Nicolás Biolatto prende el aire acondicionado. Es 25 de mayo; no hace calor, pero afuera llueve y desde hace varios días la virgencita que marca la humedad se tiñe de un rosado furioso. “Los jabones transpiran”, explica mientras indica a sus compañeros secarlos cuidadosamente con un trapo. Están por toda la sala y hay de muchas formas y colores, pero las miradas se las lleva Manuel Belgrano: un busto de jabón de más de 60 kilos, hecho a base de aceite de cocina usado. Esta obra, explica, permitió salvar unos 40.000 litros de agua. El prócer biodegradable, y con olor a cítrico, será el protagonista de la tertulia que se realizará esa misma tarde en la jabonería social que el Programa Espuma levantó en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO). Si la Revolución de Mayo de 1810 se ideó sigilosamente en la jabonería de Hipólito Vieytes; 213 años después, en esta jabonería, también se traman cosas.
Programa Espuma es un proyecto que propone la elaboración de jabones y detergentes a partir del reciclado de aceite de cocina usado (ACU). Por medio de capacitaciones y talleres, sus impulsores enseñan el oficio en comunidades vulnerables, con el objetivo de lograr su integración social y su independencia laboral. De esta manera, se definen como un programa de triple impacto: ambiental, social y económico.
La iniciativa propone un modo seguro de descartar un producto peligroso que es de uso doméstico: un litro de aceite puede contaminar hasta mil litros de agua, la cantidad aproximada que debería beber una persona en un año, según las recomendaciones de la Organización Mundial de la Salud (OMS). Son un grupo de 6 personas, iniciado por Biolatto, que se encargan de la parte formativa, logística, ventas y comunicación. De a poco tejieron una red de centros de recolección de ACU que incluye casas particulares, comercios e instituciones, desde donde se promueve que la comunidad acerque su aceite en lugar de tirarlo por las cañerías. Como incentivo, quienes aportan su ACU se llevan un kit con estos productos de limpieza marca Espuma.
Hoy en día, el proyecto cuenta con 50 puntos de acopio distribuidos en once provincias del país e involucra a unas 400 personas. Desde su puesta en marcha, ya recibieron unos 2.600 litros de aceite. Es decir que, según estiman, se evitó la contaminación de unos 2,6 millones de litros de agua.
El aceite se filtra y procesa en jabonerías sociales, que son núcleos de producción que tienen como objetivo la capacitación y la inserción laboral de personas de comunidades vulnerables. Ahí se produce la alquimia que convierte un desecho doméstico en un producto de limpieza cotidiano como el jabón o el detergente, y que luego vuelve al agua de forma inocua. Las jabonerías se han instalado en centros de tratamientos de adicciones, cárceles, barrios populares, y recientemente en escuelas. Estos lugares funcionan como espacios de aprendizaje, pero también quedan como unidades de fabricación. Desde el programa instan a la creación de cooperativas como forma de organización laboral, pero también se generan fábricas personales o familiares que pasan a integrar la red.
Hoy el Programa Espuma cuenta con cuatro jabonerías sociales (en las localidades santafesinas Sastre, Chovet y Rosario, y en Arrecifes, Buenos Aires), que además de formar en el oficio y producir constituyeron su propio circuito de comercialización. Además, hay otras cinco jabonerías sociales en Rosario, donde se enseña a producir jabones, que están en proceso de convertirse en unidades de producción y comercialización. El programa ya formó a más de 200 personas, de las cuales 60 continuaron con el emprendimiento como forma de trabajo. Los productos Espuma se pueden adquirir en cualquier punto de la red: desde los centros de acopio, hasta las jabonerías sociales, pasando por los emprendedores que aprendieron el oficio y hoy continúan produciendo. Lo que recomiendan es contactarse por alguna de las redes sociales para conocer cuál es el punto de compra más cercano, o incluso coordinar para que desde el programa puedan enviar los productos.
Los orígenes
La iniciativa surgió de una inquietud muy común: ¿qué hacer con el aceite de cocina que usamos? Biolatto es un artista nacido en Las Petacas, un pueblo del centro-oeste santafesino, radicado hace un tiempo en Rosario. En 2019 empezó a incursionar en la jabonería con una impronta ambiental: lanzó una línea de cosmética natural llamada Pepe Jabones. “La jabonería tiene insumos que son caros, con aceites que en su mayoría son importados”, explica Biolatto. Y agrega que en ese sentido recibió ayuda de sus vecinos: “Como sabían que yo trabajaba con aceites, me empezaron a traer el aceite de cocina para ver si se podía hacer algo. Y ahí empezó a nacer la receta de Espuma”.
El proceso de creación remite a los orígenes históricos de la jabonería. Al cruzar un ácido graso, que puede ser animal o vegetal, con un alcalino, como la soda cáustica, se produce una reacción química que se conoce como saponificación. Eso da como resultado un producto que se aromatiza con cáscaras de cítricos molidos y esencias cítricas, y que luego se pone en un molde para darle la forma.
