“El rato que pasó entre que vino el mozo, esperé el plato y comí, me sentí libre”. El hombre que habla —luego de mirar la carta, elegir su opción preferida y pagar por lo que consumió— no se refiere metafóricamente a un recreo en medio de una agenda de obligaciones. Él cumple una condena en la cárcel de Batán, en Mar del Plata, un complejo penitenciario de máxima seguridad con 1.600 personas privadas de su libertad. Ahí, desde el mes pasado, funciona un restaurante creado y gestionado por varones presos que ofrece el servicio para otros internos.
“Quienes se acercan agradecen, porque lo sienten como un espacio de libertad, como estar fuera de la cárcel por un rato. Cuando comían, se sacaban fotos, las mandaban a sus familias”, cuenta Xavier Aguirreal, a quien todos conocen como Pampa, presidente de Liberté, la primera cooperativa del país cuyo consejo directivo está integrado 100 % por personas privadas de su libertad.
Liberté cuenta con distintas unidades productivas como una huerta, un almacén y una rotisería. Y, ahora, con el restaurante: Punto de Paz. “Surge como una evolución de las iniciativas anteriores. Cada vez que hacemos algo queremos que sea lo más parecido posible a lo que se vive afuera. Y esto tiene que ver con recuperar derechos y dignidad”, suma Aguirreal, quien tiene 53 años, y pasó los últimos 10 en prisión y le espera otra década para cumplir su condena.
“La idea —explica— es que el preso se sienta como si estuviera afuera. Pero ¿para qué? Porque la cárcel no debe ser un lugar de castigo, sino de restauración. Para que, cuando salgamos, seamos personas como cualquier otra, no unas que están privadas de sus derechos. Porque si por décadas privás a alguien de sus derechos, ¿sabés qué aprendió? Que los derechos humanos no existen”.
La iniciativa fue llevada adelante con el apoyo de Víctimas por la Paz, una asociación creada por personas que fueron afectadas por distintos delitos y que trabajan —según cuentan en su sitio web— en “la búsqueda de la pacificación social por la vía de la convivencia, la integración y, hasta en algunos casos, el perdón”. “Creemos que lo contrario a inseguridad es convivencia, y que para eso debemos repensar cómo interactuamos en el entramado social, en el cual cabemos todos”, complementa Diana Márquez, de 56 años, presidenta de Víctimas por la Paz.
Menú variado y pago virtual
Liberté es un emprendimiento que comenzó en Batán en 2014 con el objetivo de atender distintas necesidades de las personas privadas de su libertad, tales como trabajo, estudio y capacitación, recreación o alimentación. Está cien por ciento autogestionado por quienes cumplen una condena en la cárcel marplatense. En este espacio, unas 200 personas participan de actividades como marroquinería, carpintería, herrería, almacén de ramos generales, artesanías, apicultura o huerta orgánica.
Desde 2021, la organización se convirtió en una cooperativa, conformada formalmente por 28 personas. “Es muy importante lo que aprenden las personas en el sistema cooperativo en relación a la solidaridad y al acercamiento”, acota al respecto Márquez. Liberté es autosustentable: sus ganancias, además de generar ingresos para los trabajadores, se reinvierten en las distintas actividades.
El recorrido previo allanó el camino para poner en funcionamiento un restaurante. Como Liberté ya tiene un almacén, tiene aceitado el acceso a materias primas. “Contamos con lo que se llaman proveedores seguros a partir de un convenio con el servicio penitenciario. Es el mismo que provee a los almacenes de barrio”. Así, en Liberté los internos ya contaban con el acceso a helado, chicles o chocolate, por ejemplo. Y con los ingredientes necesarios para la rotisería.
La carta de Punto de Paz incluye pizzas; calzones; empanadas; pastas como sorrentinos, ravioles o ñoquis; parrillada; pollo al horno; picadas y sándwiches, entre otros platos. Ahí pueden sentarse unas 40 personas en sillas y mesas que donó Márquez, quien gestionó dos restaurantes (emprendimientos paralelos a su profesión de abogada mediadora).
En el nuevo emprendimiento trabajan dos mozos que están presos en el penal y que se quedan con un porcentaje de las ventas. Otras dos personas, quienes ya atendían el almacén que está al lado de Punto de Paz, se encargan de la facturación. Los tres cocineros que ya trabajaban para la rotisería, ahora también preparan platos para el restaurante.
