En demasiadas ocasiones, aquello de que nos dejamos llevar por el primero que llega es tan cierto que da hasta miedo. Estamos convencidos de hacer algo en una dirección y aparece una persona, conocida o desconocida, y nos persuade de que tomemos la dirección contraria.
Así, cuántas veces nos dejamos convencer por los amigos a la hora de comer algo que no nos gusta o pedir una bebida alcohólica que nos va a perjudicar, cayendo en sus redes de persuasión.
Altamente influenciables
Podemos afirmar que la influencia de los demás está presente en todas las interacciones humanas. Sus juicios, creencias y opiniones pueden conseguir cambios importantes en nuestras decisiones personales. Estos procesos se pueden clasificar en tres modalidades:
1) Normalización. Cuando no existe una norma establecida ante una situación determinada. No contamos con referencias previas.
2) Conformismo. Las personas se adaptan (se conforman) a la conducta, creencias y juicios de los demás porque están siendo presionadas. Por ejemplo, lo que llamamos presión de grupo sigue siendo uno de los principales motivos por los que se consume alcohol.
3) Innovación. Son procesos que se potencian desde una minoría para provocar el cambio social de la mayoría.
Además, hemos comprobado que la acción de los influencers es determinante en los comportamientos colectivos actuales. Los estudios demuestran que la alta capacidad de contagio que tienen las emociones es extensible a las redes sociales.
Lo que diga la mayoría
Los procesos de influencia desde la normalización quedaron claramente demostrados con el experimento del efecto autocinético de Muzafer Sherif (1906-1988), que consistía en ubicar un punto luminoso.
Cuando no había una norma preestablecida, las personas dudaban en su respuesta, pero si se instauraba una norma, los voluntarios tendían a conformarse con las decisiones de la mayoría. Y eso aunque ello implicara un cambio de opinión.
Posteriormente, Salomon Asch (1907-1996) llevó a cabo un experimento perceptivo en el que se debía responder a una serie de preguntas simples sobre la longitud de unas líneas. Todos los participantes menos uno estaban compinchados con el investigador para dar soluciones erróneas a propósito, lo que condicionaba la respuesta del voluntario “inocente”.
Este experimento fue replicado en diecisiete países y se pudo comprobar que en todos ellos se verificaban los resultados, además de encontrarse algunos aspectos distintivos:
• Las mujeres son más conformistas.
• El conformismo es mayor cuando los que influyen pertenecen al mismo grupo que la persona influida.
• El conformismo aumenta cuando el grupo influyente es más grande.
• A mayor ambigüedad, mayor conformismo.
Consecuencias fatales
Las malas influencias que verdaderamente nos dan terror son las que tienen hilo directo con las trasgresiones de lo que consideramos normalizado o normal con consecuencias de muerte.
Allá por los años setenta, el sociólogo californiano David Phillips ya demostró que la divulgación de las noticias sobre suicidios produce conductas de imitación completamente evitables.
A este fenómeno se le conoce como “efecto Werther” en alusión a la novela Las penas del joven Werther, de Johann Wolfgang von Goethe. A raíz de su publicación, en 1774, muchos jóvenes se inspiraron en el comportamiento del protagonista de la novela para quitarse la vida.
Y no deja de ser paradójico que tras la noticia de una muerte por violencia de género se encadenen otras por un presunto efecto imitación, pese a la cantidad de controles legales, órdenes de alejamiento, vigilancia social y un largo etcétera de medidas para proteger a las potenciales víctimas.
No obstante, a pesar de los encadenamientos, no hay constancia científica de que se deban estrictamente al contagio. Existen otras variables de corte psicológico del agresor que hay que tener en cuenta: impulsividad alta, ausencia de empatía, abuso de alcohol, etc.
Cómo amortiguar las malas influencias
La solución no es ocultar las noticias, los argumentos, los consejos o cualquier otra información sobre los casos, sino dar un tratamiento ajustado de los mismos. Los medios deben huir del morbo y evitar promocionar malas ideas a los posibles trasgresores con información innecesaria, fotografías o vídeos.
Así, publicitar vídeos de adolescentes propinando palizas a otros adolescentes puede generar consecuencias desastrosas por el efecto contagio; sobre todo en estas edades, debido a la búsqueda de protagonismo.
Algo similar puede ocurrir con las agresiones a mendigos, las violaciones, los asesinatos, la pederastia, las agresiones de hijos a padres, las carreras ilegales de coches, el terrorismo o la inducción a dejar de comer.
Para amortiguar las malas influencias es imprescindible huir del sensacionalismo, los detalles innecesarios, los falsos mitos, las fotos y los vídeos, además de suministrar medidas alternativas y recursos de apoyo a la información.
José A. García del Castillo, Profesor de Psicología de la Salud, Universidad Miguel Hernández
Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.