Neil Armstrong, Michael Collins y Edwin F. Aldrin fueron los primeros hombres que llegaron a la luna. Ellos la pisaron, pero el camino para llegar hasta allá involucró mucho más que el viaje del Apolo 11. De hecho, lo más importante sucedió fuera de las puertas del cohete junto a la mente de Katherine Johnson, la famosa “calculadora humana”.
Katherine Johnson nació el 26 de agosto de 1918 en el estado de Virgina Occidental. Su familia, de orígenes afrodescendientes, siempre priorizó la educación de todos sus hijos, pero ella se destacaba notablemente: a los 10 años Katherine ya era una estudiante de secundaria, algo anormal ya que las personas de esta comunidad solo podían estudiar hasta octavo grado.
Así, aunque la segregación en Estados Unidos era un gran obstáculo, Katherine terminó la secundaria y pudo ir a la universidad, donde estudió matemática y francés. Se recibió en 1937 con los más grandes honores y tuvo gran apoyo de varios profesores como, por ejemplo, del matemático W.W. Schiefflin Claytor (tercer afroamericano en obtener un doctorado en EE.UU.)
Por un tiempo, su potencial intelectual estuvo puesto en la enseñanza. Fue profesora en una escuela pública de Marion, un pueblo ubicado en el estado de Virginia. Sin embargo, en 1939 fue la única mujer afrodescendiente seleccionada para realizar un posgrado en la Universidad de Morgantown de Virginia Occidental marcando así una gran identidad por la lucha racial y por su lugar en la sociedad.
Fue en 1953 cuando su vida tomó un giro inesperado. Johnson consiguió un trabajo en la agencia predecesora de la NASA, el Comité Asesor Nacional para la Aeronáutica (NACA por sus siglas en inglés). Según Mujeres con Ciencia, la política de incluir mujeres en este tipo de instituciones comenzó durante la Segunda Guerra Mundial, cuando todos los hombres se encontraban en el campo de batalla. Después del conflicto bélico, la NASA decidió, poco a poco, seguir con esta iniciativa.
Este fue, sin duda, un gran paso para la mujer y en especial para la mujer afrodescendiente. “Me quedé asombrada. Por aquel entonces, una sala llena de tantas mujeres profesionales [negras] era algo insólito. Ninguna de ellas era profesora o enfermera, ni tampoco trabajaba en el servicio doméstico”, reflexionó Katherine en una nota de Women & The American History.
Su trabajo consistía en realizar todas las operaciones y comprobaciones de cálculo que requerían los ingenieros aeronáuticos. Pero Katherine, con su ojo crítico y experto, no se conformaba solo con cálculos, sino que también se hacía preguntas y exigía ser parte de las reuniones de ingenieros para presentar sus aportes. Al principio fue un no, pero con el tiempo logró hacerse un lugar hasta que, hoy, es una de las mujeres más respetadas en la historia de la NASA.
Su primer gran paso fue cuando la nombraron encargada de elaborar los cálculos del Proyecto Mercury, cuyo objetivo era llevar al primer hombre al espacio. Así, Katherine desarrolló la trayectoria parabólica del vuelo espacial de Alan Shepard, quién fue el primer estadounidense en ir al espacio en 1961 a bordo del Mercury Redstone 3.
Desde ahí, su carrera profesional solo fue en ascenso. En 1962, según informa National Geographic, sus habilidades de cálculo ayudaron a John Glenn a convertirse en el primer estadounidense que orbitó alrededor de la Tierra. Ella fue la encargada de verificar las cuentas de la computadora que llevarían al astronauta al espacio en la nave Friendship 7.
De acuerdo con Women & The American History, para Glenn, la fuente más confiable para realizar esta tarea era Katherine. Él dijo: “Si la chica dice que la matemática es correcta, entonces estamos listos para volar”. La chica, por supuesto, refiriéndose a Johnson. Estas, entonces, fueron las primeras señales de respeto que ella recibía dentro de su entorno laboral.
Sin embargo, la matemática se destacó en una de las misiones más importantes de la NASA (y de la historia): llevar el hombre a la Luna. Los cálculos exactos e indiscutibles de Katherine garantizaron que la misión del Apolo 11 salga tal cual esperada y que Neil Armstrong, Edwin Aldrin y Michael Collins viajaran al espacio y volvieran a la Tierra de manera sana y salva. “Yo había hecho los cálculos y sabía que eran correctos, pero podía pasar cualquier cosa”, afirmó Katherine en ese entonces, según lo recuerda Mujeres Con Ciencia.
Pero en ese entonces, el reconocimiento fue solamente para los astronautas. Todas las distinciones y los honores fueron para Armstrong, Collins y Aldrin quienes tenían certezas de que, sin el equipo detrás - en especial Katherine - nada de eso hubiese sido posible.
Pero todo llega y, aunque su nombre no sea el más conocido en la historia, la matemática recibió grandes distinciones y hoy es altamente honrada por la NASA y la sociedad. Recibió la Medalla Presidencial de la Libertad de Estados Unidos, la mayor condecoración otorgada a un civil en su país, así como otros premios como la de Matemática del Año (1997) o el Lunar Orbiter Spacecraft and Operations Group Achievement Award (1967).
“Katherine Johnson, la computadora humana, fue la tercera mujer afroamericana que obtuvo un doctorado, ayudó a la NASA a llevar a un astronauta a la órbita y después contribuyó a llevarlos a la Luna. Me inspira con su legado pionero, por haber traspasado barreras y desafiado las normas como profesora y mujer de color”, reflexionó en diálogo con National Geographic Kavita Gupta, profesora de química en el Instituto Monta Vista en Cupertino, California.
En 1986, Katherine se retiró pero, hasta ese entonces, siguió colaborando con la NASA. Trabajó para el proyecto de llevar el hombre a Marte y otras investigaciones espaciales de gran identidad. Sin embargo, también portó la bandera y utilizó su voz para mejorar el acceso a la educación de las mujeres afrodescendientes en las áreas de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas.
En 2020, Katherine murió a la edad de 101 años. Con ella, se fue una vida que representa la perseverancia ante los obstáculos. Un ejemplo que persiste a través de los años y que hoy es fuente de inspiración para muchas mujeres. Neil Armstrong voló al espacio, pero Katherine voló aún más alto.