¿Cuántas veces escuchamos el dicho “una palabra en alemán para cuando…?”. De solo poner esas palabras en el buscador me saltaron unos cuantos ejemplos:
Una palabra en alemán para cuando encontrás el paper que necesitabas pero no conocías
— Emiliano (@emivitaliani) September 27, 2021
Una palabra en alemán para lo boluda que me siento cuando tardo mucho en encarar algo por miedo o agobio por anticipado y, cuando me lo pongo a hacer, noto lo simple que era.
— nuri (@penuria__) August 31, 2021
Aunque pueda parecer una gran muestra del ingenio y del sentido del humor argentino y nada más, el dicho tiene su fundamento y su profundidad: hay muchos sufijos alemanes que se empobrecen en su traducción al español. Habiendo estudiado sociología (spoiler alert: muchos autores alemanes), no me dan los dedos para contar las veces que escuché a un profesor decir “bueno, esta palabra no se traduce exactamente, pero sería algo así como…” y, a continuación escribían el término original e ininteligible en el pizarrón.
Hace poco me topé con una charla TED titulada “Cómo la lengua moldea nuestra forma de pensar” que aborda esta cuestión de manera muy clara y no se pierde en discusiones filosóficas imposibles de resolver. Lera Boroditsky, investigadora en el campo de las ciencias cognitivas,advierte que los humanos estamos especulando sobre esta pregunta hace miles de años. Pero en su charla no trae ni a Kant, ni a Wittgenstein, ni a Descartes, ni a ninguno de esos autores que requieren años de lecturas, clases y relecturas para realmente dominar.
En cambio, trae una frase del emperador romano Carlomagno y una de Shakespeare. El primero dijo: “tener una segunda lengua es tener una segunda alma”. El segundo, en la icónica obra Romeo y Julieta, escribió: “¿Qué hay en un nombre? Lo que llamamos rosa, aunque tuviera otro nombre, igualmente perfumaría".
Me es imposible resistir la mención, aunque sea grosera, de que estamos hablando de la ardiente discusión entre positivismo (la realidad da forma a nuestro pensamiento y la aprehendemos con nuestros sentidos) y constructivismo (nuestro lenguaje y pensamiento dan forma a la realidad). Dejando lo académico de lado, lo interesante de esta charla es que le da una vuelta de tuerca a la discusión, con ejemplos concretos, como tribus que en vez de orientarse por “izquierda y derecha” usan los puntos cardinales. En síntesis, termina poniendo sobre la mesa hasta qué punto cambian nuestras percepciones de la realidad sobre el lenguaje.
Probablemente, la formación en ciencias cognitivas de Boroditsky hace que recurre a los casos y no a la lógica, y hacer de esta charla algo accesible y acotado. Pero con esto no alcanza: una vez probado este punto, ¿qué hacemos?
Habiendo presentado varios casos que, en efecto, llevarían a pensar que el lenguaje moldea nuestra forma de pensar, la oradora termina con la siguiente reflexión: hay siete mil lenguas alrededor del mundo. Dado que gran parte de los estudios sobre la mente humana se realizan por habitantes del continente americano, muchos de ellos en inglés y por angloparlantes, nuestro conocimiento es increíblemente estrecho y tendencioso. “La ciencia tiene que esforzarse por mejorar esto”, comenta. “Dado que la charla trata sobre cómo los hablantes de distintas lenguas piensan de forma diferente”, continúa, “puede llevarlos a pensar que se trata sobre cómo piensan los demás, gente de otros lugares. Pero ese no es el tema, es sobre cómo piensan ustedes y eso les da la oportunidad de preguntarse: ¿por qué pienso de la manera en que lo hago? ¿cómo podría pensar diferente? y, por último. ¿qué pensamientos deseo crear?”