A los 63 años, Alicia lleva más de 65.000 kilómetros de viajes solitarios en moto desde que se jubiló en el 2019 y se animó a vivir lo que soñaba. Después de una vida de trabajo en Bariloche como óptica técnica especialista en lentes de contacto, después de tantas horas de dedicadas a las artesanías, un día supo que había llegado el momento de hacer lo que tanto quería: salir a la ruta sobre dos ruedas.
Recorrió el país, hizo la famosa Carretera Austral en Chile, unió el Atlántico con el Pacífico, disfrutó de la mítica 40 de sur a norte, se desvió cada vez que se tentó, exploró las maravillas ocultas del norte neuquino. Pero antes de tantas aventuras, un día tuvo que animarse a la primera experiencia sola en la ruta. Aquella que le confirmó que había encontrado lo que buscaba. Aquí la recuerda, paso a paso.
2 de marzo del 2019, de Bariloche a El Bolsón
Fue hace cuatro años, desde Bariloche, donde vive, a El Bolsón. Hasta entonces, desde que en el 2010 compró una 125 con encendido a patada, solo había hecho tramos cercanos. No es que fuera poca cosa recorrer los 50 km del Circuito Chico que atraen a tantos turistas entre bosques, lagos y montañas, ni las épicas vistas de las cascadas y el glaciar camino al Tronador. «Son maravillosos esos paisajes», recuerda Pero quería otra cosa, quería más.
Y el 2 de marzo del 2019 se animó a dar el paso, ya con una 125 con encendido electrónico. Iba de jean y campera, con la botas de trekking que usaba para explorar las montañas con el grupo del Club Andino Bariloche hasta que las rodillas dijeron basta. Aún no se había equipado para las travesías sobre dos ruedas, ni tenía la soltura con la que encara las curvas ahora. Pero lo deseaba. Y partió. Serían 240 km entre la ida y la vuelta, nada comparado con lo que vendría después, pero entonces tenía el sabor de una aventura imposible. «Para mi era como ir a la Luna», dice.
"¿Estás bien? ¿Necesitás algo?"
«El camino de ese día me lo acuerdo casi de memoria, las rectas, las curvas, los paisajes, los aromas. Los lugares donde paré a hacer fotos», relata. También le quedó grabado que en la primera escala para tomar una panorámica de la ruta 40, enseguida detuvieron la marcha un grupo de motoqueros.
Recuerda lo que pensó entonces: «Estoy sola pero no estoy sola. Si pasa algo me van a ayudar». Ahora, desde Bariloche, mientras planifica las próximas salidas, dice: «Eso me animó a hacer más cosas».
Cuando entró a El Bolsón, fue a la famosa Feria de Artesanos y estacionó la 125 cerca de otras motos. Compró dos empanadas de cebolla y queso, una gaseosa sin azúcar y se sentó a almorzar en el cordón de la vereda. Entonces se acercó un motoquero de ley, Pablo, que manejaba una máquina potente y miró su moto, de lejos la de menor cilindrada de todas las que estaban ahí.
-¿Viniste con esa moto? -le preguntó. Alicia le respondió que sí.
-¿Y estás sola? -quiso saber. Alicia también le respondió que sí.
–Entonces venite a almozar con nosotros, si sos motera no podés comer sola -la invitó. Nacía una amistad que aun continúa.
«Pablo estaba con un amigo y charlamos un buen rato. Ese día descubrí la hermandad motera. Después fue siguiendo mi evolución y mirá lo que son las cosas, hoy me mandó una foto de aquel día«, dice Alicia. Es la tarde del miércoles y acaba de volver de Puerto Varas, en el sur de Chile. Fue por tres días pero se quedó una semana porque se le rompió el retén de la bomba de agua. «Allí hay repuestos y mano de obra», explica. Gajes del oficio.
Hace cuatro años, de regreso a Bariloche se sintió más segura sobre la moto, algo más relajada también. Le gustó disfrutar de las vistas con esa sensación, desde otra perspectiva.
Cuando llegó a su casa, supo que su hijo y su hija no habían apostado demasiado por su viaje, más bien creían que volvería rápido en la primera rotonda para almorzar en casa. Pero no, volvió a la tarde y les devolvió el abrazo y la sonrisa. «Estaba feliz. Lo primero que pensé es que lo había logrado. Y después, que había encontrado lo que quería hacer. Y que era posible», cuenta.
El tiempo trajo muchos otros viajes y acaso lo que más le gusta: cientos de mensajes de mujeres a las que inspira a animarse a ir por sus sueños, los que fueran. Mensajes profundos, confesionales, emotivos, de esos que la hacen llorar. La aventura que nunca olvidó, la que abrió la puerta de las que seguirían, había terminado. Hoy, cuarto años después, la recuerda así.
"Ya pasaron cuatro años y, la verdad, fue hermoso"
«En marzo del 2019 fue mi primer ‘viaje largo’, de Bariloche a El Bolsón, con la Xr 125. En marzo del 2023 repetí el mismo viaje, la misma ropa, lentes, aunque el lapiz de labios ya no lo fabrican de ese color… Soy la misma pero cuatro años después y con tres cambios de motos», comienza su relato.
«Pero más allá de lo que se ve -continúa-, todo lo vivido en estos cuatro años, los km hechos, algo más de 65 mil, las experiencias, las charlas en soledad y en grupos, la risa, el llanto, los aromas de la tierra, la lluvia que se aproxima, el frío que te deja duro los dedos y el calor extremo que te tira bajo el primer árbol que encuentres. El viento patagónico… el viento zonda, paisajes únicos y otros que te llenan de tristeza, naturaleza salvaje, como siento que es mi ser.»
‘Intensa’, me dijo mi sobrina. A veces segura y a veces con miedos, cantando en el casco, escuchando música o solo el viento. Sí, cuatro años y repetir el mismo viaje, con la 125 tuve una caída yendo a Colonia Suiza y me fisuré dos costillas, perdí la memoria reciente, la vendí.
«También me caí, pero nada grave, uno aprende que las caídas son parte de esta pasión, solo un dedo doblado que aun duele, fue en La Carretera Austral en noviembre del año pasado.
Cuatro años, donde alguna vez partí sin saber muy bien a donde me iba, fue por escapar, claro que el motivo de la escapada fue y volvió conmigo. Alguna vez me pasó de todo emocionalmente, sentimentalmente, como nos suele suceder a los que vivimos intensamente, cuatro años. Cambiaron las motos, yo también: he aprendido que la vida es ahora, plena, feliz y a veces no, sola o acompañada, pero es ahora».
Mañana seguiré programando (dicen que Dios se ríe cuando nos ve programar a futuro) dibujando en una hoja una futura ruta, pero la ruta más importante es esta, donde estoy ahora, soñando con nuevos aromas, nuevas experiencias y sabiendo que solo me da miedo perder el tiempo… Es lo mejor que tengo, así que allá voy, por nuevos sueños que ahora solo están en mi alma. Ya pasaron cuatro años y la verdad, fue hermoso! Viva la vida! Vivan los sueños! Y vamos que 63 años no son nada, con caídas incluidas».
Podés ver más fotos y videos en @ali_burno
Este contenido fue originalmente publicado en RÍO NEGRO y se republica como parte del programa «Periodismo Humano», una alianza por el periodismo de calidad entre RÍO NEGRO y RED/ACCIÓN