“Él estaba ahí, el verdugo. Tenía el nombre de mi miedo. Yo no sabía quién era. Yo no conocía más que una sola palabra: sobrevivencia”
Kelly Martínez-Granda, La danza de los espíritus.
“No importa cómo y cuándo sucedió. Hermana, no estás sola”. Esta frase ha ganado relevancia en el escenario cubano con la reciente creación de #MeToo Cuba, proyecto autogestionado por mujeres y personas LGBTIQ+ víctimas, sobrevivientes y denunciantes de violencia sexual en la isla.
“Conscientes de que donde hubo una persona víctima de violencia sexual acompañada hubo un #MeToo, hoy nace este espacio seguro (…) ante la ausencia de apoyos institucionales”, asegura un primer comunicado, publicado el 25 de abril de 2023 en sus redes sociales.
El surgimiento de la plataforma está vinculada al avivamiento de las llamas del movimiento internacional #MeToo, tras las nuevas acusaciones por violencia sexual contra el actor francés Gérard Depardieu y el sociólogo portugués Boaventura de Sousa Santos, dos figuras que han estado relacionadas con la cúpula del poder y las instituciones culturales en Cuba.
“Trabajamos en educación sexual con dos fines: la prevención y la posibilidad de que las personas sobrevivientes puedan reconocer, nombrar las experiencias violentas que han vivido (…). Esto incluye, tanto a mujeres cis, como a miembros de la comunidad LGBTIQ+ e, incluso, a hombres cisheterosexuales”, comentó el colectivo a elTOQUE.
“Queremos generar una comunidad que pueda acompañarlas de manera personalizada y en grupos, según lo demanden, en alianza con otras organizaciones, como la plataforma YoSíTeCreo en Cuba, más la experiencia de otras personas sobrevivientes”, agregaron.
#MeToo Cuba se centra en la violencia sexual. La Organización Mundial de la Salud (OMS) define la violencia sexual como “todo acto sexual, la tentativa de consumar un acto sexual, los comentarios o insinuaciones sexuales no deseados, o las acciones para comercializar o utilizar de cualquier otro modo la sexualidad de una persona mediante coacción por otra persona, independientemente de la relación de esta con la víctima”.
En este sentido, #MeToo Cuba se encuentra consolidando redes de apoyo sin las cuales se dificultaría llevar a cabo una denuncia pública o legal. “Un hombro, un ‘yo sí te creo’ vital, que haga frente al ‘te lo buscaste’ y sus variantes en sociedades patriarcales como la cubana”, explicaron.
El trabajo de la plataforma también está vinculado con periodistas y medios de comunicación para el acompañamiento de reportajes, testimonios y artículos especializados acerca de la violencia sexual, así como con abogados y abogadas. Sobre este último punto, el colectivo subraya la importancia de abrir el camino hacia la justicia restaurativa, con un debate que impacte no solo en la sociedad cubana, sino también en el Estado y sus legisladores y legisladoras.
Si bien el movimiento #MeToo a nivel mundial es conocido por sus denuncias públicas, este no es el objetivo principal del espacio cubano. El apoyo que ofrecen es a demanda, puntual, como indica el verbo “acompañar”.
“Queremos crear una historiografía sobre el #MeToo mundial y el #MeToo en Cuba, una memoria propia como recurso para sentirnos menos solos”, detallaron. “Queremos prevenir la violencia sexual con educación sexual”.
Sobre su funcionamiento apuntaron que “hay varias comunidades previstas y armándose (…). Hemos organizado las dinámicas en WhatsApp por ser una red segura. Los grupos se arman según intereses, particularidades y únicamente para sobrevivientes. De estos espacios no se tomará información para ser publicada, a menos que sea una demanda de la persona sobreviviente”.
