Las escuelas técnicas tienen una larga historia en la Argentina. Su origen se remonta a 1897, cuando se abrió una sección industrial de la Escuela Nacional de Comercio, convertida luego en la primera escuela industrial del país. Hoy la educación técnico-profesional es una de las modalidades del sistema educativo argentino que abarca, articula e integra programas para el trabajo.
En el afán de adaptar sus contenidos a las necesidades de sus comunidades, varias escuelas técnicas cuentan con programas colaborativos. Por ejemplo, estudiantes de la Escuela Técnica N.° 1 Ricardo Güiraldes de San Miguel del Monte —localidad del interior de la provincia de Buenos Aires sobre el río Salado del sur, a 107 km de la Capital Federal— tienen talleres donde reparan camas ortopédicas, sillas de ruedas, pies de suero, andadores y también fabrican algunos accesorios sanitarios. Además, han hecho algunas rampas de acceso.
¿Qué es lo que se estropea con facilidad en una silla de ruedas? Principalmente, dos cosas: la articulación cuando se quiebra para poder plegarla y el agarre de la lona donde va sentado el paciente a la estructura; ambos, los lugares más frágiles de una silla. En una cama ortopédica, los puntos de rotura más frecuentes son las articulaciones para levantar: la de la cabecera se rompe más fácilmente que la de los pies, que se utiliza menos.
“Por año reparamos entre 20 y 30 camas de las instituciones que nos solicitan. Años atrás se fabricaron más de una decena de camas ortopédicas para el Rotary Club local”, señala Maximiliano Giuliano, director de la escuela , quien es egresado del establecimiento, fue profesor y luego vicedirector. “Ahora hacemos el mantenimiento del banco de ortopedia del Rotary y también mantenemos los elementos ortopédicos del hogar de adultos mayores y del Hospital Zonal Zenón Videla Dorna”, agrega.
Estas prácticas las realizan alumnos de 5.° año para la materia Diseño y Procesamiento Mecánico; y los de 7.°, el último antes de egresar, en Prácticas Profesionalizantes (estrategias y actividades formativas del plan de estudio orientadas a que los estudiantes consoliden, integren y/o amplíen lo aprendido).
Por otra parte, en la Escuela Técnica N. ° 4 República de Bolivia, de Boulogne, partido de San Isidro, “los estudiantes de 7.° año en la materia Electromecánica reparan la mecánica de las sillas de ruedas usadas como prácticas profesionalizantes internas, en el formato de prácticas de extensión. En 2022 eran 5 alumnos, este año son de 3 a 4 y han participado hasta 10, que luego empezaron prácticas profesionalizantes en empresas”, cuenta la directora María Las Heras. Y detalla que “en el taller los alumnos modifican o fabrican los accesorios. Hemos reparado 10, que han sido entregadas a diferentes personas o asociaciones civiles”.
Ambas escuelas trabajan bajo la órbita del Instituto Nacional de Educación Tecnológica (INET), el organismo del Ministerio de Educación de la Nación que promueve adecuar la oferta educativa de las más de 1.600 instituciones secundarias técnicas del país a las necesidades productivas y territoriales.
Referentes comunitarios
Los habitantes de San Miguel del Monte reconocen la experiencia que tienen los estudiantes y los profesores. Por eso la Escuela Técnica N.° 1 se transformó en un referente: “Directamente nos vienen a ver a nosotros cuando tienen alguna dificultad con esto. Así que ya es bastante común y los chicos están muy acostumbrados a trabajar con este tipo de reparaciones”, explica el director.
En esta escuela el trabajo en ortopedia lleva más de 20 años. En 2022, a partir de la iniciativa del docente Federico Stéfani —profesor, jefe de área y a su vez presidente del Rotary Club de San Miguel del Monte— “el Rotary comenzó a armar un banco de ortopedia y preguntó a la escuela si podíamos reparar unas camas y algunas sillas de ruedas. Así empezamos a trabajar, luego se fabricaron 11 camas para las que el Rotary puso los materiales y compró algunas herramientas para la escuela”, recuerda Giuliano.
Sus talleres técnicos brindan un gran servicio a la comunidad: no solo atienden las reparaciones que demandan las instituciones locales, sino que también ayudan a particulares, reparan andadores, arman sillas de ruedas y hacen atriles para los chicos de la Escuela de Educación Especial N.° 501 Don José Mutio y para escuelas primarias. “Se fabrican todo tipo de accesorios, pies de suero, repuestos para las camas y las sillas de ruedas. Durante la pandemia, cuando no se sabían un montón de cosas sobre el virus de la COVID-19, se fabricaron máscaras, cápsulas de hisopado y de traslado de pacientes enfermos. Incluso, repararon un elevador del asilo de ancianos e hicieron rampas de acceso para la sede de ANSES y el centro de jubilados”, agrega Giuliano.
En Boulogne, la Escuela Técnica N.° 4 —al igual que otras escuelas de la zona— también recibe pedidos particulares en su taller, donde los chicos hacen sus prácticas los lunes y martes por la mañana. Ya han entregado sillas de ruedas reparadas a niños y a la parroquia.
Mundo real
Desde el INET explican que, instituidas por la Ley 26.058 de Educación Técnico Profesional, “las prácticas profesionalizantes constituyen una aproximación progresiva al campo ocupacional hacia el cual se orienta la formación de los estudiantes. Se trata de un acercamiento a las formas de organización del trabajo, a las relaciones entre las personas que intervienen en él, a los procesos científico-tecnológicos, de gestión y socioculturales propios de las prácticas productivas y a las regulaciones particulares de cada actividad profesional”.
