Luis Pereyra estaba de visita en la casa de su madre en Viale, a 50 km de Paraná, la capital de Entre Ríos, cuando supo que la Fragata Libertad haría escala en Puerto Madryn, la ciudad donde se radicó hace 40 años en la Patagonia. De allí, de su querido pago chico en el Litoral, había salido hace una vida a buscarse su lugar en el mundo. Vendió huevos en Rosario, hizo changas en Buenos Aires, probó aquí y allá, hasta que la intuición, las ganas de conocer el sur que tenía entre ceja y ceja, lo llevaron a esa maravilla de la costa de Chubut donde las ballenas avistan a la gente.
Pronto consiguió trabajo en el canal de Cable de Madryn, único empleado a cargo de treparse a los postes para instalar el servicio y también de poner en la casetera los videos de la programación. Conoció a Claudia, que había llegado desde Maquinchao, en la Línea Sur de Río Negro, también con la ilusión de construir un futuro en ese destino que empezaba a despegar. Llegaron los cuatro hijos: la mayor, el varón, las mellizas. Y cuando el tiempo de trabajar había terminado para Luis, se dedicó por fin a su pasión más profunda: salir a caminar para mostrarle al mundo la belleza de su tierra adoptiva con fotos y videos que deslumbran a sus más de 100 mil seguidores. Para entonces, ya era Fotero Patagónico, como lo encontrás en las redes.
Cuando un amigo le avisó que el buque escuela de la Armada atracaría en el muelle de Madryn proveniente de Comodoro Rivadavia en su 51° viaje de instrucción, decidió encarar la vuelta con Claudia, hicieron una escala para dormir en un hotel de la ruta y llegaron justo a tiempo. Él filmó un video que ya se acerca al millón de reproducciones. Esta es la historia.
«Me instalé en la playa a esperarla»
Con la reposera, el mate y la cámara como tantas veces para esperar a las ballenas, las orcas y los zorritos que merodean, se sentó a hacer guardia en la arena.
«Me instalé en la playa a esperarla. Personalmente, la fragata es algo que me emociona mucho. No se bien por qué. A veces pienso que es porque veo patria, veo Argentina«, dice Luis.
Por las dudas, aclara que lo suyo no tiene nada que ver con la política ni con los militares ni nada de eso, pero sí con una embarcación con bandera albiceleste que lo enamora. «Algunos la critican, a mi me gusta mucho», dice.
Entonces, enumera cada detalle que lo asombró en estos días: los marineros en los mástiles y los palos los músicos de la banda, cómo lo atendieron cuando subió. Las salvas que suenan como bocinazos en el mar, el avión que pasaba cerca para dale la bienvenida, esos largos 104 metros de eslora, la gente caminando en el muelle y la fragata de fondo.
«Fue lindo tenerla en el muelle. Hoy a la mañana se fue. Me quedé en la playa viéndola y le hice unas fotos más. La vi irse lento, será hasta la próxima».
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