La violencia sexual tiene muchos rostros, desde el acoso verbal hasta la violación; desde la opresión psicológica hasta el uso de la fuerza física. Puede ocurrir en cualquier momento y en cualquier lugar: en la casa, en el trabajo o en la calle. Es un acto de poder en el que las víctimas son, en su mayoría, mujeres, disidencias sexogenéricas, menores de edad y cuerpos feminizados.
Cuando el #MeToo tomó por asalto el mundo
La ola mundial del #MeToo como movimiento articulado —Yo También, en español— comenzó en octubre de 2017. Los periodistas Jodi Kantor y Mega Twohey publicaron en The New York Times un artículo en el que exponían las agresiones sexuales cometidas durante décadas por el magnate de Hollywood Harvey Weinstein. Weinstein, productor de innumerables obras ganadoras del Oscar y éxitos de taquilla, era considerado intocable.
La ahora icónica frase acuñada años antes (en 2006) por la activista afroestadounidense de derechos humanos Tarana Burke fue popularizada por la actriz Alyssa Milano. La actriz a través de sus redes sociales animó a otras mujeres a denunciar y a relatar sus experiencias de abuso. Burke había comenzado a utilizar la expresión no como herramienta curativa, sino con una connotación empática hacia las víctimas de violencia sexual —especialmente en comunidades marginadas—. El objetivo original detrás del #MeToo era iniciar una pequeña conversación y crear comunidad entre sobrevivientes.
Sin embargo, el tuit desató una onda explosiva. El hashtag fue utilizado más de medio millón de veces en un solo día y fue tendencia en más de 85 países con ramificaciones en muchos otros idiomas.
Cuando el movimiento irrumpió en las redes, hacía algunos años que en América Latina venía tomando fuerza el movimiento Ni Una Menos (2015) en protesta contra las escalofriantes cifras de feminicidios. América Latina posee la tasa más alta del planeta de agresiones sexuales contra mujeres. La consigna —acompañada de disímiles movilizaciones populares— tuvo su origen en Argentina y se extendió a gran escala por otros países del continente. Se potenció en 2017 con la salida a la luz del caso de Weinstein, la lucha por la legalización del aborto a mediados de 2018 y la denuncia de Thelma Fardin contra su excompañero de reparto Juan Darthés a fines de ese año.
El #MeToo propició una plataforma para que sobrevivientes de todo el mundo compartieran su historia y se sintieran apoyadas. El movimiento impulsó la puesta en práctica de leyes y políticas públicas destinadas a prevenir la violencia sexual y a proteger a las sobrevivientes. También redujo la sensación de impunidad al facilitar, al menos, la denuncia pública de los agresores y puso a debate la tolerancia social existente en relación al acoso y a otras violencias sexuales.
Muchas de estas historias son replicadas en las redes y espacios de #MeToo Cuba, para conectar la isla con el movimiento global.
Los rostros de la violencia de género en Cuba y las iniciativas ciudadanas
En Cuba no tuvimos a Weinstein, a Darthés o a Cosby, pero la violencia sexual y de género tuvo otros nombres y otras luchas.
Uno de los primeros casos conocidos en la isla fue el del escritor y activista político Ángel Santiesteban Prats, condenado en febrero de 2013 a cinco años de privación de libertad por los delitos de agresión y violación de domicilio. Santiesteban fue denunciado en 2009 por su exesposa y madre de sus hijos Kenia Rodríguez por violencia física y sexual.
El proceso penal demoró tres años. Una vez que se hizo pública la condena, fueron varias las reacciones en apoyo al escritor y en contra de la sentencia del tribunal. La posición crítica de Santiesteban contra el oficialismo cubano llevó a muchos a considerar de “controversial” el juicio o a considerarlo un “enjuiciamiento político” maquillado. Entre ellos estuvo el también escritor Rafael Alcides, quien, en un texto titulado “Lamentaciones y esperanzas por un nuevo escritor encarcelado”, calificó de “simple riña” los hechos denunciados. Un “drama de carácter folklórico que tan divertido suele ser”, decía la carta de apoyo.
