¡Buenos días! Las chances de éxito de la presidencia de Javier Milei dependen de múltiples variables económicas y políticas. Pero debajo de ellas subyace una condición más profunda y determinante: si la ciudadanía se convence o no de que, por duro que sea el camino que propone el Gobierno, no hay otro posible.
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Cambio cultural. 33 minutos duró el discurso inaugural de Javier Milei en las escalinatas del Congreso Nacional. La mayor parte, para describir lo que recibe: una crisis de proporciones épicas en materia económica, educativa y social. El resto, para asegurar que piensa cumplir su promesa de ajustar, aunque duela, y que hay luz al final del túnel. En el medio, se dio con todos los gustos: puso de primera dama a su hermana Karina, citó a economistas liberales, habló de la fiesta de Janucá, mencionó el libro de los Macabeos, homenajeó a Julio Argentino Roca y le dijo Vicepresidente, con “e”, a Victoria Villarruel.
Mientras, una multitud heterogénea y embanderada —muchos con la camiseta de Messi— colmaba la Plaza de los dos Congresos. Cada tanto, el público interrumpía al presidente con silbidos cuando se mencionaba al kirchnerismo, rugía pidiendo “motosierra” contra el Estado y repetía como un mantra un clamor unánime: “Libertad, libertad, libertad”. Por momentos, una sensación de irrealidad flotaba en el aire: Zelenski, el Rey de España, el cielo sin una nube y un presidente que promete sangre, sudor y lágrimas. Y una muchedumbre que lo celebra.
Parece que estuviéramos ante el inicio de un cambio cultural inmenso. Si fuera así, resulta útil entender algunas de sus dimensiones:
- Conceptos. Todo cambió: el problema no es la inflación. Tampoco el dólar disparado. Esos son los síntomas. La enfermedad real es el déficit: si gastamos más de lo que tenemos, no hay más opción que endeudarse o imprimir billetes. Y eso es echar nafta al fuego. Sólo queda una alternativa: reducción de gastos hasta llegar al déficit cero. Giro copernicano en el relato político.
- Lenguaje. La incorrección política, con todo lo que eso significa: menos hipocresía, pero a la vez más heridas a una sensibilidad acostumbrada a otros estilos. Y muy probablemente, ausencia total del lenguaje inclusivo: no más “todos y todas”. Ni nada que se le parezca.
- Símbolos y gestualidad. Un mundo de contrastes: el logo del presidente, y antes del presidente electo, de inconfundible parecido con el de la Casa Blanca. Traje riguroso y corbata cuando Milei está en modo no-excéntrico: institucionalidad, protocolo. Y a la vez, ruptura: discurso de espaldas al Congreso, perros en el bastón presidencial, y el grito de… “¡Viva la libertad, carajo!”.
- Historia. A diferencia del gobierno de Cambiemos, que no incursionó en la revisión de la historia, La Libertad Avanza lo hizo desde el principio: Milei sitúa la Edad de Oro de la Argentina en el período que va de 1852 a 1916. En adelante, es casi todo decadencia, déficit. Con la lectura opuesta, se mete en el terreno que hasta ahora dominaba el peronismo: el del relato.
- Personajes. Un panteón profuso, mostrando que la nueva era tiene sponsors ilustres. Alberdi es paz y libertad. Sarmiento, educación y mérito. Roca, el imperio de la ley. Menem, menos Estado, más mercado e integración al mundo. Thatcher, ortodoxia económica y valentía. Dime a quién admiras y te diré quién eres, o al menos quién quisieras ser.
- Autores. No son solo ideas: es un corpus doctrinario amplio, articulado, con coincidencias pero también matices “porque los libertarios no tenemos dogmas”. Alberto Benegas Lynch (h), referente local absoluto. Y más allá de las fronteras, el olimpo que reúne a Adam Smith, Friedrich Hayek y Milton Friedman. Y enemigos feroces: Karl Marx, y sobre todo Lord Maynard Keynes. Y Antonio Gramsci, el responsable de que el colectivismo se convirtiera en sentido común.
No es sólo maquillaje. Estamos siendo testigos de un intento de cambio cultural profundo para crear las condiciones psicológicas y sociales que hagan posibles las reformas. Porque hay más chances de sobrevivir mientras se cruza el desierto si se cree que estamos en el camino correcto y, más pronto que tarde, aparecerá en el horizonte la tierra prometida. Milei parece saberlo. Es clave que no lo olvide.
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Tres preguntas a Alberto Benegas Lynch (h). Es un economista argentino, señalado por Javier Milei como “padre del liberalismo argentino”. De amplia actividad académica, es presidente del Consejo Académico de la Fundación Libertad y Progreso y del Consejo Editorial de la filial argentina de Unión Editorial de Madrid.
