La toma de decisiones es un proceso que experimentamos diariamente, desde situaciones sencillas hasta otras más complejas que requieren ser pensadas con detenimiento.
Hace poco, por ejemplo, mi numerosa familia planificó una importante celebración de cumpleaños. Elegir los colores de la decoración fue fácil: utilizamos los de la temática de la fiesta. En cambio, escoger la comida fue todo un desafío. En mi familia hay mucha diversidad de preferencias, costumbres e incluso restricciones que debíamos tomar en cuenta por intolerancias alimentarias de algunos invitados.
En la actualidad hay estudios que aportan herramientas que facilitan los procesos de toma de decisiones colectivas, incluso aquellos que se realizan con grupos muy grandes. Desde mi experticia, hace unos años propuse un modelo matemático para evaluar la relevancia de las opiniones. Dicho modelo puede aplicarse en grupos grandes incluso cuando se expresan preferencias a través de redes sociales.
Si bien existe una amplia variedad de estudios, gran parte de ellos buscan lo mismo: llegar a un consenso.
En colectivos extensos y diversos, la unanimidad es poco probable. Es más común alcanzar acuerdos entre una gran cantidad de personas que están a favor de alguna opción. Generalmente utilizamos expresiones como “casi todos”, “mucho más de la mitad” o similares para hacer referencia a esas mayorías.
Otro aspecto importante es conocer qué grado de apoyo existe con respecto a la opción elegida por la mayoría. Por eso, en los procesos de toma de decisiones grupales es adecuado referirnos al nivel de consenso.
Ronda a ronda
Para llegar a un acuerdo se pueden realizar varias rondas de decisión. Durante cada una de ellas, los participantes evalúan un conjunto de opciones, y es posible que algunos cambien de opinión durante el proceso. Una persona que hace las veces de moderador guía el procedimiento a través de sugerencias.
Dichas sugerencias buscan acercar la opinión de los individuos a la del grupo en base a indicadores. El proceso para alcanzar el acuerdo finaliza cuando una mayoría está a favor de una opción con cierto nivel de consenso, pero también puede concluir cuando se completa un número de rondas previamente establecido o se acaba el tiempo previsto para tomar la decisión.
La importancia del contexto
En algunas ocasiones, las evaluaciones sobre las opciones pueden coincidir en su calificación u orden de preferencia, a pesar de que los participantes tengan una distinta comprensión de lo evaluado. Por ejemplo, algunas personas pueden estar a favor de una comida mediterránea por considerarla saludable, mientras que personas con intolerancia a la lactosa podrían percibir esa comida como segura al saber que utiliza aceite de oliva y no mantequilla.
El contexto es importante porque facilita que tengamos un entendimiento similar del problema. Esto se puede lograr compartiendo opiniones sobre las opciones a través de evaluaciones contextualizadas. De esta forma, los participantes pueden considerar características que no habían valorado antes durante las rondas de decisión.
Por ejemplo, si un familiar con intolerancia a la lactosa manifiesta mayor preferencia hacia cierta comida porque es segura para ella, es más probable que otras personas opten entonces por alimentos que no contengan lácteos.
Con ayuda de la tecnología
La tecnología brinda soporte a la toma de decisiones de varias formas. Por ejemplo, las rondas de decisión pueden contar con un asistente virtual que brinda sugerencias entre las opciones disponibles. Y con técnicas de inteligencia computacional (una rama de la inteligencia artificial) podemos representar contexto y hacer un adecuado uso de la información disponible.
Investigadores de la Escuela Superior Politécnica del Litoral (Ecuador) trabajamos en colaboración con científicos de la Universidad de Gante (Bélgica) en el algoritmo FAST-CR-XMIS, que permite alcanzar rápidamente consensos en grupos grandes y heterogéneos. Esta propuesta se enfoca a compartir opiniones sobre las evaluaciones e intercambiar muestras representativas. Este intercambio permite poner en contexto las evaluaciones.
Tomemos como ejemplo una persona que no está segura de cómo es una comida mediterránea. Al ver una muestra mejoraría su entendimiento e incluso podría identificar más fácilmente si esa opción es de su preferencia o no.
Mediante evaluaciones contextualizadas no solo se expresa qué tan a favor (o no) se encuentra un participante sobre una opción, sino que además se ponen de manifiesto las razones que motivan dicha evaluación. Los resultados obtenidos con el algoritmo propuesto muestran que es posible incrementar el nivel de consenso más rápidamente.
Una ventaja de esta propuesta es que puede ser usada en grupos que realizan evaluaciones periódicas. En este sentido, el entendimiento del colectivo sobre una situación mejora porque se reconoce la importancia del contexto.
Posiblemente, con apoyo de las nuevas tecnologías lograremos mejorar el entendimiento de los participantes de procesos de decisión, acercando opiniones diversas o contrapuestas. Así será más fácil llegar a consensos en aspectos ambientales, socioeconómicos o políticos, entre otros temas de gran importancia para nuestro futuro y el de nuestros hijos.
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.