Ah se ofrece desayuno por la mañana y hay dos turnos para almorzar: de 11 a 13 y de 13:30 a 15:30 h. Como en las cárceles está prohibido el uso de dinero en efectivo, los pagos se hacen por transferencia o con código QR. “Aún no trabajamos a pleno, también queremos ofrecer merienda”, acota Aguirreal.
En las cárceles de la provincia de Buenos Aires está permitido el uso de celulares registrados a partir de una resolución que emitió al inicio de la pandemia el Servicio Penitenciario Bonaerense.
Punto de encuentro
Actualmente, solo pueden ir a comer al restaurante aquellas personas que participan de actividades de Liberté, que funciona en el espacio de seguridad media de la cárcel. El plan es habilitar Punto de Paz para todos los internos del penal.
Hasta ahora las comidas que se preparan en la rotisería de Batán también pueden ser degustadas por personas que viven del otro lado de los muros. “A veces van personal de juzgados o ministerios que son invitados a comer. Al restaurante por ahora pueden asistir empleados de empresas que quieran hacer una visita como parte de un programa de responsabilidad social empresaria; lógicamente, luego de tramitar los permisos correspondientes”, explica Márquez.
“La idea es abrir el restaurante a gente del otro lado del muro. En esa línea, hay un proyecto para que contingentes de 10 a 15 personas puedan hacer un tour para ver el ‘mural más lindo del mundo’”, dice Aguirreal en referencia a un mural pintado dentro del penal por los internos junto con el artista Juan Comperatore, en homenaje a víctimas de delitos.
Para más adelante, cuenta Márquez, el sueño es lograr que las personas privadas de su libertad puedan disfrutar de una comida con sus familias. “Como si fuera un restaurante de afuera, porque eso es lo que es”, enfatiza.
Ante ocasiones y visitas especiales, puede variar el menú. “El 9 de julio vinieron jueces y juezas de distintos puntos del país e hicimos locro en la rotisería”, cuenta Aguirreal.
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El sábado en que se inauguró Punto de Paz hubo una mesa de fiambres, pizzetas y sándwiches, además de una torta de postre. Ese día, llegaron visitantes de distintos puntos del país, incluidas varias víctimas de delitos. “Todos se trataban de la misma manera”, señala Aguirreal y cuenta que había quienes no se animaban a preguntar de manera directa a su interlocutor si estaba cumpliendo una condena: “¿Vos sos de acá o viniste?”, decían.
El presidente de Liberté destaca un hecho que ilustra cómo esa jornada estuvo llena de convivencia: “Ese día había dos presos cocinando y una víctima se acercó a darles una mano. La gente pensó que era uno de los internos que trabajaba en el restaurante”.
Fue el encuentro con las víctimas, de hecho, lo que potenció el trabajo de Liberté. Aguirreal lo cuenta así: “Nosotros funcionamos desde 2014. Pero recién en 2016, cuando el juez Mario Juliano —uno de los fundadores de Víctimas por la Paz— apadrinó la organización, comenzamos a publicar lo que hacíamos. Porque escuchábamos que la sociedad pedía muerte, castigo, más condenas y no íbamos a publicar sobre, por ejemplo, cómo estábamos recuperando la dignidad con una biblioteca o un trabajo. Entonces nos enteramos de que había personas que no pedían eso, y que encima habían sido víctimas de delitos”.
Una de ellas es Márquez, quien sufrió abuso sexual infantil. Aunque ella misma no se considera una víctima. “Soy mucho más que el delito que cometieron contra mí. Dejar de ser una víctima es posible a partir del amor y de ser protagonista de la propia vida y yo hace años que lo soy”, dice. También asegura haber compartido momentos con personas que cumplieron una condena y vivieron una restauración. “Me puedo relacionar con ellos sin miedo”, dice.
En esa línea, considera que la apertura de Punto de Paz es “disruptiva y contracultural. Conlleva la idea del disfrute que tenemos cuando salimos a comer afuera. Para nosotros es un paso enorme pensar que las personas privadas de su libertad no deben solo trabajar o estudiar”.
Aguirreal, más que disfrute o placer, prefiera reforzar una palabra: “Para nosotros, esto es dignidad”.
Esta nota forma parte de la plataforma Soluciones para América Latina, una alianza entre INFOBAE y RED/ACCIÓN, y fue publicada originalmente el 14 de octubre de 2022.
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