Cuando tienen días de ensayo, cada uno de los 55 integrantes de la Banda Sinfónica de Ciegos va llegando desde la Avenida Rivadavia, en el subte o en colectivo, a la sede de Sánchez de Bustamante 59, en el porteño barrio de Almagro. Los orígenes de la agrupación musical se remontan a 1939 cuando el maestro Pascual Grisolía creó una escuela de instrumentos de viento en el Patronato Nacional de Ciegos. Su propuesta fue tan innovadora que el concierto inaugural, realizado el 15 de octubre de 1947, convirtió a esta agrupación como pionera en el mundo. Desde aquel entonces, ya pasaron 75 años y en ese tiempo, sus miembros se han destacado en la ejecución de flauta, oboe, clarinete, corno y trompeta, como así también en otros instrumentos de cuerda, como el contrabajo, también de percusión y piano. Con ese variopinto abanico han dado a conocer su actividad artística y cultural en presentaciones por todo el país, además de poner en valor lo más bello del cancionero popular.
La banda es uno de los nueve organismos estables de la Dirección Nacional de Elencos Estables (DNEE) perteneciente al Ministerio de Cultura de la Nación. Actualmente está dirigida por el maestro Agustín Tocalini, director principal invitado, quien además suele asistir en la dirección de la Orquesta Sinfónica Juvenil José de San Martín y es profesor de la Universidad Nacional de las Artes. Junto a los miembros, que acceden por concurso, la banda suele tocar en distintas instituciones, como el Centro Cultural Kirchner (CCK) y hacen giras por distintas ciudades del país.
Integrantes de la banda tocan instrumentos de viento. También ejecutan instrumentos de cuerda, como el contrabajo, también de percusión y piano. (Imagen: Federico Kaplun, gentileza del CCK).
Impacto social
Pero lo interesante de esta banda no se limita solo a su aspecto musical, sino que la agrupación se ha convertido en un referente de inclusión. Y, desde su lugar, busca dejar un legado.
“Nuestra intención es que la banda funcione como una posibilidad más de inclusión de personas con discapacidad a través de la música. Esperamos que en los ámbitos donde hay orquestas y ensambles, haya espacio para personas con discapacidad visual”, resume Cristian Alderete. Él es intérprete, compositor, productor, docente y trombonista de la banda desde 1996.
Cristian asegura que integrar este grupo fue un hecho trascendental para su vida. “Tengo 45 años y vivo en Laferrere, partido de La Matanza, y tengo cinco hijos, el mayor tiene 25 años y el menor 15. La relación con mi mujer empezó casi a la par con mi ingreso a la banda ya que, por esos días, rendía el concurso”, cuenta. “El arrancar esta aventura de la banda, de tocar música, de tener un sueldo, ser profesional y cumplir horario fue todo un aprendizaje que también me ayudó en mi proyecto de familia”, cuenta orgulloso. “Para cualquier persona es una enorme alegría tener trabajo y, en estos tiempos, es un lujo; más aún para las personas con discapacidad y en específico, con discapacidad visual”, resume. Gracias a la banda, tocó junto a grandes estrellas invitadas como León Gieco, Juan Carlos Baglietto, Lito Vitale, Guillermo Fernández, Patricia Sosa, Ligia Piro, Nahuel Pennisi, y solistas de Francia, Cuba y España, y bajo la dirección de invitados de Venezuela, Corea, España, Cuba y Costa Rica.
El maestro Agustín Tocalini, director principal invitado, en una presentación de la Banda Sinfónica para Ciegos en el Centro Cultural Kirchner. (Imagen: Federico Kaplun, gentileza del CCK).
La banda se agranda
La Dirección Nacional de Elencos Estables (DNEE) decidió abrir una convocatoria con concursos para sumar intérpretes. “Hay muchos integrantes recibidos en el conservatorio; yo lo hice en la Universidad de Morón; también existe la carrera de Musicología —explica Cristian—. Lo que pretendemos es que la gente sepa que hay caminos, sobre todo para las personas que quedan ciegas en la edad adulta. Que sepan que pueden contar con herramientas para poder desarrollarse, como es el caso de esta banda, que está en el marco de una política cultural y nacional y que tiene casi 80 años de existencia”, dice Cristian.
En ese sentido durante el mes pasado realizaron una gira por las provincias de Mendoza y San Juan con la idea de formar aspirantes y dar a conocer la actividad de la agrupación (la gira seguirá por otros lugares del país con lugares y fechas a confirmar). Organizaron conversatorios sobre la vida interna de este colectivo y destinaron también algunas jornadas para ofrecer talleres acerca de los conocimientos generales del sistema braille e instrucciones básicas de musicografía—un sistema de lecto-escritura de música para personas ciegas creado por Louis Braille —, su utilización a nivel académico, recreativo y profesional. Además, presentaron algunos signos musicográficos y nociones de dictado de una partitura para la transcripción de tinta al braille.
