¡Buenas! En esta segunda edición de #OtroMundo vamos a viajar directamente a Cusco, Perú, para descubrir la inspiradora e inusual forma de vida de una comunidad ancestral andina que muy pocas personas conocen. ¿Comenzamos?
A 5.000 metros del nivel del mar y al norte del distrito de Pitumarca, en la Región Cusco, viven 300 habitantes en un territorio con riesgo de desertificación. Estas personas decidieron hace muchos años desarrollar toda su existencia en este lugar remoto del planeta con un sólo objetivo: cumplir el pacto milenario de sus ancestros para cuidar el segundo glaciar más grande del mundo.
Se trata del Quelccaya, un glaciar tropical que en los años ´80 era el más grande de toda la Tierra. Sin embargo, con el paso de los años fue perdiendo su magnitud debido al calentamiento global. De hecho, la superficie del hielo se redujo en un 46 %. (Para que no te quedes con la duda, el glaciar que ocupa el primer puesto es el Coropuna, ubicado en la misma región de Perú).
Estas familias se encuentran sumamente preocupadas por la situación, ya que para ellos el Quelccaya es parte de su familia y protegerlo es un verdadero honor, según describen en esta nota de Ojo Público. Además, sin el deshielo, no hay agua para preservar la biodiversidad de la zona y la pérdida del recurso perjudica directamente su única fuente para el consumo.
El área de preservación suma 66.500 hectáreas, que son conservadas a diario por esta comunidad llamada Phinaya y la Asociación de Vivienda Salma Sallani. Juntos se encargan de cuidar los ecosistemas que rodean al glaciar que incluyen más de 300 especies vegetales y un centenar de diferentes aves y mamíferos: cóndores, zorros, vicuñas y tarucas, entre otros.
Pero ¿cómo es vivir en las alturas con bajas temperaturas y escasos recursos? Según cuenta Yolanda Quispe (guardaparque de la comunidad Phinaya) en el mismo artículo, las familias se sustentan con la venta y consumo de las alpacas (mamíferos similares a las llamas). Además, cada integrante tiene un rol importante en la preservación de la zona, Yolanda, por ejemplo, todas las mañanas realiza una ronda de revisión en los alrededores del Quelccaya para verificar que la vegetación y los animales estén en buen estado.
La particularidad de los Phinaya es que son una comunidad nómada, dado que las alpacas necesitan de pastos tiernos para alimentarse correctamente. Por eso, cada cuatro o seis meses los integrantes de este pueblo se mudan a distintas cabañas hechas de barro y paja para estar más cerca de la vegetación que consumen los mamíferos. En Cusco se conoce muy bien la historia de estas personas y algunos comerciantes agradecen el gran esfuerzo que realizan acercando verduras, frazadas e insumos de higiene personal a cambio de carne de alpacas.
Sin embargo, con el avance del calentamiento global, el estilo de vida de esta comunidad y la preservación del glaciar están en peligro. La escasez de lluvias provoca que gran parte de los pastizales se sequen y que la crianza de las alpacas sea cada vez más compleja. De hecho, la guardaparques señaló que hace 20 años la comunidad contaba con más de 1.000 alpacas y ahora sólo tienen 250. La razón es la misma: los pastizales secos, las bajas temperaturas de seis grados centígrados y la falta de agua provoca que los animales no sobrevivan en las alturas.
Según las Naciones Unidas, la comunidad Phinaya forma parte del 15 % de la población que vive en las montañas con el compromiso social de proteger la biodiversidad de cada territorio para hacer posible que en las grandes ciudades haya agua dulce o electricidad, en los casos de los países que cuentan con sistemas de energía hidroeléctrica.
Pero los Phinaya son una reducida comunidad conformada (en su mayoría) por personas adultas, ya que muchos jóvenes decidieron migrar a la ciudad en busca de trabajo. Por eso, las 300 personas que aún viven en las alturas están intentando impulsar el turismo en la zona para que el área continúe siendo protegida y no accedan las mineras a explotar el suelo. Para eso, ofrecen un recorrido denominado “La ruta del cambio climático”, en donde los turistas pueden apreciar “varios nevados, glaciares, ecosistemas, lagunas, plantas y animales endémicos los cuales son frágiles a los efectos del cambio climático”, según indican en su página web.
Asimismo, para continuar con este proyecto necesitan adaptarse al cambio climático y generar fuentes naturales de agua para poder conservar la vida de las alpacas y recibir a los turistas que pasan por el pueblo. Si en los próximos años logran desafiar al avance de la crisis ambiental, los alrededores del Quelccaya seguirán siendo reservados de manera autóctona. De lo contrario, los “Guardianes del hielo” pasarán a ser una leyenda peruana de una pequeña comunidad que protegió con su vida a uno de los recursos naturales más valiosos del mundo.
¡Espero que te haya gustado conocer este pedacito de historia!
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