Cada vez más familias, sin ser nativas, hablan a sus hijos en inglés. Se trata del bilingüismo no nativo, que es una manifestación más de la creciente implicación y apoyo de los padres en la formación de sus hijos.
Hablando en inglés a una edad temprana se pretenden emular los entornos familiares de bilingüismo nativo y, así, conseguir que los niños adquieran el idioma de forma más natural y eficaz, tal y como ocurre con la lengua materna.
De este modo, se les dotaría de herramientas para competir de manera exitosa en un mundo globalizado y multicultural, en el que el dominio de lenguas extranjeras y, especialmente, de la lengua inglesa, se asocia con la consecución de ventajas en el plano social, académico, laboral y cultural.
¿Es aconsejable hablar a los hijos en inglés aunque no se sea nativo?
Receptivos a cualquier sonido
Los bebés están preparados para identificar sonidos y elementos léxicos y gramaticales de cualquier lengua, pero, a medida que se hacen mayores, seleccionan los elementos de una en concreto y se hacen menos receptivos a las demás. Por eso, la ventaja de la exposición bilingüe temprana estriba en que el inglés, o la lengua elegida, más que aprenderse, se “adquiere”. Es decir, se incorpora de manera natural y sin esfuerzo, como ocurre con la lengua materna.
Algunos padres temen que la aportación en inglés que proporcionan a sus hijos no sea la adecuada y puedan transmitir errores gramaticales o una pronunciación deficiente. Sin embargo, los estudios muestran que una de las áreas más beneficiadas por el bilingüismo no nativo es, precisamente, la pronunciación.
Además de la mayor predisposición de los pequeños a los nuevos sonidos, el manejo de ese idioma en el ámbito digital (canciones, series en inglés, vídeos infantiles, etc.) suele complementar esta práctica y contribuye a explicar los efectos positivos de esta práctic.
¿Mezclarán los idiomas?
Algunas familias se preocupan cuando los niños criados en el bilingüismo no nativo mezclan lenguas o comienzan a hablar más tarde. Sin embargo, a muy corto plazo, estos inconvenientes se disipan y, como contrapartida, el dominio de varias lenguas conlleva beneficios en la memoria, la capacidad de procesamiento del lenguaje, en la conciencia metalingüística y en la flexibilidad cognitiva.
Hay que tener en cuenta que, aunque depende de varios factores como la cantidad, calidad y variedad del input, difícilmente se va a alcanzar un nivel bilingüe o nativo. Sí que se observan mejoras significativas, especialmente, en las destrezas orales, y no hay que preocuparse si los niños prefieren contestar en su lengua materna, porque es parte del proceso.
Un filtro afectivo bajo
Como beneficio adicional, se proporciona un contacto temprano con el inglés de una manera lúdica y natural, asociando esta lengua con momentos cotidianos y agradables, de modo que desciende el filtro afectivo (responsable de posibilitar o dificultar los procesos de aprendizaje, según la actitud, sentimientos, estado anímico y otros factores emotivos del aprendiz).
Cuando el filtro afectivo es elevado, el aprendiz siente ansiedad y estrés. Cuando se generan percepciones positivas hacia el inglés, el filtro afectivo desciende, desaparece la ansiedad, aumenta la auto–confianza y se favorece el aprendizaje profundo y la autoestima.
Cada vez más estudios revelan las conexiones entre los factores afectivos y el aprendizaje, especialmente de idiomas, por lo que este efecto es más relevante de lo que pudiera pensarse.
Estrategias útiles
Cada familia ha de decidir cuál es la estrategia que más se ajusta a sus circunstancias, y cuál es su nivel de la lengua elegida y predisposición para implementar esta práctica dentro y fuera del hogar.
Los padres que tienen un buen nivel pueden probar con OPOL (one parent, one language, cada progenitor, un idioma), de manera que uno de los progenitores habla exclusivamente en la lengua elegida y el otro, en español; o MLAH (minority language at home el lenguaje minoritario, en el hogar), que consiste en crear un ambiente inmersivo en la lengua extranjera en el hogar, mientras que, fuera de él, se produce la exposición a la lengua mayoritaria del entorno social.
Time & Place (tiempo y lugar) es una estrategia menos intensiva, pero que también despliega efectos positivos. Se trata de emplear el inglés en lugares o momentos significativos de la vida diaria como, por ejemplo, durante el baño, durante la compra en el supermercado, al vestirse y desvestirse, a la hora de acostarse con la lectura de un cuento, etc.
Existen también otras prácticas, como la llamada “hermanos bilingües” (bilingual siblings) por medio de la cual los hermanos mayores se comunican en inglés con los más pequeños.
Otras estrategias incluyen la presencia de personas nativas en casa, ya sea de manera intensiva por medio de au pairs, o bien una o dos veces por semana, para que jueguen con los niños, les enseñen canciones, les cuenten cuentos, etc.
En cuanto a las prácticas fuera del hogar, cabe mencionar la participación en grupos de juego con familias nativas y la asistencia a campamentos de verano locales o internacionales.
¿Hasta cuándo?
Diversos estudios han observado que muchas veces estas prácticas se interrumpen o reducen, por rechazo de los niños, en torno a los 3–6 años o en la adolescencia, debido a que aumenta tanto su autonomía respecto de la familia como la influencia del entorno.
En estos casos, la práctica ha de supeditarse a la voluntad de los hijos y a la armonía familiar. Aunque algunas familias sienten que podrían haber hecho más, la mayoría entiende que ha cumplido con su función y que el valor de la práctica reside en haberla implementado en los primeros años de vida.
Aspectos afectivos
El bilingüismo no nativo es una práctica sociolingüística compleja, que requiere de un gran esfuerzo y compromiso personal. Además, puede dar lugar a una comunicación imperfecta, sobre todo en el ámbito emocional. La lengua materna está cargada de una serie de valores afectivos que, muchas veces, se pierden cuando se habla en una lengua extranjera.
Para algunas familias, se trata de una ventaja, ya que puede contribuir a mejorar el control de emociones negativas. Al no encontrar rápidamente en su repertorio lingüístico las palabras para regañar o manifestar la ira, los padres disponen de más tiempo para evaluar la situación y terminan enfadándose menos.
Pero la expresión del afecto puede verse también comprometida. Algunos progenitores asumen este coste, mientras que otros flexibilizan la práctica y emplean directamente la lengua materna.
En ocasiones, el hecho de usar un lengua que no está en el entorno social crea un vínculo afectivo especial entre padres e hijos, sobre todo en la niñez. En otros casos, los niños se sienten diferentes o el propio entorno familiar (abuelos, tíos) o social puede criticar esta práctica y generar situaciones de desgaste emocional, sobre todo en los padres.
En cualquier caso, no existen estudios que muestren un efecto negativo del bilingüismo no nativo en el desarrollo de la competencia emocional, ni lingüística, en la lengua propia nativa.
Planificación y constancia
El éxito de esta práctica depende de muchos factores, como el nivel en la lengua meta de los padres, sus dotes pedagógicas, el tiempo del que disponen, el acuerdo de todos los miembros de la familia, y la posibilidad de contacto con personas nativas, entre otros.
Para que el bilingüismo no nativo pueda desplegar los beneficios que pueden obtenerse, es preciso analizar de antemano los recursos con los que se cuenta, planificar cuidadosamente las prácticas, ser constante y paciente y anteponer siempre el bienestar infantil y familiar.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.