El diseño de interiores tiene muchos años, pero sin duda el siglo XX fue clave para esta materia. Lo tradicional y conocido se deja atrás de la mano de muchos diseñadores y arquitectos dando comienzo a la era de lo moderno. Si bien muchos le atribuyen este fenómeno a las identidades masculinas de la época, hubo muchas mujeres, y sobre todo una, que fue el punto de diferencia: Charlotte Perriand.
Nacida en París el 24 de octubre de 1903, su familia siempre estuvo, de alguna manera u otra, asociada con la creatividad. Su padre era un sastre y su madre una modista de alta costura. La pasión por crear estaba, evidentemente, en su sangre. Así fue como ya desde pequeña, muchos profesores destacaron su capacidad en asignaciones como arte.
En 1920, al terminar la secundaria, se matriculó en el École de l’Union Centrale des Arts Décoratifs (en español Escuela de la Unión Central de Artes decorativas) para estudiar diseño de interiores y muebles. Su estadía allí duró cinco años, sin embargo, este espacio no fue la piedra angular de su carrera.
De acuerdo con un artículo de la revista Arquitectura y Diseño, la joven diseñadora encontró la inspiración fuera de los muros de la escuela, de fuentes tan insólitas como la maquinaria de los coches de motor o las bicicletas que veía por las calles de París. “No me interesaba la madera, me sentía incómodo con ella, no encajaba con mi ética, preocupada por los objetos mecánicos”, confesó Perriand en una entrevista con The Architectural Review.
Al terminar sus estudios profesionales, era momento de encontrar un trabajo. Tarea no sencilla para una mujer en ese entonces. Sin esperar menos de sí misma, se acercó al taller de Le Corbusier, alias el arquitecto más influyente de la época. La anécdota cuenta que el famoso diseñador, al verla, le respondió: “aquí no bordamos almohadones”. Sin saberlo, rechazó a la mujer que luego sería una pata fundamental para la vestimenta de sus creaciones.
Tan solo al mes siguiente de este episodio, en el anual Salon D'Automne (una exposición de arte), Le Corbusier se chocó con la obra de Perriand “Bar Sous le Toit” (bar en el ático) y quedó, inesperadamente, sorprendido. Vio, en aquella obra, un estilo minimalista y racionalista así como un espíritu innovador que parecía encajar perfecto en la línea de Corbusier. Casi como una pieza en el lugar correcto de un rompecabezas.
El arquitecto tenía como pilar fundamental el funcionalismo y su trabajo se basaba en mantener la sencillez, deshacerse de toda ornamentación innecesaria y utilizar materiales prefabricados como el hormigón armado da forma a uno de sus pilares teóricos, según explica AD Magazine.
Así fue como Charlotte comenzó una larga década de trabajo en conjunto con Le Corbusier y su primo ingeniero, Pierre Jeanneret, que duró desde 1927 hasta 1937. Ella se ocupaba de todo lo que era l´equipment es decir, los muebles y su diseño. “Creo que Le Corbusier me contrató porque pensó que yo podía llevar a cabo sus ideas; conocía la tecnología actual, sabía cómo utilizarla y, lo que es más, tenía ideas sobre los usos que se le podían dar”; aseguró Perriand en su diálogo con The Architectural Review.
De acuerdo con un artículo de El Mundo, la primera gran innovación de Perriand fue la de construir sillas y mesas con materiales más propios de un auto o del mobiliario de hospitales, como el acero. La silla con estructura de acero tubular cromado, conocida como la LC1, algo que hoy vemos mucho pero en la época rompió todos los moldes.
No obstante, su gran seña de identidad fue la creación de la chaise longue, también llamada LC4, que estuvo inspirada en el descanso del soldado con la cabeza apoyada en su mochila y los pies apoyados en lo alto, sobre un tronco. Una silla que ha sido símbolo de la modernidad en el diseño, pero que, sin embargo, pocos saben que ella fue la responsable a gran escala. En ese entonces, fue Le Corbusier quién se llevó la responsabilidad debido al peso que tenía su nombre en la sociedad y en la industria.
Igualmente, la diseñadora expresó que para ella, no fue un hecho de gran relevancia. De hecho, comprendió que desde un punto de vista comercial el nombre Le Corbusier vende mucho más que tres nombres que no tienen la misma influencia. Sin embargo, explicó que en la edición de Cassina, la empresa italiana que hoy fabrica esas sillas, sí se le atribuye la creación (y también a Jeanneret).
Su carrera como diseñadora se explaya de los bocetos y en 1929, junto con otros grandes artistas como Jean Prouvé, Rene Herbst, Jean Fouquet, entre otros, formaron la Union des Artistes Modernes, una suerte de respuesta parisina a la Bauhaus en la que militaban buena parte de sus amigos y que logró ser una institución muy respetada en aquel entonces.
Cuando sus días en el atelier de Le Corbusier terminaron, Perriand comenzó a trabajar con Jean Prouvé, un diseñador apasionado de la expresión de su oficio a través de medios y materiales contemporáneos como el metal, según lo recuerda la Enciclopedia Británica. Pero los días oscuros para Francia se acercaban y era evidente que no quedaba mucho tiempo en aquella región.
En 1940, el día que los alemanes ocuparon París, ella se fue a trabajar a Japón con el Ministerio de Comercio e Industria para ayudar a mejorar los productos japoneses y aumentar las ventas en Occidente. Aunque su papel consistió principalmente en asesorar y orientar a diseñadores y artesanos locales, los dos años que pasó en el país le influyeron profundamente, sobre todo en los materiales que utilizó, explica en un artículo de CNN.
Pero su relación con el mundo asiático no termina allí. Charlotte intentó escapar de Japón cuando estos se aliaron con Alemania, pero no hubo éxito. No logró llegar a Francia y, en cambio, residió en Vietnam por cuatro años. Fue entonces donde ella se dedicó al estudio de materiales de madera y tejido, alejándose del metal y los materiales duros que la caracterizaban. Incluso, logró hacer una versión de la chaise longue en bambú que fue un éxito rotundo.
Después de tantas idas y vueltas, la diseñadora logró volver a su tierra natal y allí siguió diseñando con Jean Prouvé, como lo hizo antes de marcharse. También consolidó una estrecha relación con Ferdinand Léger, otro gran nombre que porta el diseño moderno así como continuó colaborando con Le Corbusier en algunos aspectos.
Pero uno de sus grandes hitos nacería en su propia cabeza, sin ningún hombre atrás. En la década del 60 ella fue la encargada de diseñar el centro de esquí Les Arcs en la Saboya francesa. Ahí logró desarrollar uno de los hitos más importantes en el cual unió la belleza de los paisajes en conjunto con los recuerdos de su infancia en la montaña. Esos diseños, según la Enciclopedia Británica, fueron los que demostraron el calibre, el valor y la longevidad de los aportes de Perriand a su profesión.
En 1964, Charlotte Perriand decidió asociarse con Cassina, una empresa italiana de muebles, que es la única que hasta el día de la fecha tiene el permiso de reproducir sus diseños y adjuntarles algunas modificaciones. Una empresa con la que la diseñadora trabajó hasta su último día.
En 1999, luego de una vida de trabajo y dedicación al diseño, Perriand falleció en París a sus 96 años. Su visión tan simple y tan compleja a la vez, logró revolucionar el mundo del diseño. Sus creaciones, si bien se reinventan año a año, siguen siendo un furor y protagonistas en muchas casas. Aunque las cosas cambian, la esencia está. Charlotte también.