Mientras los alumnos de las escuelas técnicas aprenden modos de trabajo, la sociedad es la que demanda directamente sus servicios para satisfacer necesidades de su vida cotidiana, por ejemplo, la rotura de un apoya pie en la silla de ruedas de un anciano o la falta de soporte de suero en un hospital.
En ese sentido, las prácticas de talleres son “un acercamiento al mundo del trabajo genuino, donde lo que el alumno hace no es un prototipo, una prueba ni una demostración, sino que es un elemento que tiene que ser funcional, eficiente y tiene que estar reparado acorde a las necesidades. No puede fallar. Esto hace que el chico trabaje con otro criterio, vea la realidad que conlleva el mundo del trabajo técnico”, subraya Giuliano. “No están haciendo una maqueta, están arreglando una cama que va a ir al hospital y que tiene que funcionar y eso es buenísimo para ellos, porque comprenden por un lado la importancia que tiene trabajar a conciencia y responsablemente y, por el otro, su trabajo conlleva un compromiso solidario con la comunidad, porque las reparaciones en ortopedia están destinadas a lugares donde hay mucha necesidad”, agrega.
En Boulogne, la escuela a cargo de María Las Heras también puede atender la necesidad de reparación de un particular, pero “el problema —indica— son los tiempos de demora que tenemos en las reparaciones, muchas veces por falta de presupuesto o insumos”, problemática a la que también se debe hacer frente en el mundo real.
En la Escuela Técnica N.° 4 siempre intentan ayudar a quienes necesitan de la pericia de sus estudiantes y buscan la manera de cumplir: los materiales los aporta el docente a cargo, la institución escolar o una empresa de ortopedia.
En la escuela de San Miguel del Monte, “de la materia prima casi siempre se hace cargo la institución que solicita el trabajo, salvo casos puntuales en los que no puede costearla, entonces buscamos la forma de hacer el trabajo: a veces responde la Asociación Cooperadora, en otras oportunidades se hace cargo el Municipio y a veces es en conjunto entre la Cooperadora, la Municipalidad y el Rotary Club”, explica el director.
Tanto docentes como alumnos son conscientes de su labor comunitaria más allá de la práctica profesional. Una vez que desarrollan sus labores, entregan los productos terminados en persona. “Se charla con los alumnos sobre los beneficios que su trabajo brinda a la comunidad —cuenta Las Heras— y son ellos mismos los que hacen la entrega de las sillas y ven los rostros de alegría de las personas que las reciben; es importante que los estudiantes tengan contacto con los usuarios de las sillas que arreglan”. Son momentos profundos de gratificación en los que los chicos resignifican su esfuerzo y sus logros y se sienten estimulados para volver al taller, porque ven su labor aplicada en la realidad, lo viven de cerca y comprenden el alcance de lo aprendido, según cuenta la directora.
“Uno se siente bien al dar una mano y saber que nuestro esfuerzo puede sacarle una sonrisa de alivio a quien de verdad necesita esa silla”, indica Juan Bravo, uno de los estudiantes de taller de la Técnica N.° 4. Coincide con él Mauro Gaus, otro de los alumnos: “Me siento bien ayudando a gente con discapacidad para que puedan moverse por sus propios medios”.
“Un orgullo y una satisfacción impresionante ver que con algo tan simple para nosotros pudimos generar mucha alegría y posibilidades para otras personas”, reflexiona el exalumno Kevin Bauman, egresado 2022.
Ambos directivos se muestran satisfechos por la responsabilidad y la predisposición que manifiestan los alumnos y profesores al desarrollar estas actividades solidarias. En definitiva, no solo es importante que egresen buenos técnicos con conocimientos específicos, sino que además sean ciudadanos comprometidos y tengan actitudes solidarias con la sociedad a la que pertenecen.
Los avances técnicos de Mar del Plata
Los casos de San Miguel del Monte y de Boulogne no son los únicos en los cuales los saberes académicos se ponen al servicio de la comunidad. Desde la Dirección de Educación Técnica Secundaria bonaerense destacan el trabajo de las escuelas técnicas de Mar del Plata, ubicadas en el partido de General Pueyrredón.
En la Escuela de Educación Secundaria Técnica N.° 1 Comandante Luis Piedra Buena están trabajando en la modificación de modelos de silla de ruedas, cambiando el dispositivo de accionamiento, que se realiza a demanda de familias o del Instituto Nacional de Rehabilitación Psicofísica del Sur (INAREPS).
Mientras tanto, en la Escuela de Educación Secundaria Técnica N.° 3 Domingo Faustino Sarmiento trabajan junto a CILSA (Centro de Integración Libre y Solidario de Argentina) en la adecuación de una plaqueta para regular la velocidad de la silla de ruedas y en la reparación y soldadura de sillas a demanda de familias u ONG.
En la Escuela Técnica N.° 4 Alfonsina Storni se abocan al diseño y la construcción de una silla anatómica para un estudiante del establecimiento con osteogenía imperfecta —una patología conocida como “huesos de cristal”—.
Por su parte, los alumnos de la Escuela Técnica N.° 5 Amancio William desarrollan una silla de ruedas motorizada que puede ser controlada por el usuario o de manera autónoma. La silla de ruedas está equipada con sensores y cámaras que permiten detectar obstáculos y navegar por el entorno de manera segura. Además, puede ser programada para seguir una ruta predefinida, lo que es útil para las personas con discapacidades visuales o cognitivas. Otra de sus características es que está equipada con un sistema de carga inalámbrica, lo que permite cargar la batería sin necesidad de conectar cables.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.