanza va de la mano de la carrera geopolítica por liderar la innovación tecnológica y, a diferencia de la UE, en el caso de Estados Unidos y China eso significa, además, el desarrollo de su aplicación militar. La primera cumbre mundial sobre seguridad de la IA, deja sobre la mesa la Declaración Bletchley, firmada por 28 países, que recoge un compromiso para abordar las principales amenazas de la IA y examinar los modelos de IA de empresas tecnológicas antes de su lanzamiento. En septiembre de 2024, durante la Cumbre del Futuro organizada por Naciones Unidas, se presentará el Pacto Digital Mundial.
5. Resaca económica y sostenibilidad de la deuda
En 2024 serán más visibles las consecuencias económicas de la sucesión de crisis experimentadas en los últimos años. El Fondo Monetario Internacional (FMI) no espera que la inflación se sitúe en el objetivo de la mayoría de bancos centrales hasta 2025, lo que augura tipos de interés elevados durante un largo período de tiempo, sobre todo si se vuelve a tensionar el precio del petróleo en un contexto de elevada incertidumbre geopolítica. La previsión de crecimiento del FMI para 2024 es del 2,9%, una tasa muy similar a la de 2023 e inferior a las tasas de crecimiento prepandemia. También habrá que seguir de cerca la evolución de una China que se enfrenta a su menor crecimiento económico en 35 años, exceptuando los años de la COVID-19, lastrado por una excesiva acumulación de deuda y su dependencia del sector inmobiliario. Por su parte, los países emergentes sentirán con fuerza el frenazo chino, ya que muchos de ellos se encuentran en una delicada situación fiscal que, en un contexto de rápido tensionamiento de las condiciones financieras y de fortaleza del dólar, agrava también su vulnerabilidad externa.
6. Sur(es) y Norte(s)
El Sur Global se consolida como un actor clave en la contestación a Occidente bajo lógicas antiimperialistas o de doble rasero. La imagen más simbólica de este momento de expansión geopolítica la veremos en octubre de 2024, cuando los BRICS se reúnan en Rusia para formalizar su ampliación. Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica suman a su club a Arabia Saudí, Egipto, Emiratos Árabes Unidos, Etiopía e Irán. Juntos suponen el 46% de la población mundial, un 29% del PIB global, e incluyen a dos de los tres mayores productores de petróleo del mundo. De esta forma, los BRICS ganarán una voz todavía más potente, aunque también es posible que integren más contradicciones internas y agendas propias.
7. Retroceso de los compromisos internacionales
2024 tiene que demostrar si la comunidad internacional todavía es capaz y quiere consensuar respuestas coordinadas a problemas globales compartidos, a través de órganos de gobernanza colectiva. No será fácil. Estamos ante una aceleración de la crisis ecológica, un récord de migraciones y desplazamientos forzosos, así como ante una clara involución de la agenda para la igualdad de género (a este paso, se necesitarán 131 años para alcanzar la plena paridad). En Europa, la hiperactividad regulatoria en cuestiones climáticas e industriales está aumentando la politización de este tema, de la mano de fuerzas de derecha radical, y avivando el malestar social en ciertos estados miembros como Italia, Países Bajos o Alemania, que están tratando de limitar las ambiciones de la UE en materia climática.
También las políticas migratorias europeas han formalizado un retroceso importante. El Pacto Europeo de Migración y Asilo, que está previsto que salga adelante antes de las elecciones europeas de 2024, supone una legitimación de las políticas antiinmigración de la UE. Dicho pacto permite retrasar el registro de los solicitantes de asilo, instaurar procedimientos de asilo fronterizos de segunda categoría y ampliar el tiempo de detención en frontera.
8. Desbordamiento humanitario
Los gobiernos donantes y las agencias humanitarias deben prepararse para un 2024 de grandes necesidades de asistencia en múltiples regiones. Las guerras y la violencia impulsaron el desplazamiento forzado a escala mundial hasta una cifra récord estimada de 114 millones de personas a finales de septiembre de 2023, según ACNUR. Los principales generadores de estos desplazamientos forzados fueron la guerra en Ucrania y los conflictos en Sudán, la República Democrática del Congo y Myanmar; además de la sequía, las inundaciones y la inseguridad que azota Somalia; así como una prolongada crisis humanitaria en Afganistán. Solo en los primeros seis meses de 2023, se presentaron 1,6 millones de nuevas solicitudes individuales de asilo a nivel mundial, la cifra más alta jamás registrada. Los expertos también alertan del riesgo de una nueva crisis del arroz en 2024, como consecuencia de la restricción en las exportaciones que impuso India para intentar contener los efectos del descenso de producción interna.
9. Securitización versus derechos
El conflicto entre seguridad y derechos fundamentales ha sido una constante en 2023, y la incertidumbre electoral de los próximos meses fomentará, todavía más, la tentación de las políticas de control y mano dura. La securitización de los movimientos sociales también emerge como una estrategia que seguirá ganando peso en 2024. Cada vez más, los gobiernos democráticos están extremando la presión sobre los movimientos de protesta: multas, prohibiciones de la libertad de expresión o persecución judicial están empequeñeciendo el espacio de la protesta civil.
10. Desacoplamiento entre intereses y valores
La «batalla de narrativas» que durante tanto tiempo se utilizó como argumento de la confrontación geopolítica entre democracia y autoritarismo se está quedando obsoleta. El mundo se ha transformado en una «batalla de ofertas» que configura tanto la opinión pública como la acción de los gobiernos. Crece la diversidad de opciones y de alianzas. Las narrativas hasta hace poco hegemónicas o están contestadas o ya no sirven para explicar la realidad. En esta «multipolaridad desequilibrada», con potencias medianas marcando agendas regionales, los grandes actores tradicionales están obligados a buscar su propio espacio. La crisis del orden liberal, agudizada por la reacción internacional a los últimos conflictos, y la erosión del multilateralismo –con el desafío explícito a Naciones Unidas– alimentan todavía más esta sensación de dispersión del poder global hacia una variedad de potencias medianas dinámicas, capaces de ayudar a moldear el entorno internacional en las próximas décadas.
Publicado originalmente por La Marea bajo licencia CC: BY-NC. Republicada con permiso vía OpenNewsWire.