Como fanática de toda la vida del “rock de padres” o de señores, los últimos lanzamientos de The National estaban me llamando la atención, pero no podía explicar precisamente por qué. The National hace un rock alternativo cuyo rasgo principal es la voz grave y cavernosa de su cantante, Matt Beringer, muchas veces comparada con la voz de Leonard Cohen por esa característica. Para que vean a lo que me refiero, esta reseña de la conocida revista inglesa de música, NME, empieza con la frase: "Para sumergirte de verdad en este disco, vas a tener que dejar de pensar en The National como cinco 'padres tristes'". Supongo que el rock de padres tiene eso medio de Radiohead, medio de trabajador suburbano, emocional y melancólico.
Estaba claro sus colaboraciones con Phoebe Bridgers y Taylor Swift implicaban un cambio de rumbo. Lo de Phoebe Bridgers me resultó más familiar: se trata de una figura liminal que pudo tachar de una sola vez el éxito con la crítica, con el público y a nivel comercial. En un momento me crucé con esta nota de The Atlantic que describe con increíble atino lo que pasó con este disco:
“El grupo de indie-rock The National ha sido durante mucho tiempo la mascota de cierto tipo de hombre: literario, modesto y mordaz. Con letras crípticas y una instrumentación melancólica, el quinteto de hermanos desaliñados y compañeros de colegio de Ohio transmite los anhelos de la sensible psique masculina. El cantante de la banda, Matt Berninger, tiene una voz tan lúgubre y profunda que parece emanar de una caverna. Su narrador típico es alguien que suspira por la validación del alma de la fiesta, el desvanecimiento romántico de un hombre que necesita ser rescatado. (...) Mientras que el carisma de The National reside en su misterio, Swift dice sinceramente lo que quiere decir. The National es conocido por su rock sombrío; Swift alcanzó la fama con himnos de juventud femenina desconsolada pero optimista. The National se convirtió en la banda de moda para cierto segmento de pibes millennials; Swift se convirtió en una de las mayores estrellas del mundo.”
Esta nota explica que Swift parece haberle enseñado a este grupo (que nombró como una de sus bandas favoritas) algo sobre la autoexpresión y el destello del pop, conformando una de las colaboraciones más fructíferas para romper barreras entre géneros musicales. Este camino para amigarse no es unilateral: es gracioso pensar en el hit de Swift que relataba con enojo la historia con un ex novio, anunciando que nunca se iban a volver a juntar, al son de “Te escondías para encontrar la paz en algún disco independiente mucho más cool que los míos”.
No por nada de esto The National abandona su identidad para los millenials alternativos; en este disco sigue habiendo guiños como en la canción “Remera de New Order”. Al fin, todos estos lanzamientos que adelantan el disco First Two Pages of Frankenstein (Las primeras dos páginas de Frankenstein) parece ser un destino para que las swifties, las fans de Bridgers y los alternativos de la cueva se encuentren, diviertan y saquen lo mejor de cada tribu.