¿Cuándo dejamos de tomar tanto vino? O mejor dicho, ¿cuándo empezamos a reemplazar el vino por otras bebidas? La respuesta es bastante simple: pasó cuando comenzamos a tomar más cerveza y mucha gaseosa. Y también cuando en la mesa de miles de argentinos hubo cambios de hábitos que ya no tienen vuelta atrás.
De los 92 litros que en promedio tomaba en un año cada argentino mayor de edad en 1970 pasamos a tomar 20 litros en 2017. Y ya se sabe que cuando terminen de hacer las cuentas de 2018, esa relación estará por primera vez en la historia debajo de los 20 litros. Sin embargo, la industria del vino piensa dar pelea y evitar un derrumbe más estrepitoso: ya planea vender vino tirado en barril y en lata; sacar cortes livianos, con menos alcohol; y apostar a la publicidad conjunta. ¿Qué ocurre en el mundo?
El día que la cerveza destronó al vino
La caída en el consumo de vino lleva en la Argentina medio siglo. Pero hubo un año en que el principal competidor lo destronó como principal bebida alcohólica del país: 2001. Ese año se consumieron 36 litros de vino por persona, pero la cerveza consiguió estar apenas unos centímetros cúbicos arriba.
Desde entonces, la pelea fue despareja o tuvo un ganador elocuente: en 2017 los argentinos consumimos en promedio 42 litros de cerveza. Más del doble que de vino, que en 2013 fue declarada nuestra bebida nacional.
“Históricamente, el 75 % del vino que consumían los argentinos era en caja, de damajuana o en botella, pero de mesa. Es decir de un precio bajo. La cerveza irrumpió con un valor similar o más barato. Y lo hizo con una inversión publicitaria enorme que caló hondo en los argentinos”, analiza Daniel Rada, director del Observatorio Vitivinícola Argentino.
Rada remarca que las gaseosas, las aguas saborizadas y la infinidad de opciones de bebidas con alcohol, como el fernet, también ayudaron a desestabilizar al vino a lo largo de las últimas décadas.
De hecho, Argentina lidera desde 2013 el ránking mundial de consumo de bebidas azucaradas, con 137 litros al año por persona. Esa situación contribuye, además, a que la Argentina ocupe el primer lugar de América Latina en los índices de obesidad: el sobrepeso alcanza al 60 por ciento de la población.
Pero no fue sólo una cuestión de precio y poder de fuego a partir de la publicidad. La mesa de los argentinos mutó. “El vino siempre estuvo presente en la mesa de los argentinos, a la noche y también al mediodía. Pero hace años que la mesa del mediodía casi no existe, que la jornada de trabajo es de corrido. Además ya no es sólo el hombre el que elige qué bebida se toma en la mesa, por lo que hay más diversidad de bebidas”, asegura Juan Carlos Pina, gerente de Bodegas de Argentina, cámara que nuclea a las bodegas que con sus ventas tienen el 60 % de lo que el país consume en envases de cartón (tetra brik) y el 85 % del vino que se vende en botella.
Los planes para enfrentar la crisis
Inspirado en lo que ocurre en Estados Unidos, donde el consumo de vino en copa y despachado en barriles creció un 37% durante 2017 con respecto al año anterior, desde el Observatorio Vitivinícola Argentino aseguran que ese es uno de los planes que podría tener buena penetración sobre todo en el ambiente gastronómico, donde las cervecerías artesanales están copando el mercado.
“Esta alternativa acaba de ser aprobada por el Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV) con una resolución. Habilita a envasar vino en barriles de acero inoxidable de 50 litros”, detalla Juan Carlos Pina.
En la estrategia de la industria del vino también tienen dentro de su radar otra presentación alternativa, también habilitada por el INV: vender vino en lata, lo que también permitiría un consumo fraccionado y apuntado a generaciones jóvenes. Las ventas de vino enlatado también crecieron en Estados Unidos un 43 % de un año a otro.
“La posibilidad de envasarlo en latas o barriles de hasta 50 litros es una forma muy interesante de fomentar el consumo de vino en bares y cervecerías, espacios en los que salvo raras excepciones, el vino prácticamente no tiene un lugar ganado”, opinó hace dos meses Martín Bruno, de la Asociación Argentina de Sommelier, elegido mejor sommelier de Argentina en 2017.
Hay un dato que para muchas bodegas no pasa para nada desapercibido y es el del turismo vinculado al vino y a las bodegas. Casi todas las regiones tienen su ruta y el Observatorio estima en 1.833.000 los turistas que pasan por las bodegas y consumen vino.