Las palabras de Alcides fueron respondidas con una misiva lanzada el Día Internacional de la Mujer (8 de marzo de 2013) que con el pasar de los días fue sumando nombres y fue leída en la sede de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (Uneac). En ella, las firmantes —mujeres artistas, comunicadoras e intelectuales— se oponían a las acusaciones lanzadas contra Kenia y aseguraban que la postura ideológica del agresor distorsionaba la magnitud de su violencia, “único motivo por el que ha sido condenado”.
Santiesteban fue excarcelado bajo libertad condicional en 2015 habiendo cumplido solo dos años y medio de la condena.
Pasaron casi seis años de la sentencia de Santiesteban cuando, 14 de junio de 2019, el influencer cubano Alex Otaola le preguntó —en vivo— a Dianelys Alfonso, “La Diosa”, sobre las golpizas y violaciones perpetradas por José Luis “El Tosco” Cortés durante el tiempo que ella formó parte de NG La Banda.
La respuesta afirmativa de La Diosa vino acompañada de un rápido proceso de deslegitimación, críticas personales e insultos. Como respuesta, se alzó un movimiento de apoyo y sororidad hacia la cantante bajo el hashtag “YoSíTeCreo en Cuba”; nombre que bautizaría a la primera plataforma cubana de apoyo y acompañamiento a personas en situación de violencia machista.
“No importa de quién se trate, si un artista famoso, un coronel del Ejército o un disidente político; no importa el tiempo que haya pasado desde el episodio de maltrato; no importa la relación sentimental-afectiva entre la víctima y el maltratador: la violencia de género debe ser visibilizada, denunciada, castigada y reparada. Las víctimas de la violencia machista necesitan ser escuchadas, apoyadas y protegidas”, sostuvo en junio de 2019 el colectivo Asamblea Feminista de Cuba, en una carta abierta.
YoSíTeCreo en Cuba fue un pilar fundamental en el caso de La Diosa y en el posterior acompañamiento de otras sobrevivientes. La plataforma también retomó el debate sobre la imperante necesidad de una ley integral contra la violencia de género en el país y, en 2020, creó una línea de ayuda a personas afectadas por la violencia de género.
El Tosco —el rey de la timba cubana, el maestro de la flauta y el agresor de Dianelys— falleció el 18 de abril de 2022 sin haber sido procesado y sin que ninguna institución cubana respondiera a las acusaciones.
En diciembre de 2021 salieron a la luz los primeros cinco testimonios de sobrevivientes del trovador Fernando Bécquer en la revista independiente El Estornudo. Con el pasar de las semanas se sumaron otros nombres, llegando a casi una treintena de denunciantes.
Una vez más, las mujeres y cuerpos feminizados tomaron por asalto el ciberespacio. La agenda feminista volvió a formar parte de la agenda pública. Esto se evidenció con la circulación —casi inmediata— de la llamada “Estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar” y los tibios y escuetos posicionamientos en redes sociales de la Federación de Mujeres Cubanas (FMC) y del Instituto Cubano de la Música (ICM).
El trovador fue condenado por delito de abuso lascivo contra seis mujeres y sentenciado a cinco años de limitación de libertad en una primera instancia; según lo estipulado por el antiguo Código Penal de 1987 bajo el cual se juzgó. No habían pasado más de cuatro meses del dictamen inicial cuando el Tribunal Provincial de La Habana anunció que Bécquer pasaría a cumplir su condena “en régimen interno” tras nuevos hechos de acoso.
En noviembre de 2022, un grupo de cubanas acusó al director del Conservatorio Amadeo Roldán de La Habana Enrique Rodríguez Toledo por tener relaciones sexuales con alumnas adolescentes. En los testimonios recogidos por CiberCuba se relata cómo, durante casi tres décadas, el docente abusó de su posición de poder para acosar y violentar a sus estudiantes. Las acosó, violentó y humilló. Las sobrevivientes afirman que los abusos eran conocidos por la institución y el estudiantado.
“Claro que vi cómo todas estas cosas pasaban. Claro que vi también cómo algunas de mis compañeras de 16 o 17 años estaban algo contentas de estar con Enriquito, porque Enriquito tenía casa y vivía solo. Porque era mejor estar con Enriquito que con la familia que exigía tanto. Y Enriquito practicaba la energía esa “china” y la “respiración” y era bueno cantidad. Hasta el día que Enriquito dejaba de ser bueno y empezaba el desastre”, escribió en Facebook Amanda Toirac, graduada del Conservatorio en 2013 como pianista.
También se han hecho públicas las denuncias de agresiones sexuales que ocurren dentro de las cárceles cubanas, práctica sistemática que conecta con la violencia política contra quienes disienten. En diálogo con Diario de Cuba, la activista Yeilis Torres Cruz relató cómo, al tercer día de estar recluida en la prisión de 100 y Aldabó, fue violada por dos hombres que se hacían llamar “Manguera” y “Mandarria”. Los agresores respondían a las órdenes de un capitán identificado como Abel. El nombre reapareció en el testimonio de Gabriela Zequeira Hernández, detenida durante el estallido social del 11 y 12 de julio de 2021.
Vivas nos queremos
La violencia sexual existe en Cuba y en muchas ocasiones es tolerada socialmente. Los casos conocidos —y aquellos que no llegan a los titulares— permiten afirmarlo. La violencia sexual florece en cuanto se crean las condiciones sociales y estructurales para ello.
Sí, Cuba es firmante de la Convención sobre la Eliminación de todas las formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW, por sus siglas en inglés), aunque no ha vuelto a ratificar el protocolo. Y, sí, incorporó la violencia de género como agravante en el nuevo Código Penal, vigente desde diciembre de 2022. Como también tiene una estrategia integral de prevención y atención a la violencia de género y en el escenario familiar y el Programa Nacional para el Adelanto de las Mujeres.
Sin embargo, la violencia de género continúa siendo un problema social en la isla y demanda atención urgente. A tal punto que, a principios del presente año, feministas y organizaciones de la sociedad civil independiente demandaron al Gobierno a declarar el “estado de emergencia por violencia machista”, ante el aumento de feminicidios y desapariciones de mujeres y niñas.
“Nos están matando”, sentencia el llamado publicado por la plataforma YoSíTeCreo. En él se describe el estado de emergencia como un mecanismo necesario para “establecer medidas de prevención y erradicar conductas que promuevan la violencia de género, junto a protocolos de protección para sobrevivientes”.
En los últimos años el repudio hacia la violencia de género ha ido ganado terreno en los debates públicos. Esto se debe, en gran parte, a los esfuerzos y a la articulación de grupos ciudadanos independientes. Redes de apoyo que, como ahora se presenta #MeToo Cuba, han sido una ayuda imprescindible para sobrevivientes de violencia sexual y otros tipos de violencia machista. Iniciativas que continúan abogando por la inmediata puesta en marcha de una ley integral contra la violencia de género, centrada en la prevención y la reparación social; una normativa que sea capaz de incorporar alternativas de justicia más efectivas.
“En Cuba, por años, muchas activistas feministas y también sobrevivientes hemos acompañado a personas víctimas de violencia sexual: desde historias públicas hasta otras que no han llegado a medios de comunicación ni al sistema judicial. Lo hemos hecho individualmente, en pequeños grupos, con más o menos redes de apoyo”, explica #MeToo Cuba.
Las campañas de acción colectiva que hasta ahora se han gestado han sido claves para garantizar cambios en materia de derechos de las mujeres. Y se siguen realizando a pesar de la violencia política del oficialismo contra las activistas.
Esta historia fue publicada originalmente en el medio cubano El Toque, y es republicada dentro del Programa de la Red de Periodismo Humano, apoyado por el ICFJ, International Center for Journalists.