Llega el momento de estrellato de este tipo de vinos, bebidas asociadas a la celebración ya desde el siglo V en Francia. Entre el vitel toné y el pan dulce, hay una pregunta que siempre está sobre la mesa de las fiestas: ¿cuál es la diferencia entre el espumante y el champagne?
Estamos acá ante un problema de categorías: todo champagne es un vino espumoso, pero no todo espumoso es un champagne. Las características que hacen a un vino espumoso un champage son:
- La denominación de origen: el champagne es un vino espumante con denominación de origen controlada (DOC), ya que es elaborado desde el siglo XVII en la región francesa de nombre homónimo. Esta es la certificación que garantiza ciertas denominaciones de origen francés para vinos, quesos, mantecas y otros productos agrícolas, por el organismo gubernamental Institut National des Appellations d'Origine.
- El tipo de uva: las cepas de uva que más se usan para fermentar el champagne son pinot noir, pinot meunier y chardonay (a diferencia de los vinos espumantes, para los cuales se utilizan distintos tipos sin ninguna limitación)
- El método de elaboración: el método "champenoise" implica que, después de la cosecha, selección de uvas y prensado, obtenemos un vino base que pasa por una segunda fermentación realizada en la botella. El proceso de carbonatación natural (que lo vuelve espumoso) nace de un reposo de 15 meses en su mismo envase.
¿Por qué se asocia el champagne con la celebración?
Los primeros documentos sobre una ocasión en la que se celebró descorchando un champagne son de la primera comunión como rey de Clovodeo I. Durante su reinado, el monarca unió a todos los francos, creando "El Reino de los Francos", que más tarde se convertiría en Francia tal y como la conocemos. En esta celebración, el rey alzó copas llenas de vino local (que resultó ser de la región de Champagne) a su salud.
Posteriormente, el champagne se hizo popular entre la realeza francesa. Kolleen M. Guy, profesora de Historia en la Universidad de Texas, comentó a la revista Live Science: "A la realeza le encantaba la novedad del vino chispeante. Se decía que tenía efectos positivos sobre la belleza de la mujer y el ingenio del hombre". En ese momento, la bebida era costosa y un símbolo de status.
Después de la Revolución Francesa, el champagne se volvió menos costoso y más miembros de la sociedad podían permitírselo, pero seguía sin ser lo suficientemente barato como para consumirlo todos los días. Gracias a esto se mantuvo su carácter festivo: la gente lo compraba para ocasiones especiales.
¿Cómo fue su historia en Argentina?
Fabricio Portelli es sommelier argentino y experto en vinos. En esta nota elaboró una breve historia de los espumantes en nuestro país. En el texto comenta que fue en 1957 cuando Robert-Jean de Vogüé y Renaud Poirier viajaron desde Francia para explorar lugares donde pudieran desarrollar espumantes.
Después de estudiar los suelos y climas de Estados Unidos, Perú, Brasil, Chile y Argentina, se decidieron por la provincia de Mendoza (región de Luján de Cuyo). A pesar de ser una zona desértica en la que nadie plantaba viñas, creían que se podría elaborar espumantes de excelencia al mismo nivel que en la región de la Champagne en Francia. Así nació en 1960 Chandon Argentina, de donde Poirier sería el primer chef de cave (quien está a cargo de desarrollar el producto, mantener su calidad y estilo).
Portelli enfatiza la importancia de este evento para el mercado argentino ya que "hasta ese año, sólo unas pocas bodegas se dedicaban a la elaboración de espumantes con pequeños volúmenes de producción. No había en el país una tradición de plantaciones de uvas de alta calidad para espumantes. Fue Chandon quien creó el segmento de espumantes premium, educando a los consumidores y marcando los estándares de la categoría: dando un impulso decisivo al cultivo de Chardonnay y Pinot Noir de calidad. Chandon creó la categoría extra brut, inédita en el mundo y la más consumida en Argentina hasta hoy".