“La rana intentó consolar a la princesa y le aseguró que podía recuperar su pelota dorada si ella le concedía un solo favor”. Así es como las ranas quedaron inmortalizadas por los hermanos Grimm en “El príncipe rana”. El cuento sigue, la princesa se ve obligada a comer, dormir y compartir todo con la ranita hasta que no aguanta más. La historia termina bien para el viscoso animalito, que finalmente se convierte en príncipe. Sin embargo, para las ranas de carne y hueso, la vida es más difícil que la del relato.
En el norte del país, en la región de la yunga tucumana y una porción catamarqueña, vive la rana marsupial de La Banderita —Gastrotheca gracilis—. La especie fue redescubierta luego de veinte años sin registros y hoy el Proyecto Rana Marsupial desarrolla estrategias para aumentar el número de individuos de esta especie que está en peligro de extinción.
“Este proyecto nace de investigadores de Jujuy del Instituto de Ecorregiones Andinas. Dos biólogos que vienen trabajando con la especie habían observado algunos factores que podían estar afectando las poblaciones de vida silvestre”, explica Elena Correa, veterinaria de la Reserva Experimental de Horco Molle de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), que es el sitio en el que se desarrolla el proyecto. “Martín Boullhesen, uno de los biólogos, que en su época de estudiante había sido guardafauna en la reserva, presentó la propuesta de crear este espacio y trabajar con la especie en una etapa de su desarrollo que es muy vulnerable: el renacuajo”, agrega.
En la selva de las yungas, hay tres especies de ranas marsupiales, una de ellas es la de La Banderita. En su caso, las hembras introducen en su marsupio —un saco de piel en el dorso— los huevos fecundados por el macho, que luego liberan como renacuajos en charcas temporarias que es donde completan su desarrollo, como los renacuajos de las demás especies de anfibios. Es en esta etapa en la que los especialistas intervienen para reforzar la población y promover su conservación. Recolectan los renacuajos de las charcas, los crían en la reserva emulando las condiciones naturales y cuando, finalmente, pierden la cola y terminan su desarrollo los liberan en su hábitat natural, ya adultos.
“Vamos al campo cuando sabemos que las hembras depositan los renacuajos. Se saca una parte, dependiendo de nuestra capacidad de cría. Los llevamos al laboratorio, ahí se los alimenta y se los controla hasta que se metamorfosean. Después de una cuarentena, para evitar cualquier enfermedad, se los libera en su ambiente”, explica Mauricio Akmentins, uno de los biólogos involucrados. “Esto se llama suplementación de poblaciones. En un año, en la naturaleza pueden perderse cero ranas o todas cuando son renacuajos por ser muy vulnerables a distintos factores del ambiente. Con este trabajo, te asegurás de que algunas sobrevivan”, añade.
Akmentins comenta que esta es una metodología de trabajo que se utiliza en la conservación de otras especies. Algo similar se hace en otros lugares, por ejemplo, con los cocodrilos, cuyos huevos se recolectan para ser criados en un laboratorio y luego se regresan a su hábitat. Así, se protege a la especie en una de sus etapas más vulnerables. La particularidad de este caso reside en que se trata de una especie que solo existe en una parte de la yunga de Tucumán y Catamarca. Como toda especie del planeta, la rana es fundamental en su rol para el equilibrio ecológico de su entorno. Hasta el presente, el proyecto ha liberado 201 ejemplares juveniles de rana marsupial de La Banderita en las áreas naturales protegidas de la yunga de Tucumán para reforzar su población.
Además, este biólogo asegura que en quince años de trabajo con la especie ha visto muy pocas ranas adultas en su hábitat natural. “Viven ocultas en los huecos de las piedras o en los troncos de los árboles. Por eso, también es difícil tener una medida del impacto de las acciones que llevamos a cabo”, señala. Se trata de animales muy pequeños: las hembras miden 48 mm y los machos, 37 mm.
Los ecosistemas son un delicado equilibrio de seres y factores, por eso, conservar a los animales que los integran es clave, no solo por posibles beneficios humanos en el uso de los recursos, sino también para conservar la frágil armonía del planeta.
Anfibios y ranas en el planeta y en el país
Según la Lista Roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, de las 6.000 especies de anfibios conocidas, unas 2.100 se encuentran en peligro. La preocupación se agrava si se considera que, para muchos de ellos, no hay datos suficientes para determinar su situación real.
Argentina posee la décima fauna de anfibios más grande del mundo. Además, el 30 % de sus especies son endémicas, lo que significa que todos sus individuos sólo viven en su región, como el caso de la rana marsupial de La Banderita. Ella habita solo en las laderas orientales de la Sierra del Aconquija, Sierra de Medina y Sierra de Taficillo, en el límite entre Tucumán y Catamarca. Del lado de Tucumán, son dos las áreas protegidas que la albergan: el Parque Nacional Aconquija y la Reserva Provincial Los Sosa.
Mauricio Akmentins comenzó a hacer su tesis de doctorado en el año 2008, en las tres especies de ranas marsupiales de la región. Sin embargo, en dos años de viajes de campo no logró encontrar ningún individuo. Su tema cambió, pero el interés por estas especies permaneció. “Fuimos a buscar en las colecciones biológicas secuencias desde que se describió la especie hasta que se dejó de encontrar. Descubrimos que desde los ‘60 o ‘70 había hasta principios de los ‘90 y, de repente, desaparecían los registros. Por eso, empezamos a trabajar activamente en su conservación”, cuenta el biólogo.
