“Somos una más de las especies que habitan este planeta. En este momento, somos la especie dominante y eso es, un poco, una responsabilidad: la de velar por todas las especies con las que compartimos el mundo”, afirma Javier Pereira, director de Proyecto Pantano. Esta iniciativa tiene como objetivo la conservación del ciervo de los pantanos (Blastocerus dichotomus) y del medio en el que habita, el delta del río Paraná (el proyecto concentra su trabajo en las provincias de Entre Ríos y Buenos Aires).
Con base en la investigación, los ciervos son rastreados, se estudian sus hábitos alimenticios, su distribución y se trabaja en las escuelas de la isla para que los habitantes locales conozcan el patrimonio natural con el que conviven. Y si se lastiman, gracias a la concientización generada por la educación ambiental, los isleños lo reportan y los especialistas del proyecto acuden para rescatar al animal. Se trata de un proyecto de conservación enorme que nuclea a especialistas del CONICET, INTA, Fundación Temaikén, Asociación para la Conservación y el Estudio de la Naturaleza, Centro de Investigaciones del Bosque Atlántico, entre otros; y recibe financiamiento estatal y privado.
Las líneas de trabajo de Proyecto Pantano son amplias y todas se complementan para lograr su objetivo: la conservación del ciervo y de su ecosistema natural en los humedales del delta. En 2018, los integrantes del proyecto se desempeñaron como asesores de la Administración de Parques Nacionales y del Senado de la Nación en la creación del Parque Nacional Ciervo de los Pantanos.
Las investigaciones que dieron origen al proyecto comenzaron en los ‘90. Se calcula que entonces había menos de 500 ejemplares de esta especie. Hoy, casi nueve años después del inicio formal del proyecto, se estima que hay alrededor de 1.000 ejemplares.
En la Argentina, el ciervo de los pantanos es una especie en peligro de extinción según la Secretaría de Ambiente y Desarrollo Sustentable, mientras que, a nivel mundial, está catalogada como una especie vulnerable en el Libro Rojo de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN). Este animal es el cérvido —miembro de la familia biológica Cervidae— más grande de toda América del Sur. Su distribución va desde el pantanal de Brasil, el este de Bolivia y los Esteros del Iberá, hasta las zonas más bajas del delta del Paraná.
Al ser un megaherbívoro, este animal es fundamental en la configuración de su ecosistema. “Son importantes modeladores del paisaje y, por su alimentación, funcionan como dispersores de semillas; esta es una de las formas en las que el bosque nativo puede seguir reproduciéndose”, expresa Pereira. “En otro plano, que haya megaherbívoros permite que pueda haber grandes carnívoros que se alimenten de ellos, como el yaguareté o el puma. Su presencia hace que la cadena trófica pueda mantenerse, esto es fundamental para el equilibrio del ecosistema”, añade.
“La conservación del ciervo y la del delta es indisociable. El objeto de la conservación no es exclusivamente una especie, sino, también, su hábitat”, sintetiza Pereira.
El fruto de la investigación
¿Dónde están los ciervos? ¿Cuántos hay en el bajo delta del Paraná? ¿Cuáles son sus rutas de movimiento? ¿De qué se alimentan? ¿Cuál es su genética? Son algunas de las preguntas que guían la investigación científica.
Conocer las zonas en las que se distribuye la especie permite saber cuáles son algunas de sus amenazas, fundamentalmente, las asociadas al territorio y su deterioro. Para esto, los animales son rastreados con distintos dispositivos, como collares satelitales y drones. Además, así se pueden proyectar espacios futuros para su conservación.
Por otra parte, los productores forestales locales de álamo, sauce y mimbre consideran a la especie como una amenaza para su economía, lo que, en algunos casos, puede derivar en la cacería. Sin embargo, se comprobó que estos árbolesson una fuente de alimento menor para el ciervo, ya que no alcanzan el 2 % de su dieta: esto funciona como un argumento para desincentivar la persecución del animal.
En ese sentido, el desafío es cómo conservar un ambiente como el delta, tan modificado por el ser humano.