—Parece que estuviéramos viendo un resurgir de las ideas liberales. ¿Qué opinión le merece eso?
—Milton Friedman solía decir que cuando hacemos pronósticos no sólo hay que mirar la superficie del agua sino también las corrientes subterráneas. En este caso, las corrientes subterráneas nos hacen ser optimistas. Por un lado, las muchas fundaciones en distintas provincias, donde se hacen ateneos de lectura y reuniones. Por otro, los seminarios y las tesis doctorales atractivas que se están haciendo. No hace mucho tuvimos con Javier Milei una tenida académica en el Aula Magna de la Universidad de Belgrano con más de mil asistentes, además de los que se conectaron virtualmente. Pero lo más alentador es el tipo de preguntas, que muestran que hay mucha biblioteca detrás. En los años 90 —a pesar del gran aporte que hizo Álvaro Alsogaray y de la Unión Para la Apertura Universitaria (UPAU)—, no se veía la profundidad que yo observo ahora. Hay un renacer de las ideas alberdianas. Si Alberdi y sus colegas una vez pudieron hacer de la Argentina uno de los países más prósperos del planeta, desde el punto de vista moral y material, estoy seguro de que podemos hacerlo otra vez.
—¿Qué efecto tuvieron las ideas de Alberdi en la Argentina?
—Hay que recordar que a fines del siglo XIX los salarios en términos reales del obrero de la incipiente industria y del peón rural eran superiores a los de Suiza, Alemania, Francia, Italia y España. La población se duplicaba cada 10 años. Teníamos exportaciones a la altura de Canadá. Cuando nos visitaron en el Centenario de 1910 miembros de la Academia Francesa, compararon los conocimientos y el nivel de las argumentaciones de nuestros senadores y diputados, y estaban maravillados. Hoy, lamentablemente, eso ha decaído mucho y, salvo raras excepciones, si un chico fuera al Congreso a aprender instrucción cívica, no sería una tarea muy gratificante, con señales obscenas y votos en masa, sin ninguna independencia de criterio. Pero hay razones para ser optimistas, por las actividades que hacen UCEMA y otras instituciones. También por lo que se está viendo en los medios de comunicación: hay periodistas que tenían otras ideas muy distintas y están mostrando una evolución interesante hacia el liberalismo.
—¿Qué se puede hacer para evitar que esta tendencia no sea un movimiento pendular más?
—Decía Thomas Jefferson que “el precio de la libertad es la eterna vigilancia”. No es una exageración decir que antes de acostarnos a la noche tenemos que preguntarnos qué hicimos hoy para que nos respeten. Si la respuesta es nada, no hay derecho al pataleo. Y no es un tema solamente del periodismo o de los académicos. Es un tema de todas las personas que quieren ser respetadas. Lo bueno es que, por ejemplo, hay periodistas muy destacados que vienen de una tradición de pensamiento muy distinta al liberalismo y están haciendo una transición muy interesante. O hay políticos que, aunque sea de mala gana, están hablando ahora de reducir el gasto público o de modificar legislaciones laborales o fiscales. Javier Milei, en ese sentido, está haciendo un aporte fenomenal a todos los que queremos una sociedad libre.
Las tres preguntas a Alberto Benegas Lynch (h) se tomaron de la entrevista que le hizo Guillermo Laborda en una sesión virtual de UCEMA en julio de 2022. Para acceder a la conversación completa podés hacer click acá.
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Cambio. “Javier Milei, una píldora demasiado grande para timoratos”, así titula Alberto Benegas Lynch (h) un artículo ya célebre publicado en noviembre de 2021 en Infobae. Escrito en forma de decálogo, el texto aborda diez temas polémicos clave en el pensamiento mileísta: ambientalismo, Banco Central, legislación laboral, aborto, rol de los empresarios, preservación de la democracia como respeto de los derechos del otro, integración al mundo, reducción de cargas tributarias, reducción del gasto público y no renovación de la deuda externa. Un mundo doctrinario complejo, interconectado, con fundamentos. Kick off para el debate.
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Academia. El pensamiento político de Karl Popper bien puede funcionar como síntesis interesante de la corriente liberal, al menos en su vertiente inglesa no racionalista. Su colección de ensayos “Conjeturas y refutaciones” es, de algún modo, un Aleph en el que se condensa ese universo ideológico. Este artículo de Gabriel Zanotti profundiza en la idea popperiana de la política sobre la base de dos pilares —la actitud racional, el diálogo como método de búsqueda de certezas— y muestra la conexión con el pensamiento de von Hayek. Buen comienzo para quien quiere adentrarse en estas ideas.
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Oportunidades laborales
- Change.org inició la búsqueda de Communications Manager Argentina.
- Accenture continúa su búsqueda de Thought Leadership Research Manager.
Hasta acá llegamos esta semana. ¡Hasta el próximo miércoles!
Juan
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