Desde Lima, volamos en busca de una aventura amazónica. El río más grande y caudaloso del mundo, su historia, sus mitos y sus poblados, serán parte de esta narración en tierra peruana. El Marañón y el Ucayali son grandes ríos que al unirse dan origen al Amazonas. A pocos kilómetros de esta confluencia se encuentra la localidad de Iquitos.
En medio de esta zona selvática y húmeda de la Amazonia Peruana, nos dejaría nuestro vuelo. En el aeropuerto decidimos tomar un taxi hasta el hotel. En ese momento, sentimos que el tiempo retrocedía.
Iquitos, es un claro dentro de la selva. Solo se puede llegar en avión o navegando el Amazonas. Este aislamiento, le da características propias. Una de ellas, es la poca presencia de vehículos y el gran exceso de ciclomotores. Los taxis casi no existen y son los mototaxis el medio más utilizado para moverse por tierra.
A pesar de su apariencia y sus tradiciones, que le dan una imagen pueblerina, Iquitos es la séptima ciudad más poblada de Perú. Su gran desarrollo fue gracias a la Fiebre del Caucho, la época de esplendor desde 1880 hasta 1914 en la que se extraía de los árboles. El descubrimiento del caucho sintético desmanteló la gran industria artesanal. Hoy queda su gran historia y la influencia europea plasmada en su arquitectura.
Con casi 500.000 habitantes, Iquitos es un gran centro turístico y comercial, con importantes raíces amazónicas. Desde aquí, iniciaríamos la primer parte de nuestra expedición.
Día 1: El mercado
Compramos víveres y todo lo necesarios para internarnos en la selva. Repelente, hamacas para dormir, mosquiteros, protector, baterías para linternas, agua y botas de goma para caminar en terrenos húmedos y pantanosos, formaron parte de la lista.
La visita al Mercado de Belén nos atrapó: cuadras y cuadras de puestos con frutos exóticos y carnes salvajes, bebidas artesanales, medicina amazónica, vendedores ambulantes, comidas originarias y otros atractivos. Allí, nos encontramos con Fredy, nuestro guía amazónico. Con él iniciaríamos esta travesía al corazón de la Amazonia peruana.
Día 2: La partida
Salimos temprano del antiguo hotel, frente al río Itaya. Desde allí veíamos la selva por detrás. Subimos a un mototaxi y nos dirigimos al puerto de productores.
Llegamos a un precario puerto que flota sobre el río. Se ingresa por pequeñas pasarelas hechas con maderas y troncos. Todo allí flota, para poder compensar las subidas y bajadas del río. Este lugar es muy popular y concurrido. Desde allí salen alimentos hacia los poblados del amazonas y desde la selva llegan frutos y artesanías para comercializar en el mercado de Belén. Allí contratamos nuestra embarcación. Mercaderías, frutos y plantas extraídas de la selva, animales vivos y peces producto de la pesca como también, motores, bebidas, repuestos, ciclomotores, artículos del hogar, tecnología, etc.
Casi todo llega a través de ese puerto. Iquitos, es un lugar de abastecimiento y recepción, el motor de la economía regional.
Una vez en la embarcación, remontamos el río Itaya para luego de unos minutos navegar por el Amazonas. La barcaza de madera, de dos pisos: uno abajo al ras del agua y el superior con un gran techo de lona. Tablas laterales ofician de asientos y hay lugares para colgar las hamacas, para tener un viaje mas placentero, entre víveres y mercaderías. En un momento, levantamos la vista y estábamos en el centro del río. Tiene más de dos km de ancho en esta zona. Por momentos, se hace casi imperceptible ver el otro lado de la costa.
La experiencia de viajar junto a pobladores es inolvidable. Rostros, silencios, miradas, música, alimentos exóticos, aromas y algún diálogo breve. Nos sentíamos realmente diferentes. Luego de dos horas, al mediodía, nuestra barcaza se acercó a una orilla a un muelle flotante. Era el distrito Indiana, allí funcionaba un lugar de comidas, al paso. Una gran variedad de propuestas, preparadas por lugareños, para llevar durante el resto del viaje.
Fredy, el guía, subió a la barcaza y en su bandeja había un montón de patitas pequeñas, que devoró dejando solo unos pocos huesos. Era su comida predilecta, patitas de caimán. También había peces, arroz, verduras, tallarines y otras opciones no tan exóticas. Luego continuamos el viaje y a medida que avanzábamos los pobladores descendían en distintos lugares de la costa, en pequeñas aldeas. Finalmente llegamos a nuestro primer destino, el lugar donde nació Fredy. Allí nos quedaríamos junto a su familia, en la isla de Yanamono.
Pisar tierra firme y ver alejarse la barca, nos hizo sentir ya en la selva. Una laguna con un sencillo puente colgante y una larga subida empantanada, fue nuestro bautismo amazónico. Barro y caídas fueron la primer adaptación al medio. El calor y la humedad reinante, también se hacían notar. Luego de seguir un sendero, llegamos a la cabaña de la familia de Fredy.