“Existe consenso respecto de que cualquier estrategia apuntada a proteger al ciervo en el delta debe incluir necesariamente su interacción con la gente y su fuente de trabajo. El empleo de prácticas productivas amigables con el ciervo en predios forestales, ganaderos o silvopastoriles resulta entonces una medida imprescindible para garantizar su conservación a largo plazo en el delta. Pero la protección de lo que queda de su hábitat original también lo es si queremos un escenario de conservación apropiado”, responde el Pereira.
Otras áreas son la investigación sobre las particularidades genéticas de la especie y la ecología espacial. Esta última es la que permite estimar la superficie que el ciervo necesita para poder vivir en el delta y satisfacer sus necesidades.
Resultados
“Estamos viendo que, efectivamente, la población de ciervos está creciendo desde que comenzamos a trabajar. Lo notamos en muchos parámetros de los que evaluamos”, confirma el especialista. “Además, el ciervo moviliza un montón la atención de la gente, es una especie bandera —una especie carismática que puede usarse como símbolo de la conservación del lugar para generar interés en las personas por la temática—. Si logramos conservar el delta del Paraná, se van a beneficiar todas las especies que viven ahí. Si el ciervo está bien conservado, entonces se van a conservar los carpinchos, los zorros, los murciélagos, los gatos, los ratones, las plantas, el bosque, toda la naturaleza del delta. Esto es, al fin y al cabo, lo que queremos lograr”, agrega.
Según profundiza su director, el proyecto “busca conservar a la especie con toda la red de interacciones: con sus depredadores, con sus parásitos, con sus alimentos. Si se incendiara todo el delta, pero quedaran vivos los ciervos, no tardarían en desaparecer porque ellos necesitan de su ecosistema, no pueden vivir sin su contexto, sin su ambiente”. Como dijo el teórico Gregory Bateson: “La unidad de supervivencia es el organismo más su entorno”.
Además de abocarse a la investigación científica sobre el ciervo, Proyecto Pantano cuenta con un área de educación ambiental y comunicación. Pereira explica que “muchos chicos se interesan en la naturaleza a partir de interesarse en lo que le pasa al ciervo de los pantanos, trabajan con el ciervo, les llama la atención el ciervo, entonces las actividades curriculares que se van haciendo con este animal como protagonista hacen que vayan teniendo más interés, también, en el cuidado de la naturaleza”. En el 2020, se aprobó un plan pedagógico que se incluyó en el plan de estudios de las escuelas de la zona del delta y trabaja contenidos específicos asociados al ciervo y al delta.
Otro de los problemas que afecta al ciervo de los pantanos y que lo pone en peligro es, además de la pérdida de su hábitat natural, la caza furtiva. El último 10 de abril, desde el proyecto registraron al segundo ciervo que, en el transcurso de seis días, había sido asesinado por cazadores ilegales. Hace algunos meses, otro ciervo también había sido cazado. “Con cada ciervo muerto por cacería se desmoronan los esfuerzos que hacemos desde Proyecto Pantano por salvar a esta especie en riesgo de extinción y se va un pedacito de la identidad de la isla”, enunciaba el comunicado.
Sobre este aspecto, desde el proyecto se desarrollan mapas de riesgo de cacería furtiva en la zona para que las autoridades puedan tomar las medidas necesarias para combatir esta actividad ilegal.
Una especie clave
En Buenos Aires y Entre Ríos, el ciervo tiene la figura de monumento natural, lo que le otorga protección absoluta por parte de las autoridades. En la zona del delta, esta especie sufre tanto los incendios como las inundaciones, que se suman a las demás amenazas que padece. Su presencia es fundamental para el equilibrio en los ecosistemas que forman parte de los humedales. Y estos últimos, son imprescindibles para la estabilidad del ambiente a nivel global.
La resolución de la última COP sobre biodiversidad afirma: “La diversidad biológica es fundamental para el bienestar humano y un planeta sano”. En los últimos años, con el auge de las teorías que critican los humanismos antropocentristas, una perspectiva más amplia de la convivencia del ser humano con los animales no-humanos se ha desarrollado. En esta línea, el ser humano no vive de manera independiente, sino por la trama de relaciones que desarrolla con las demás especies. Como también dijo Bateson: “El organismo que destruye su ambiente, también se destruye a sí mismo”.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones, una alianza entre Río Negro y RED/ACCIÓN.