Copenhill convierte los residuos de la ciudad de Copenhague en energía limpia, mientras funciona como una pista de esquí, un rocódromo (instalación para practicar la escalada) y una ruta de senderismo. De hecho, este es el rocódromo artificial más alto del mundo, con un kilómetro de alto. Como si fuera poco, también se hacen actividades en la terraza.
En efecto, la planta provee de eneríga a 90.000 hogares y transforma uno de los lugares menos atractivos de cualquier ciudad (a donde van a parar los desechos) en un lugar al que la gente quiere ir a pasar el día. Además, demuestra que la arquitectura sostenible no tiene por qué ser aburrida.
Su superficie es de 41.000 metros cuadrados y transforma 440.000 toneladas de residuos al año en energía limpia. Fue construida por los arquitectos de Bjarke Ingels Group (BIG) y llevó 10 años terminarla.
Para crear Copenhill se basaron en el concepto de hedonistic sustainability (sustentabilidad hedonista). Si el comportamiento humano está impulsado por un deseo fundamental de maximizar el placer y minimizar el dolor, el hedonismo está estrechamente ligado a la sostenibilidad de esta empresa. En general, los proyectos basados en esta filosofía abordan preocupaciones sociales al tiempo que priorizan el disfrute y la diversión, promoviendo la felicidad y el bienestar de sus usuarios.
Una de las particularidades de la planta es que el vapor que sale de las chimeneas de la planta de residuos no es tóxico, sino que atraviesa un proceso de limpieza que lo convierte en vapor de agua (sin ningún otro elemento). Este mismo vapor de agua se solidifica y transforma en nieve para la pista durante los meses de invierno.