Una vivienda de madera, sin aberturas y construida en altura, sobre troncos. La separación del suelo, tiene como objetivo evitar las crecientes, el barro, la humedad y el acceso de animales. No hay aberturas, porque es indispensable la ventilación. Colgamos nuestras hamacas con sus mosquiteros en la galería.
Luego de organizarnos decidimos iniciar el primer trekking. Caminaríamos por senderos de Yanamono, durante una hora hasta llegar a conocer el árbol más grande y legendario de la zona, un Ceiba o Lupuna blanca, una especie que puede medir hasta 70 metros de altura y tiene un diámetro de 20 metros. Le dicen el Abuelo de la selva porque puede vivir hasta 600 años.
Salimos de la aldea con botas, equipo fotográfico, agua y repelente. En pocos minutos Fredy nos propone salirnos del sendero, para cortar camino. Al aprobar su propuesta, sacó el machete y fuimos detrás de el. Estábamos ya en medio de la selva, explorando el Amazonas.
Miradas, temores, emoción, aprendizaje. Todo a pocos minutos de llegar. Luego de una hora de caminata, llegamos hasta el legendario Ceiba. Imponía respeto. Su tronco realmente gigante, tenia aristas que generan paredes donde uno puede cobijarse.
Allí nos quedamos un rato, observando su altura, su textura. Sentados a sus pies merendamos y escuchamos muchas historias.
Ahora sí, estábamos solos en medio del Amazonas. El único temor en estas incursiones, es el “Otorongo”. Un felino que habita en la zona, que por su tamaño y ferocidad genera inquietud, paso a paso. Es el yaguar o yaguareté.
Luego de contar sus anécdotas de niño realizando ese recorrido junto a su abuelo, comenzamos el regreso. El ruido de las motosierras nos llevó a descubrir un aserradero móvil donde talan arboles y preparan las maderas que luego alguna barcaza comercializará en la ciudad. Pensamos en el futuro de la legendaria Ceiba que habíamos conocido.
Día 3: Los Yaguas
Luego de nuestra primer noche en Yanamono, por la mañana salimos en un bote de la familia con destino a Palmera, otro pequeño poblado de la Amazonia. Allí habitan los Yaguas en una aldea que aún conserva su lengua originaria y sus costumbres. Luego de navegar por unos riachos secundarios, llegamos a la comunidad.
Allí, como en gran parte de estos poblados, viven a la vera del río y sus casas rodean una gran plaza verde. Luego, la selva.
Durante la jornada, presenciamos una ceremonia tradicional con sus vestimentas originarias, sus narraciones en lengua originaria yagua, danzamos con su música y hablamos de sus tradiciones.
También nos enseñaron como cazaban y aprendimos a preparar y usar las cerbatanas con su veneno.
Luego de varias horas de conocernos, el mayor de ellos me ofreció algunas artesanías, para comprar. Yo quería cargar con todo, pero elegí un sikus, realizado con elementos del lugar. Solo puse una condición: debía traerme el recuerdo probado por su autor. El anciano, riéndose y diciendo algo en yagua, aceptó la propuesta y me cantó una larga melodía, que me permitió hacerle un hermoso retrato.
Conocer un lugar y su cultura, respetando y tratando de no invadir espacios ni generar cambios en su forma de vida, nos hace aprender a partir de la convivencia. Lo que vivimos serán momentos que nunca olvidaremos.
El guía de la selva
Nació en Yanamono, Loreto, Perú. Su familia y su abuelo le transmitieron el conocimiento de la selva. A los 12 años se contactó con exploradores extranjeros quienes le hicieron aprender varios idiomas y eso le sirvió para ser hoy guía de turismo y un nexo fundamental para las comunidades amazónicas. “Desde ese entonces comparto mis conocimientos a todo visitante enseñando la riqueza y ese gran paraíso de mi lugar natal, tanto como la medicina y forma de vida que tenemos en nuestros pueblos”, dice Freddy Romaina Bardales.
Lo que hay llevar y cuánto cuesta ir
* Indumentaria liviana. Remeras manga larga. Gorra con cobertor. Lentes. Protector solar. Repelente. Ropa para lluvia. Bolsa estanco.
* Hamaca para dormir. Toldilla mosquitera. Botas de goma altas con suela (se compran en Iquitos).
* En junio y julio se organizas estas travesías. Incluye: transportes por agua y tierra. Guía en la selva. Comer y dormir en comunidades y hoteles.
* Costo: aprox. u$s 900, no incluye aéreos. Hoy, pasajes Buenos Aires – Lima ida y vuelta cuestan 312.911 pesos para junio del 2024. Lugar de encuentro, Iquitos, Perú. Volar ida y vuelta entre Lima e Iquitos en junio de 2024 cuesta hoy 65.405 pesos. Contacto de Expediciones Fotográficas 011-33837011 (Alejandra Melideo). Más información; Dardo Gobbi (autor de la nota): 298-4379771. instagram.com/dardogobbifotografias/
Este contenido fue originalmente publicado en RÍO NEGRO y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN.