Viajar es encontrarse con otros mundos. Y otros idiomas. Esto, no tanto tiempo atrás, podía sonar como un limitante. Las personas debían llevarse su propio diccionario, buscar las traducciones o incluso tomar dos o tres clases de determinada lengua antes de viajar.
Hoy las apps o plataformas de traducciones instantáneas ya son parte de nuestra realidad: Google Traductor, Microsoft Traductor, DeepL, TripLingo, ITranslate o Say Hi, entre otras, están al alcance de nuestra pantalla. Es cuestión de tiempo que cualquiera de nosotros utilice alguna de ellas para traducir una palabra o frase (incluso sin la excusa de un viaje).
Todas estas plataformas y servicios ahora empiezan a incorporar un nuevo ingrediente: la inteligencia artificial. Y esto, para muchos, podría sonar como una gran noticia ya que su tecnología hará que todo sea más rápido, exacto y eficiente. Pero, ¿lo es realmente?
Hace unas semanas expliqué en un artículo los desafíos que enfrentan los traductores digitales para realizar su tarea. La principal, y más fundamental, limitación es que muchos no logran superar la ambigüedad semántica. Es decir, no logran comprender el sentido de una frase u oración. Hace una traducción fiel de palabras, pero no de significado.
La cuestión es que el mundo de las traducciones ya no se verá como una modelo de insertar texto y esperar la frase en el idioma solicitado, sino que ha tomado otro giro. Según una nota de The Economist, herramientas como Chat GPT de OpenAI ya están cumpliendo este rol, aunque no esté particularmente en el mercado para esa tarea.
Esta herramienta de IA generativa realiza tareas a partir de ciertas instrucciones que le otorga el usuario y puede hacerlo en varios idiomas. Entonces, ahora, en vez de introducir el texto a traducir, uno le da la indicación de escribir lo que necesita en otra lengua. Por ejemplo, si le quiero decir a un mozo italiano que mi pareja es celíaca, le digo: “escriba un mensaje en italiano en el cual le diga a un mozo que mi esposa es celíaca”. Como por arte de magia, una frase perfectamente redactada comenzará a escribirse en tu pantalla.
Más que un idioma
Este parece ser el futuro de las traducciones con las herramientas de inteligencia artificial. Y no viene solo, sino que con grandes consecuencias. Según The Economist a muchos especialistas les preocupa que la adquisición de un idioma se esté convirtiendo en una actividad en declive y con ello, todas sus riquezas.
Un idioma no es solo ortografía y sintaxis sino que mucho más que eso y, aprender significa comprender esta cuestión. De acuerdo con un artículo publicado por la Universidad Latina de América la lengua refleja las experiencias y formas de ver el mundo que tienen sus hablantes; la lengua provee identidad y pertenencia a un lugar, por eso, los idiomas son puertas a mundos diferentes.
A su vez, Inmaculada Sanz Mateos, profesora del departamento de Lengua Española en la Universidad de Valladolid, escribió en The Conversation que hablar más de un idioma tiene varios efectos positivos, no solo a nivel social y cultural, sino para nuestro cerebro y su desarrollo cognitivo: mejora la memoria, la toma de decisiones y, según las últimas investigaciones, esa actividad neuronal retrasa el envejecimiento y la aparición de enfermedades degenerativas
Sin embargo, además de perder la posibilidad de enriquecerse con sus beneficios, también se perderá la conversación sin intermediarios. Pedir un café a través de un traductor, preguntar un precio a través de Chat GPT, relacionarse a través de un bot. Parece, en algún punto, algo inverosímil. Pero está cerca. Douglas Hofstadter, un escritor políglota y polímata, expresó para The Economist que algo profundo se desvanecerá cuando las personas comiencen a hablar a través de las máquinas.
“Cuando intentas preguntar una dirección en un japonés entrecortado o hacer un chiste en un alemán básico, estás estableciendo un contacto directo con alguien. Y cuando hablas un idioma lo suficientemente bien como para contar una historia en el momento oportuno o matizar sutilmente una discusión, esa conexión es aún más profunda. Las mejores relaciones no necesitan intermediarios”, profundiza The Economist.
¿Qué perdemos? ¿Qué ganamos? Esa es la gran pregunta que se está planteando hoy en la nueva era de la inteligencia artificial a medida que nuevas herramientas y posibilidades aparecen en nuestra realidad. El balance, al final del día, depende de cada uno.