Eso que inició como un emprendimiento personal se volvió un proyecto socioambiental colectivo. Hoy el Programa Espuma produce detergentes sólidos (jabones de pan), que se venden a 300 pesos la unidad, o líquidos por 400 pesos por pote de medio litro con pico dosificador, entre otros productos.
Una premisa en la comercialización de los productos es que sean accesibles. Prueba de eso es que vienen trabajando en la fórmula de jabón en polvo que sigue en su fase experimental. “Tiene otro tipo de insumos que elevan el costo. Y como queremos precios populares, vamos a seguir probando hasta solucionarlo de otra manera”, explica Biolatto. Con el jabón para manos sólido pasa algo similar: en las capacitaciones aprenden a hacerlo con grasa vacuna, que es un buen componente para esa elaboración; pero es un elemento caro y que eleva el precio del producto. “Los analizamos y la composición da bien, pero no está pensado para distribuir en la red. Es algo que tenemos que seguir trabajando”, aclaran.
Para ratificar que los productos fabricados son seguros articularon con la Facultad de Ciencias Bioquímicas de la Universidad Nacional de Rosario (UNR) para que los analice. “Nos dio que era 100 % biodegradable y con mejores valores de los que esperábamos. Eso genera una confianza en el producto como bien de cambio. Es un aval de que la receta no va a fallar”, celebraron desde el programa.
Rancho aparte
Las capacitaciones y talleres del programa comenzaron a funcionar durante la pandemia, primero en formato virtual, luego de manera presencial en las jabonerías sociales. La primera experiencia fue en Rancho Aparte, un espacio de contención social para los jóvenes del barrio Tablada, en la zona sur de Rosario, que comenzó con una escuelita de fútbol y hoy es un espacio que contempla desde talleres culturales hasta cursos de alfabetización para adultos.
Javier “Coco” Ruiz, referente del espacio, señala que una de las premisas del Rancho Aparte es abrir oportunidades para las familias del barrio que viven en un contexto duro: Tablada es una de las zonas más castigadas por la inseguridad en Rosario: ya se cobró 132 homicidios en los primeros cinco meses del año. Cuando desde Programa Espuma se acercaron con la propuesta, los líderes de Rancho Aparte decidieron sumarse.
“Superó la idea que teníamos. Ahora las mujeres que toda la vida compraron el detergente lo vienen a hacer acá, pero además pueden laburar de eso. La gente del barrio usa los jabones que hacemos ahí, pero también se nos acercan con botellas cargadas del aceite con el que fríen las milanesas o los pastelitos”, celebra Ruiz.
En la jabonería social de Rancho Aparte trabajan once personas, pero los buenos resultados del proyecto hicieron que se quiera sumar más gente. Ahora hay un grupo en formación de ocho personas, con una particularidad: quien dicta los talleres es Carolina, una de las mujeres formadas en la primera camada. “Es una de las mamás que trajo a sus hijas siempre a este espacio”, cuenta Ruiz. Y agrega: “El otro día Carolina me decía que no podía creer estar exponiendo en un museo. Vos la escuchás hablar y pareciera que es jabonera de toda la vida con lo que sabe. Estas cosas son las que transforman la vida de las personas en nuestros barrios”.
Durante la pandemia, Rancho Aparte se había quedado sin sede física hasta que pudo volver a alquilar una casa del barrio. Cuando la gente de Programa Espuma fue por primera vez al lugar, les llamó la atención que una de las paredes estaba pintada con círculos de colores, con formas similares a las de las burbujas. Preguntaron y quedaron asombrados con la historia: ahí habían matado a un joven de 15 años que desde chiquito asistía al espacio. Los círculos se habían pintado para tapar los huecos que habían dejado las balas. “Queríamos tapar la tristeza”, describe Ruiz. Hoy, un mural que replica esa pintura está expuesto en el Museo de Arte Contemporáneo de Rosario (MACRO).
Un Belgrano de jabón
A principios de abril, Espuma inauguró la muestra Jabonería Social en el quinto piso del MACRO, donde recrean el área de labor de una jabonería y explican cómo funciona el proyecto. En la puerta de entrada de la sala llevan un cartel donde van contabilizando la cantidad de agua salvada con la transformación de aceite en jabón: al 31 de mayo, superaba los 100.000 litros.
En contacto con el Área de Conservación del museo consiguieron moldes de esculturas que recrearon con jabón. En ese marco surgió la idea de hacer un Manuel Belgrano de casi medio metro. Junto a su equipo, Biolatto revela cuál es el futuro que le depara al creador de la bandera: “El busto de Belgrano va a quedar expuesto en el museo y durante la quincena del arte, que es a fin de año, se va a llevar a un espacio público para que se biodegrade al aire libre. La idea es que se haga espuma”.