Pero las capacitaciones excedieron el rol de la música. También hablaron del vínculo entre la tecnología y la accesibilidad (con la consigna “ser puentes y no barreras”) y, especialmente, abordaron el paradigma social de la discapacidad, que plantea que los mayores factores discapacitantes son del entorno, y no las condiciones de una persona.
Los miembros de la banda contaron aquellos cambios que, en busca de más oportunidades de desarrollo, tuvieron que afrontar a través del tiempo. Y también sobre aquellos objetivos a cumplir respecto a las cuestiones de accesibilidad que todavía, por diferentes razones, no se han plasmado en la realidad.
Aún en tiempos de deconstrucción de viejos paradigmas, en la sociedad actual, tener alguna discapacidad puede ser un impedimento para lograr objetivos. Al respecto, Cristian considera que “la diferencia que puede haber entre una persona ciega y una sin discapacidad que hacen música es el acceso a las herramientas. Mientras más acceso se tiene a ellas, las diferencias se achican”.
Y remarca lo que dice la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (un tratado de Naciones Unidas que la Argentina aprobó por ley en 2008 y al que dio rango constitucional en 2014): las diferencias tienen que ver con aquellas dificultades del espacio o el entorno que impiden desarrollar a las personas. “En nuestro caso, las dificultades desaparecen cuando hay una partitura en braille, cuando el edificio tiene señalizaciones, cuando la gente está abierta a interactuar”, describe.
Entre los 55 integrantes de la banda se encuentran músicos y también copistas, quienes transcriben al braille las partituras a ejecutar. (Imagen: Federico Kaplun, gentileza del CCK)
Correr tras los sueños
Entre los 55 miembros de la banda, además de músicos hay copistas. Cecilia Zárate es ciega, integra el grupo como violinista, es una de las personas que cumple la labor de copista y fomenta que se sumen más interesados. El trabajo de copista consiste en transcribir cada una de las partituras que se van ejecutar al sistema braille.
Cecilia tiene 42 años, vive sola y es la más chica de tres hermanos. Además de trabajar en la banda, estudia Contador Público en la Universidad de Tres de Febrero, ensaya y entrena, porque es maratonista.
“Entré a la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos a fines del 2009; antes había vivido en Neuquén y estudiado en Córdoba y Mendoza. Llegar acá fue cumplir un sueño, desde muy chica quise vivir en Buenos Aires, y la posibilidad de trabajar en la banda me situaba en esa ciudad”, recuerda.
Ingresar a esta orquesta fue todo un logro. “El puesto de copista de la banda me dio una estabilidad económica grande. Y respecto al violín, me dio la oportunidad de hacer las propuestas que me gustan y que me interesan. Soy muy inquieta con muchos tipos de música”.
—¿Qué les recomendarías a aquellas personas ciegas que buscan esta salida laboral?
—Mi recomendación es tener muy claro el sistema braille, en primera medida, y si se quiere dedicar a la música, adquirir la musicografía, no solo para ser copista sino para compartir música con otros. Es una gran posibilidad. Lo primero y más importante es estudiar. Y saber que están estos lugares como la danda y el Coro Polifónico de Ciegos que dependen de la Nación y que este año van a tener concurso y que es muy interesante como incentivo.
—¿Cómo te iniciaste con el área de la musicografía?
—Yo comencé a estudiar violín a los 4 y, a los 13, empecé musicografía con una profesora particular en la ciudad de Córdoba. Después del secundario entré a la Universidad Nacional de Córdoba y egresé del profesorado de perfeccionamiento instrumental de violín.
—¿Cómo cambió el trabajo de copista desde que entraste?
—Hoy se hace de manera informática: llegan partituras por mail y, con un programa, las transformamos a musicografía, las editamos y las imprimimos. Antes se hacía todo a mano, nos dictaban el original y luego se copiaba de papel a papel y se corregía. Ahora tenemos esta posibilidad que es muchísimo más rápida para que las personas que integran la banda puedan memorizar y ejecutar en ensayo y concierto.
En pleno concierto, los integrantes deben escuchar las indicaciones del director. Las partituras las tienen memorizadas. (Imagen: Federico Kaplun, gentileza del CCK)
Cancionero de corazón
Por estos días, en conmemoración al Día de la Bandera, se pueden escuchar y descargar gratuitamente en www.argentina.gob.ar/cultura canciones patrias como el “Himno Nacional Argentino”, “Aurora”, el “Himno a Sarmiento”, “Salve Argentina” (Saludo a la bandera), la “Marcha de San Lorenzo”, el “Himno a las Malvinas” y la “Chacarera de Güemes”. Los temas son interpretados por varios de los organismos estables, entre ellos, la Banda Sinfónica Nacional de Ciegos. El proyecto contó con la dirección musical general del maestro Gustavo Fontana y la mezcla y grabación a cargo de Media Music, el estudio de Oscar Mediavilla, con el sistema Dolby Atmos.
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Se puede contactar a la Dirección Nacional de Elencos estables acá.
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Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.