La pandemia provocada por el COVID-19 aún no ha terminado: cada día se detectan más de 500.000 casos activos en el mundo. Sin embargo, en América Latina como en otras partes del mundo, el tema ha pasado a un segundo plano, debido al impacto de la guerra de Vladímir Putin contra Ucrania y el fuerte aumento de los precios de energía y alimentos.
Este desinterés por la pandemia también ha desviado la atención del tema de las vacunas. El año pasado, las relaciones internacionales giraban en torno a él, al ritmo de la agitada «diplomacia de las vacunas» que las principales potencias, especialmente China y Rusia, llevaron a cabo para extender su influencia con promesas de suministrar vacunas al mundo.
A este respecto, a menudo se criticó a la Unión Europea por no esforzarse lo suficiente. Esto pese a que, desde el principio, decidimos contribuir dentro de un marco multilateral, apoyando el Mecanismo COVAX puesto en marcha por la Organización Mundial de la Salud (OMS) para, de manera conjunta, adquirir vacunas y suministrarlas a los países de renta baja y media. Sin embargo, la bandera europea, a diferencia de otras, no figuraba en cada lote de vacunas suministrado a través de este mecanismo.
Tras año y medio de campaña de vacunación, es hora de hacer un balance. Conforme a la información que maneja el Fondo Monetario Internacional y la Organización Mundial del Comercio, basada en los últimos datos recopilados, la Unión Europea ha sido el mayor exportador de vacunas a nivel mundial. Con 2.440 millones de dosis suministradas a 167 países, hemos exportado 23% más vacunas que China, 2,5 veces más que los Estados Unidos y 24 veces más que Rusia. De estos 2.440 millones de dosis exportadas, 324 millones se donaron a 104 países.
De especial interés son las cifras relacionadas con América Latina. Esta región recibió por parte de la Unión Europea un total 482 millones de dosis: 461 millones a través de acuerdos bilaterales, 10,5 millones a través de COVAX (donaciones o acuerdos de suministro) y 10,2 millones a través de donaciones directas. Las exportaciones de vacunas de Europa a América Latina fueron un 44% superiores a las de China y cinco veces superiores a las de Estados Unidos. Las exportaciones de Rusia a América Latina fueron tan reducidas que el FMI y la OMC ni siquiera las mencionan.
China ha sido el segundo proveedor comercial de vacunas contra el COVID-19 a nivel mundial, pero ha donado tres veces menos de vacunas que la Unión Europea y cinco veces menos que los Estados Unidos, respectivamente. China participa en el Mecanismo COVAX y le ha vendido 226 millones de dosis, pero no le ha donado ninguna vacuna. Por otra parte, China no ha suministrado ninguna vacuna de ARN mensajero, que ha demostrado ser la herramienta más eficaz contra el coronavirus, también para las nuevas variantes.
La “diplomacia de las vacunas” rusa ha sido un fracaso total y ya era así antes de la guerra de agresión de Rusia contra Ucrania. En agosto de 2020, el presidente Putin anunció que Rusia había aprobado la primera vacuna contra el COVID-19, denominada ”Sputnik V”. Sin embargo, al aprobarse antes de pasar a la fase III de ensayos clínicos obligatorios, se vulneraron los protocolos internacionales pertinentes, con lo que se redujo su reputación desde el principio, incluso en Rusia, como demuestra el alto grado de reticencia frente a la vacunación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) y la Agencia Europea de Medicamentos (EMA) no han aprobado Sputnik V, principalmente debido a la falta de transparencia de los laboratorios rusos.
Sputnik V fue objeto de una gran promoción mediante una campaña de marketing profesional internacional y Rusia obtuvo contratos comerciales para suministrar alrededor de 800 millones de dosis de Sputnik V. Sin embargo, hasta la fecha, solo ha entregado 102 millones de dosis, es decir, menos del 15 %. Esto ha provocado una fuerte irritación entre los gobiernos extranjeros, algunos de los cuales están cancelando sus contratos públicos. Muchos acuerdos de adquisición también estaban condicionados a la aprobación de la OMS, cosa que no ha sucedido.
Asimismo, Rusia ha firmado acuerdos de producción con al menos 23 países para producir Sputnik V, pero tan solo unos pocos han comenzado la producción efectiva, debido a retrasos en el suministro de materias primas. Tras el inicio de la invasión rusa a Ucrania, ha aumentado el número de contratos de producción cancelados. Rusia es uno de los pocos países que ha permanecido completamente al margen del Mecanismo COVAX, sin desempeñar ningún papel significativo en la donación de vacunas. En pocas palabras, la diplomacia de la vacuna de China y Rusia podría resumirse en ”grandes expectativas, promesas incumplidas”.
En resumen, con respecto a las vacunas contra el COVID-19, en la Unión Europea no solo conseguimos vacunar a nuestra propia población en un corto periodo de tiempo, sino que también hemos sido el mayor exportador mundial de vacunas y el segundo mayor donante a los países de renta media y baja detrás de los Estados Unidos. Hemos hecho mucho más en este ámbito que China y Rusia juntas. Apoyándose en esta sólida experiencia, la UE seguirá respaldando el acceso a las vacunas en todo el mundo, en particular ayudando a los países a producirlas.
*Amador Sánchez Rico es embajador de la Unión Europea en Argentina.
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