Algunas bodegas comenzaron a experimentar en la presentación denominada “bag in box”, que es como un tetra brik de tres litros, pero con el vino embolsado, lo que ofrece mejores condiciones de conservación una vez abierto.
Desde 2013, cuando las bodegas comenzaron a comercializarlo, a la actualidad, su crecimiento fue exponencial: en el país ya se venden 1 millón de litros al año. Aunque aún representa apenas el 0,1% de los 890 millones de litro que se consumen en el país.
Las bodegas que hicieron punta en este formato son Casarena, Viña Las Perdices, Chakana y CarinaE. La experiencia está recogida de países como Australia o Dinamarca, donde el consumo de vino en bag in box alcanza al 50 % y el 20 %, respectivamente, del mercado interno.
En 2014, el enólogo Marcelo Miras tuvo una idea que ahora otras bodegas empiezan a imitar: sacó un vino “liviano” que tiene una graduación alcohólica de 10 grados, entre tres o cuatro grados por debajo de un vino promedio.
“El Pinot Salvaje es un vino de la línea joven, más ácido, frutado y fresco. Y la idea es ofrecer un vino que se pueda tomar al mediodía, que pueda competir con otras bebidas en el break del mediodía”, cuenta Marcelo, que fundó en el Alto Valle de Río Negro la bodega que lleva su apellido en 2006.
Otra apuesta que están haciendo las bodegas es hacer publicidades de mayor alcance a través de inversiones conjuntas desde las cámaras que las representan, de manera tal que sus publicidades puedan tener el alcance de las que hacen las cervecerías, una industria que a diferencia del vino está concentrado en un puñado de empresas.
El Fondo Vitivinícola de Mendoza, por ejemplo, lanzó una serie de publicidades con buen alcance. Las llamó "El vino nos une":
Una crisis que pone en jaque economías regionales
“Todas las iniciativas de las que hablamos por ahora son inicipientes pero apostamos a que vayan logrando un buen efecto. De todos modos, es importante aclarar que el vino también está retrocediendo en países con mucha tradición, como Italia, España y Francia”, señala Juan Carlos Pina y estima que el consumo de vino en la Argentina puede bajar hasta un mínimo de 15 litros al año por persona.
En España el consumo anual descendió, prácticamente por las mismas razones, a 21 litros, cuando en 1995 estaban en el doble. En cambio Francia e Italia, con 42,5 y 33,3 litros, respectivamente, siguen en un promedio muy superior al de Argentina, pero por debajo de los 60 litros a los que habían llegado a fines de los ‘90.
Sin embargo, hay mercados, con menos tradición, que crecen, como el de Estados Unidos y Canadá, que ya están en un promedio de 10 litros y 14 litros anuales por personas, respectivamente. En los años '70, el consumo en ambos países rondaba los 4 litros por personas.
De la evolución del sector vitivinícola argentino dependen miles de familias y varias economías regionales. En el país hay 831 bodegas en 220 mil hectáreas de 18 provincias. Sin embargo, la mayoría de los viñedos que proveen de uvas a las bodegas están en Mendoza, con el 68% de la producción; San Juan (26%), La Rioja (2,89%) y Salta (1,38%).
Entre todas, emplean 106 mil personas de manera directa. Aunque estiman que crean 279 mil puestos indirectos, según datos del Observatorio Vitivinícola.
Exportaciones que no despegan
La Argentina es actualmente el quinto productor mundial de vinos. En 2017 produjo 14,5 millones de hectolitros de vino. Solo es superado por Italia (48,5), Francia (46,4), España (40,9) y Estados Unidos (23,9).
“Entre 2001 y 2011, las exportaciones de vino argentino crecieron de manera fenomenal. Pero luego se estancaron. Y la reciente devaluación, que pudo habernos hecho competitivos, también encareció componentes importados como el corcho, el capuchón, la etiqueta, parte del packaging y hasta algunas botellas”, explica Daniel Rada.
Los principales destinos son Estados Unidos, Reino Unido, Canadá y Brasil. En total se giraron al exterior 220 millones de litros de vino por 809 millones de dólares.
En ese sentido, durante 2017 las exportaciones de vino argentino cayeron un 17%. Mientras que para 2018, Rada tiene su pronóstico, que no es nada positivo: “Bajará entre un 3% y un 5%".
Pero más allá de cuál sea ese dato, la industrial del vino no deja su futuro atado al azar, sino que puso en marcha un abanico de variantes para reconquistar viejos consumidores y seducir nuevas generaciones. En botella, tirada, en lata o en bag in box, en los próximos años sabremos cómo siguió evolucionando el consumo de nuestra bebida nacional.