“La primera especie que redescubrimos fue la rana marsupial de La Banderita, en el 2011. Eso nos dio esperanza con las otras. En el 2018, redescubrimos la rana marsupial de Baritú —Gastrotheca chrysosticta—, que ya tenía 25 años sin registros. La que sigue desaparecida desde 1996, es la rana marsupial de Calilegua —Gastrotheca christiani—”, explica el especialista.
El 2018 fue el año en el que comenzó el proyecto de conservación de la rana de La Banderita junto con la Reserva Experimental de Horco Molle. El grupo obtuvo fondos de la ONG Amphibian Ark que le permitieron crear el centro de rescate y cría que funciona en la Reserva. “La idea básica del proyecto era ayudar a los renacuajos a que pasaran esta etapa en la que son vulnerables”, explican ambos especialistas integrantes del proyecto.
Las dificultades del proyecto
“A los chanchos les encanta revolcarse y masticar las larvas de la rana marsupial en los estanques temporarios en los que las hembras depositan los renacuajos”, explica Akmentins. “Los renacuajos quedan en estanques de agua muy cerca de poblaciones de personas y animales domésticos, así que la enorme cantidad de basura que tiran los humanos, los residuos de la construcción, los de los animales, etcétera, son amenazas muy puntuales en una etapa del ciclo de vida de la rana en la que son muy vulnerables. El renacuajo no se puede ir, está confinado hasta que termine su desarrollo. Por eso, desde el proyecto decidimos llevar a cabo acciones que ayuden a los renacuajos a salir de estos inconvenientes”, agrega.
En la Argentina, hay diez amenazas principales que sufren los anfibios: la pérdida de hábitat, la conversión de áreas naturales nativas en áreas de explotación agrícola, la alteración de los cuerpos de agua, la expansión de la urbanización, la contaminación de orígenes diversos (puntuales, difusos, orgánicos y químicos), la introducción de especies exóticas, las enfermedades, el incremento de radiación UV, el cambio climático y la explotación comercial.
La alteración o pérdida del hábitat natural de las ranas por la acción humana es una de las causas centrales de la grave declinación de su población. Otra de las amenazas que señalan los especialistas es el incremento de fenómenos meteorológicos extremos producto del cambio climático. “El calentamiento global, por ejemplo, hace que, con el aumento de la temperatura y las sequías, los charcos en los que las hembras depositan los renacuajos se sequen muy rápido y las crías mueran”, explica Correa.
“El cambio climático —que altera las temperaturas, lluvias y otros aspectos de la meteorología típicos de cada estación— hace que la época reproductiva de las ranas se vuelva impredecible. Por otro lado, una sequía intensa puede diezmar la población, pero una lluvia intensa también puede ser catastrófica”, indica Akmentins.
“Como todos los anfibios, la ranita tiene una piel muy sensible. Por ahí respiran e intercambian nutrientes, por eso, son indicadores de la salud de los ambientes y muy buenas medidoras del estado del ecosistema, pero también son muy perjudicadas frente a estos cambios”, dice la veterinaria. Y añade: “En la Reserva de Los Sosa, por ejemplo, hay gente viviendo que tiene animales. Si les dan algún químico a las vacas o caballos para desparasitarlos y esos animales defecan en las aguas en las que están los renacuajos, esos químicos les hacen mal. Todos los usos de químicos tienen un impacto”, agrega.
Además de la Reserva Experimental de Horco Molle (UNT) están involucrados en el proyecto el Instituto de Biodiversidad Neotropical (UNT-CONICET) y el Instituto de Ecorregiones Andinas (UNJu-CONICET); la Dirección Provincial de Vialidad, la Dirección de Flora, Fauna Silvestre y Suelos y Áreas Protegidas de la Provincia de Tucumán.
“Una de las acciones que nos propusimos para este año es construir unas charcas que por la sequía no se están formando. Eso funcionaría como una herramienta para la rana, para que los renacuajos puedan tener más sobrevida. También queremos medir mejor el impacto que estamos generando con nuestro trabajo, no es fácil monitorear las ranas una vez que se sueltan, pero queremos desarrollar algunos métodos”, cuenta Correa.
La veterinaria recuerda que el año pasado tuvieron el primer nacimiento de la especie en la reserva. Generar más conocimiento sobre el ciclo biológico de la rana es clave para mejorar las estrategias de conservación y darles herramientas para que ellas puedan sobrevivir en el único hábitat en el que viven del planeta.
En la versión original del cuento de los hermanos Grimm, la princesa, harta de la convivencia, golpea a la rana contra una pared y es así como se convierte en príncipe. En la realidad, las actividades humanas son las que golpean la supervivencia de esta —y muchas otras— especies amenazadas. Sin finales taxativos, como los de los cuentos, el Proyecto Rana Marsupial trabaja en lo cotidiano para promover la supervivencia de esta especie en sus fases más vulnerables y en poder determinar el estado efectivo de su población y futuro.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.